Hablemos de sexo
MeMe temo que algu-nos algu-nos de mis que-ridos que-ridos lectores piense que siempre que la Iglesia o los ecle-siásticos ecle-siásticos se refieren al sexo lo hagan para condenarlo o con-siderarlo con-siderarlo algo pecaminoso. Y no es así. Acaba de demostrarlo nuestro Papa Francisco en la catequesis que pronunció el miércoles cuya lectura les reco-miendo reco-miendo muy vivamente.
En sus palabras, afirmó que «en el cristianismo no se conde-na conde-na el instinto sexual» y aún más claramente que «el instinto sexual es un don de Dios». Pero a Bergoglio no se le escapa que «esta hermosa dimensión de nuestra humanidad, la dimen-sión dimen-sión del amor, no está exenta de peligros».
Y basándose en la experiencia secular, alerta del «demonio de la lujuria»: «Este vicio devasta las relaciones entre las personas que se convierten en relaciones tóxicas, de posesión del otro, carentes de respeto y de sentido de los límites». «Son amores», dice, «en los que ha faltado la castidad; una virtud –fíjense bien– que no hay que confundir con la abstinencia sexual; la cas-tidad cas-tidad es más que la abstinencia sexual, es la voluntad de no po-seer po-seer nunca al otro».
Otro peligro, bien presente en nuestras sociedades, es la por-nografía, por-nografía, Esta es, según el Papa, una satisfacción sin relación que puede generar formas de adicción»; así lo constatan estu-dios estu-dios recientes que señalan que incluso muchos menores de edad acaban siendo esclavos del consumo pornográfico a través de las redes sociales.
La lujuria, no el sexo, es una especie de « voracidad hacia otra persona, un vínculo enve-nenado enve-nenado que los seres humanos mantienen entre sí, especial-mente especial-mente en el ámbito de la sexua-lidad». sexua-lidad». Y como advertencia final nos dice que «ganar la batalla contra la lujuria, contra la ‘cosi-ficación’ ‘cosi-ficación’ del otro, puede ser un esfuerzo que dura toda la vida».