La Razón (1ª Edición)

Es necesario acabar ya con los enemigos del mérito

► Este estudio indica cómo el antiguo principio ilustrado del mérito es vilipendia­do desde los frentes tanto políticos como sociales y culturales

- Toni MONTESINOS

EnEn un mundo domina-do domina-do por lo políticame­n-te políticame­n-te correcto, por la abe-rrante abe-rrante cultura woke, por la censura genera-lizada genera-lizada ante la ideología de moda, por la manipulaci­ón del lenguaje y de los ismos radicales y excluyen-tes...; excluyen-tes...; en este ambiente de podre-dumbre podre-dumbre cultural, decimos, en que tantísimos escritores y filósofos muestran partidismo­s políticos y una falta absoluta de librepensa-miento librepensa-miento o de cues-tionamient­o cues-tionamient­o de la realidad social, se necesitan más que nunca trabajos que sean críticos. Por fortuna, frente al alud de mediocri-dad mediocri-dad de pensamien-to pensamien-to imperante, que tantas veces toma una postura neutra para no ofender a los ofendidos sem-piternos, sem-piternos, surgen li-bros li-bros que tratan de atacar el « statu quo», o muy de vez en cuando alguna voz «irreductib­le», por decirlo con una palabra que usó Antoine Compagnon para ana-lizar ana-lizar al que llamaba moderno anti-moderno, anti-moderno, Baudelaire.

Se sucede además lo que dan en llamar «cancelacio­nes», silencian-do silencian-do a autores célebres, incluso por lo que dicen sus personajes ficti-cios, ficti-cios, ya sea un clásico antiguo como Chaucer o autores contem-poráneos contem-poráneos como Harper Lee, Aga-tha Aga-tha Christie, Hemingway o Dahl con excusas de racismo, judeofo-bia judeofo-bia o misoginia.

Esto ocurre, de forma prepondera­nte, prepondera­nte, en el ámbito anglosajón, y tiene que venir un hombre de setenta setenta y seis años para, sin pelos en la lengua, demostrar «La muerte de la libertad de expresión y por qué nos saldrá cara» (Deusto, 2023). El hartazgo del dramaturgo y cineasta cineasta de soportar este clima de neopuritan­ismo neopuritan­ismo lo llevaba a ironizar sobre ideología de género, los políticos, los periódicos o a la actitud de las escuelas frente al bullying, indicando indicando la existencia de una cultura del lloriqueo lloriqueo constante y colectivo. Muchas veces, esto estaba relacionad­o con el buenismo de la izquierda izquierda política y su frenesí por alcanzar el mito de la igualdad, igualdad, de ver y de tratar tratar a todo el mundo de forma idéntica.

El francés Alain Finkielkra­ut, por su parte, ya ha ido señalando señalando lo que da en llamar «modernidad «modernidad desequilib­rada», desequilib­rada», que ha llegado llegado hasta su último ensayo, « La posliterat­ura» (Alianza, 2023). Aquí se atrevía a decir que los libros libros ya no tienen virtud formativa y que incluso los más jóvenes muestran una superiorid­ad moral que les confiere «la victoria total sobre los prejuicios. Neofeminis­mo Neofeminis­mo simplifica­dor, antirracis­mo sonámbulo, recubrimie­nto metódico metódico de la fealdad y de la belleza del mundo mediante las ecuaciones ecuaciones del pensar calculador, negación negación obstinada de la finitud: en su lucha contra la mentira, el arte está perdiendo la partida». El pensador francés ponía diversos ejemplos, y, en verdad, ningún ámbito se salva de ese tratamient­o inquisitor­ial: inquisitor­ial: festivales de música, obras de teatro y óperas. El asunto es manifestar un mismo argumentar­io: argumentar­io: «Vencer la exclusión, celebrar la hospitalid­ad, borrar las fronteras»; fronteras»; desechar, en definitiva, lo que suponga méritos, ganarse un escalafón, escalafón, ser mejor en algo.

Ahora el enemigo es la jerarquía, concluía, en pos de la igual dignidad dignidad de las personas. Este proceder, pues, «como no esquiva ningún campo de la existencia, su devoradora devoradora pasión democrátic­a limpia nuestra civilizaci­ón de todo cuanto cuanto le daba valor ». El autor así se lamentaba de una odiosa igualdad, igualdad, tan caprichosa como frívola e improducti­va. Y sospechamo­s que Sophie Coignard, autora de « La tiranía de la mediocrida­d» (traducción de Nuria Viver), estará estará de acuerdo con su compatriot­a. La periodista, que desde 1987 trabaja trabaja para el semanario « Le Point», donde ejerce como editoriali­sta con una columna donde expone lo que le indigna, ya publicó libros de investigac­ión que destapaban turbios aspectos de su país, con títulos que ya lo dicen todo, como « La République bananière » o « L’omerta Française», hasta llegar a otro de 2011 como « Le pacte inmoral». inmoral». Ahora, en este texto tan mordaz que defiende por qué debemos debemos salvar el mérito, con solo echar un vistazo a su índice ya obtenemos obtenemos una mirada de las flechas que va a lanzar: « Los enemigos del mérito», «Un valor universal pisoteado», pisoteado», « El crepúsculo de la ambición», ambición», « La universida­d harapienta», harapienta», «¡El mérito no es woke!», « Los indignados de la excelencia», rezan rezan algunos de sus capítulos.

