La Razón (1ª Edición)

Y por primera vez la euforia llegó a Génova

Tras el 4-M, y la ebullición del «ayusismo», la dirección nacional se reivindica como primera fuerza. Aprieta para captar más cargos de Cs y presume de su paz interna

- CARMEN MORODO

¿Qué tiene que hacer Pablo Casado para conseguir una victoria como la de Isabel Díaz Ayuso en unas generales? La pregunta es consecuenc­ia del 4-M y tiene dos respuestas. En la organizaci­ón popular tienden a pisar el freno en la extrapolac­ión de los resultados de Madrid a la batalla por La Moncloa. Pero no así en Génova, donde se han subido a una campaña de entusiasmo y de reivindica­ción de sus aciertos con el paraguas del «efecto Ayuso» como motor impulsor.

El «ayusismo» está en plena ebullición, igual que Génova, donde sentencian que sus encuestas internas les colocan «como primera fuerza tras el fracaso de la moción de censura de Murcia y las elecciones madrilenar­le ñas». Tal es el posible efecto sanador del resultado de Madrid, que la dirección popular los considera aval de su plan interno de renovación, criticado por los barones y que ha llevado a desencuent­ros visibles con alguno de ellos. Para Génova, Madrid también es la prueba del acierto pleno de todas sus decisiones, hasta el punto de que para ellos la victoria de Ayuso sí es extrapolab­le a nivel nacional porque «en 1995 el PP conseguía en las autonómica­s ganar por 20 puntos al PSOE y en las generales conseguía gapor gapor 17, con una mejora en el número de votos bajo las siglas del PP de casi 2000.000 votos en Madrid». También recuerdan que en 2011 el partido logró vencer al PSOE por 25 puntos en Madrid y en las generales se impuso al PSOE por 24 puntos. «En los dos casos la victoria en Madrid fue un preludio de un Gobierno del PP en las siguientes generales. sumando siempre cerca de 200.000 votos».

En Génova hablan del 4-M como «la victoria del PP de Pablo Casado» y atribuyen a éste el mérito de haber conseguido «el mejor registro de voto en unas elecciones autonómica­s en Madrid». La cúpula de Casado también reivindica con vehemencia el sentido de sus congresos provincial­es, impuestos a las organizaci­ones regionales y que han sido objeto de discusión interna porque entre las baronías se vieron como una maniobra para blindar desde abajo a Casado. En Génova, sin embargo, sacan pecho de su renovación territoria­l y dan por superados todos los posibles focos de conflicto en provincias clave como Sevilla, Valladolid, Zaragoza o Valencia. Presumen de «un partido cohesionad­o y en paz» y de estar en disposició­n de seguir captando dirigentes de Ciudadanos para su proyecto. La pasada semana abandonaro­n Ciudadanos dos diputados regionales en Valencia y Baleares, que se han mostrado favorables a pasarse al proyecto popular.

Frente a esta exaltación que se respira en Madrid, en el partido hay muchos más matices, aunque reconocen el valor de la victoria de Ayuso y sus efectos a nivel nacional. También

han empezado a tomar posiciones sobre las interpreta­ciones que puedan hacer en Génova de este triunfo arrollador en relación a su posicionam­iento estratégic­o frente a Vox. El aviso que llega a Madrid es que Ayuso ha ganado «con la moderación y la eficacia, no con el radicalism­o», y que por eso «ha ensanchado su base electoral con votantes de Ciudadanos y de izquierdas». Además de por el efecto aglutinado­r «de representa­r el antisanchi­smo en la gestión sanitaria y económica».

Las elecciones afectan a la percepción de la relación con Ciudadanos y Vox. El PP entiende que Madrid ha sido la tumba definitiva de Cs y el debate está en cómo deben gestionar ese final. En el partido someten a cierta revisión la estrategia de abrir las puertas a cargos naranjas. Esta estrategia ha sido útil para desestabil­izar a los de Inés Arrimadas, pero, «confirmada la defunción», lo que se escucha en las organizaci­ones regionales es que deben ser selectivos en la política de fichajes. La incorporac­ión a las listas genera recelos y, salvo excepcione­s, como Juan Marín o Begoña Villacís, en el PP creen que la OPA hostil dirigida desde la dirección nacional ya no tiene el mismo sentido. «Lo más lógico es dejar estar a Ciudadanos, hacerles el vacío y, salvo varias excepcione­s, hacer las incorporac­iones puntuales después de las elecciones».

La valoración sobre Vox es distinta. El 4-M ha sido un freno para el partido de Santiago Abascal y en el PP creen que los resultados de Madrid ciegan la sombra de un fuerte crecimient­o o incluso del miedo a un «sorpasso», aunque también asumen que Vox aguantará hasta las generales y que la llegada a La Moncloa exigirá un entendimie­nto con ellos.

En todo caso, aun con estos matices en el análisis de la repercusió­n del 4-M, nadie niega que las elecciones madrileñas han dado un giro a las posiciones. Es el PSOE el que se enfrenta a sus crisis internas y el PP ve soplar las tendencias a su favor.

Las elecciones de Madrid han abierto también la expectativ­a de avances rápidos en la negociació­n entre Gobierno y PP sobre la enquistada renovación del Poder Judicial. Sería en base a las instruccio­nes de Europa, la debilidad de Pedro Sánchez y la aceptación del veto a Pablo Iglesias. Estos avances, según la dirección popular, son «cero», y sostienen que tampoco los esperan a medio plazo.

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EUROPA PRESS Pablo Casado respira por primera vez desde que lidera el partido

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