Amargados
¿Se acuerdan Vds de cuando nos hacíamos fotos al vacunarnos y los amigos nos felicitaban y todo eran risas y emociones? ¿Se acuerdan cuando los famosos acudían a pincharse con una cámara de la tele para animar al personal? ¿Se acuerdan de cuando se veían lágrimas de emoción cayendo sobre el esparadrapo? Bueno, pues ahora ya no se puede enseñar todo eso. Ahora llega cualquiera con ganas de inmortalizar el momento y, por ejemplo, colgar su foto en su perfil de redes y resulta que está muy mal visto, oigan. A mí no me importa porque yo me vacuné hace tanto que aún estaba de moda, pero es evidente que vuelven a imponer sus leyes los ofendiditos de guardia, consiguiendo que se haga rancio ese instante que supuso, para casi todos, empezar a superar muchos miedos. Ahora enseguida aparecen los que te recriminan que hagas pública una foto que es tuya, que manda huevos que uno no pueda hacer con su careto, su cuerpo, su cámara y su móvil lo que le salga del mismísimo. Ahora ya no es interesante, ni aporta, ni se lleva, ni emociona. Es más, encuentras comentarios faltones debajo de esos momentos que, hasta hace bien poco, nos despertaron la moral; nos acostumbraron de nuevo a una vida que se fue, que creíamos difícil de recuperar; nos acercaron otra vez a una esperanza dormida. Aquellas primeras imágenes fueron la verdadera medicina.pero ahora vienen cuatro modernos, cuatro descreídos, cuatro berzas escondidos bajo un perfil inventado a tirarnos de las orejas, a censurar que hagamos lo que nos pide el cuerpo, el brazo lastimado, las décimas de fiebre y el dolor muscular repetido y feliz. Esas fotos, esos vídeos, constituyen el principio del fin de una maldita pesadilla que nos ha costado mucho dolor. Así que, desde aquí, quiero animarles a disfrutar de las imágenes, a colgarlas donde les pida su papo gordo, a dar mucho el coñazo con los detalles, a dar la turra con lo contentos que estamos, y a celebrar cada vacunación como un acontecimiento dichoso, único y singular. Además de amargados, latosos.