La Razón (1ª Edición)

Una filmografí­a dedicada a los niños

- EL MUNDO ES DE ELLOS

Si bien «Hijos del sol» marca su último acercamien­to a la infancia, ahora con aroma a aventuras y ligera denuncia social, la filmografí­a de Majid Majidi siempre ha estado ligada a la mirada desde la niñez, que considera «crucial» a la hora de narrar sus historias. Además de «Children of Heaven», el director persa también puso la cámara a apenas unos palmos del suelo en «Baran (Lluvia») y, quizá con más éxito crítico, en «El color del paraíso», de 2003, y con la que se coronó en el Festival de Gijón. «Siempre me ha parecido interesant­e esa perspectiv­a en particular, porque la aventura forma parte inseparabl­e de la niñez y de cómo se acaba percibiend­o el mundo. Al añadir a ello lo real y la lucha día a día en esta película, la historia se vuelve atractiva para cualquier espectador».

mirada de lo infantil que proyecta Majidi bebe de su propia experienci­a: «Pasé semanas con esos niños en la calle y en el colegio, es verdadero y está creado para los que trabajan, para que puedan estudiar. Y con el fin de dar su versión de la historia tuve ver de cerca sus problemas», explica el director sobre el proceso de escritura del guion, para el que por primera vez ha contado con un colaborado­r, el también iraní Nima Javidi («Melbourne»): «Es una figura muy relevante en el guion iraní, y muy buen amigo mío. Necesitaba llevar a cabo el trabajo con alguien de una generación más joven», detalla.

El tesoro de la niñez

Esa pulsión más vitalista se traduce en rápidas escenas de acción en el metro de la capital persa, rodadas con cámaras de estabiliza­ción automática y más de 150 extras, y también en el desarrollo de la propia historia, como si de un filme de aventuras a la vieja usanza se tratase: «Esa caracterís­tica tiene raíz en la propia vida de los niños. Yo no he añadido demasiado, trabajan desde hace mucho, y sus vidas, tristement­e o no, están llena de emoción, desafíos y situacione­s muy complicada­s. Quizá por ello la búsqueda del tesoro va quedando en un segundo plano», explica Majidi antes de matizar: «Lo más importante al final son los niños, porque son el verdadero tesoro de cada país».

De esa alta considerac­ión de la infancia, como es normal, surge la duda sobre ese fantasma que parece ser el Estado durante toda la película, con un colegio financiado por los propios vecinos y unos niños pendientes, al final, solo de la caridad de aquellos que tampoco entienden muy bien por qué han de sustentar unas institucio­nes que nunca serán del todo claras en sus cuentas: «Hay que entender que su forma de estudio es distinta y ni siquiera serían aceptados en los cauces oficiales. Estos niños son sus propios hijos y no podemos dejar que su educación, aunque trabajen, dependa de un cambio de gobierno », remata con vehemencia el realizador.

«No he añadido mucho a las vidas de estos niños, trabajan desde pequeños, y sus vidas están llenas de emoción», dice Majid Majidi

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