La Razón (1ª Edición)

La hora de la gran desbandada

Las playas reciben a los primeros visitantes: «Ya estábamos hartos de estar encerrados y de las prohibicio­nes», relatan a LA RAZÓN

- POR MARTA DE ANDRÉS FOTOGRAFÍA DE ALBERTO R. ROLDÁN

Preludio. Esa es la palabra que viene a la cabeza cuando despierta Benidorm, en el primer día de su nueva vida. Como el olor a tierra mojada antes de la tormenta. Desde hoy, la urbe de vacaciones por excelencia del Levante español abre sus puertas al turismo nacional, dado que el internacio­nal ya tenía permitida la entrada desde hace meses. La ciudad que nunca dormía y que, antes de la pandemia, enlazaba temporadas y temporadas de lleno total, se despereza con timidez. Este es el primer fin de semana de buen tiempo desde hace un mes, otro buen presagio.

Mientras se ha mantenido el cierre perimetral en la Comunidad Valenciana, Benidorm ha sido un destino turístico local de viernes a domingo. En estos momentos, hay abiertos 38 establecim­ientos turísticos y ya se ha programado la apertura de otros 29 más, lo que supone pasar del 23 al 46% de las plazas hoteleras. La ciudad se prepara para un verano en el que las previsione­s varían cada día. La temporada estival de 2020 vino marcada por las cancelacio­nes, las reservas de última hora y la falta de los turistas internacio­nales. Algo que parece que va a repetirse a tenor de la decisión Reino Unido de no incluir a España en la «lista verde» de los 12 territorio­s hacia los que se facilitará­n los viajes a partir del 17 de mayo. «De cara a 2021, tanto los hoteles como el propio destino tienen un reto: ser capaces de atraer a los clientes y fidelizarl­os. Al fin y al cabo, vamos a tener la oferta hotelera de 2021 pero, posiblemen­te, al menos en el corto plazo, la demanda de hace 20 años. Todos tenemos muchísimas ganas de viajar, pero también hay mucha incertidum­bre», explica Miguel Signes, CEO de Flexmyroom, una plataforma que protege a los hoteles de los riesgos derivados de las cancelacio­nes gratuitas.

Playas «a medio gas»

Desde las 9 de la mañana, los primeros «playeros» han ido ocupando posiciones. Relajados, saben que no van a tener que pelear por un hueco. La distancia de seguridad la pueden respetar multiplica­da por tres. La playa de Poniente, una de las más masificada­s de la costa de Levante antes de la pandemia, parece ahora mucho más grande. «El mar está más limpio», cuenta Marina, bailarina de ballet contemporá­neo de origen francés, mientras intenta trasladar a un lienzo en blanco la mezcla de colores que ve.

«Llevo un año en Benidorm, vine justo en plena pandemia, así que no conozco cómo era antes. Así me encanta». El Benidorm que conoce se asemeja más a cualquier lugar de la costa vascofranc­esa, de donde ella viene. «Por eso aún continúo aquí, pero no creo que dure mucho más. Mi plan es volver a San Sebastián cuando esto se empiece a llenar de turistas, prefiero llevarme el recuerdo que tengo de esta ciudad vacía, a mí me parece bonita así». Le pregunto si ha visto «Nieva en Benidorm», una buena película para cerrar su etapa en la cuidad de los contrastes. Porque lo que está haciendo ahora la ciudad es, exactament­e, despertar, sacudirse la nieve, y prepararse para volver a ser el referente del turismo mediterrán­eo. Me despido de Marina después de pedirle sus datos. Me gustaría tener ese lienzo que ha pintado con los colores del sol y el mar limpísimo de la playa de Poniente. Vuelvo a mirar la estampa, desde luego esto no parece Benidorm. Al menos no el que todos recordamos, sembrado de sombrillas discordant­es a lo largo de los sesenta kilómetros de fina arena.

Sigo caminando por la playa para observar el ambiente. La distancia de seguridad, marcada por las cuadrícula­s dibujadas en la arena se multiplica por tres entre cada pequeño grupo de personas. Aun no se ven muchos niños, ni familias. La gente viene sola, o en pareja, como mucho.

Me acerco a una de ellas, el señor está leyendo una revista de viajes. Pienso, esa es la actitud, creo que nos vamos a entender. Efectivame­nte, Miguel y Elvira (les cambio los nombres por motivos obvios) cuentan que se han adelantado un día a la fecha permitida para poder moverse libremente entre regiones. «Vinimos ayer por la mañana, desde Bilbao, tenemos casa aquí y queríamos aprovechar este fin de semana de buen tiempo. Ya estabámos hartos de estar encerrados». No seré yo quien les juzgue, conozco los efectos de la fatiga pandémica.

«Sinceramen­te, estamos hasta el gorro de restriccio­nes y de prohibicio­nes», puntualiza él. «En el País Vasco no nos dejan movernos a ningún sitio; aun así hemos ido hace unos meses a Canarias porque yo tenía un compromiso de trabajo, y nos quedamos allí más días», añade.

Cuentan que antes viajaban mucho, y que esperan poder recuperarl­o cuando pase un poco de tiempo. «Nos hemos recorrido medio mundo, y esta situación nos ha cambiado mucho la vida, para peor. Todos los años invitamos a nuestros hijos y sus familias a un viaje, pero este año al final no nos atrevimos a hacerlo por si nos ponían problemas en el aeropuerto», explica Elvira. «Que hay que fastidiars­e que el gobierno de Canarias no tenga ningún problema con que vayamos desde una comunidad autónoma que tiene mucha más incidencia que la suya (presentand­o PCR negativa, obviamente) pero el que nos lo impida sea el gobierno del País Vasco», matiza Luis, un poco enfadado. Tienen planeado hacer un viaje a África, pero ya será el próximo verano.

Y hasta que llegue ese momento soñado en el que podamos disfrutar de un estío más parecido a los de la antigua normalidad, la perspectiv­a de la costa española no suena mal.

Los recepcioni­stas de varios hoteles me miran con recelo cuando les pregunto si este fin de semana se han animado las reservas. «No se ha notado una diferencia importante respecto a otros», explican en el Hotel Paraíso Poseidón, un establecim­iento de tres estrellas en primera línea de playa. «La gente que ha venido es de la región. Hasta mañana –por hoy– no se ha retirado el cierre perimetral, así que no esperábamo­s clientes de otras regiones. Quizá empiece a animarse a partir del próximo fin de semana». ¿Nadie se ha adelantado? Puede ser, o puede que no, no tenemos modo de comprobarl­o.

La dependient­a de una tienda de bañadores y bikinis me da su opinión: «Los madrileños y la gente del País Vasco sí habéis estado viniendo algunos fines de semana, pero nada llamativo. Lo notas por el acento. Sin embargo, este fin de semana yo no he visto más movimiento, a mí me parece que hay la misma gente que cualquier otro». Y es que el hecho de que el fin del estado de alarma haya caído en domingo, y que las restriccio­nes se hayan seguido aplicado la noche de ayer, ha sido un factor importante para disuadir a los turistas de otras regiones de venir a la playa. «La gente no se arriega por un día. Después de haber esperado tanto, ¿qué más dá unos días más?», dice Araceli, dueña de un restaurant­e en el paseo marítimo. Ojalá la espera merezca la pena, y, en breve, Benidorm parezca el de antes.

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