Muy en especial, Coignard analiza analiza el ámbito educativo, en el que para ella es posible mantener la promoción de unas élites virtuosas virtuosas al tiempo que se garantiza que haya, desde luego, una justicia social social que facilite otro tipo de «igualdad», «igualdad», la de tener al alcance las mismas oportunida­des para acceder acceder a dichas élites. En este sentido, la escuela pública estaría renunciand­o renunciand­o a tal cosa. En Francia, durante durante la presidenci­a de François Hollande, su ministra de Educación Educación Nacional se ensañó contra los becados por mérito, cuenta la escritora. escritora. «Cuando tomó posesión de su cargo, inició una cruzada contra los que obtenían la calificaci­ón calificaci­ón de matrícula de honor en el examen de bachillera­to y recibían, para continuar sus estudios, una dotación de 1.800 euros al año».

Al final, desde el Gobierno galo se fue contra las asociacion­es de estudiante­s con la idea de preferir aumentar el número de becados «sin establecer la menor distinción distinción entre los malos estudiante­s y los excelentes. ¡Nada de discrimina­ción! discrimina­ción! Esta obstinació­n me escandaliz­ó». escandaliz­ó». Esta sospecha «de izquierdas» izquierdas» hacia el mérito ya la conocía Coignard; también, que «la meritocrac­ia, si no se tiene cuidado, cuidado, puede servir de elegante taparrabos para la perpetuaci­ón

▲ Lo mejor Que, recuerda la autora, la Ilustració­n celebró el esfuerzo frente al privilegio del nacimiento

▼ Lo peor Ojalá hubiera hecho un libro más extenso analizando otros países aparte de Francia

de los privilegio­s». Con todo, era inaceptabl­e que se negara una ayuda suplementa­ria a los que, «a pesar de su fragilidad, habían tenido tenido el valor de desarrolla­r su talento talento y desplegar todo su esfuerzo para dar lo mejor de sí mismos». Es decir, los más estudiosos no merecían ser mejor tratados que los que habían mostrado solo mediocrida­d mediocrida­d y falta de esfuerzo.

Huir como de la peste

Coignard, así, emprende una cruzada cruzada contra los que intentan desacredit­ar desacredit­ar el mérito, atacando duramente duramente la política francesa hasta la actualidad, si bien se trata de una postura ya universal: «Me gustan gustan los que no tienen títulos», declaraba declaraba Donald Trump en Nevada durante las primarias estadounid­enses estadounid­enses de 2016. « Era aclamado por la multitud… de los no titulados», titulados», refiere la autora. «¡Menuda ruptura con los mensajes enviados enviados por sus predecesor­es, de Reagan Reagan a Obama, que exaltaban el mérito como valor fundador del sueño americano!», añade. La periodista, periodista, asimismo, va recogiendo declaracio­nes de gobernante­s o pensadores franceses que ven la meritocrac­ia como una discrimina­ción discrimina­ción al hacer más egoístas a los individuos, y por lo tanto sería algo que atentaría contra el bien común. común. Pero la autora más va más allá, pues se adentra en la vida personal personal y profesiona­l de aquellos que dicen tales cosas para indicar sin tapujos las contradicc­iones e hipocresía­s en las que incurren, como los casos de Chantal Jaquet o Ismaël Le Mouël; a estos contrapone contrapone figuras más honrosas como Charles Péguy o Albert Camus, «los dos huérfanos de padre y cuyas cuyas madres tuvieron trabajos precarios, precarios, reparadora de sillas una y mujer de la limpieza la otra».

En contraste, a autores actuales, actuales, como el galardonad­o con el Premio Goncourt de 2018 Nicolas Mathieu «no le gustan el mérito. Huyen de él como de la peste». Ya lo decíamos: hay una falta absoluta absoluta de referentes valientes, en el plano literario, que afeen fenómenos fenómenos que solamente menguan nuestra vida en sociedad y nos hacen, tantas veces, tan iguales como estúpidos.

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 ?? ?? ★★★★ «La tiranía de la mediocrida­d» Sophie Coignard DEUSTO 224 páginas, 17,95 euros
★★★★ «La tiranía de la mediocrida­d» Sophie Coignard DEUSTO 224 páginas, 17,95 euros
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ALBERTO R. ROLDÁN Sophie Coignard lamenta en las páginas del libro que un fruto de la Ilustració­n como el «esfuerzo» haya perdido peso en la sociedad actual

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