Mal de muchos, consuelo de pocos
CadaCada generación en-frenta en-frenta sus propios desafíos. La nuestra no es una excepción. La cultura de masas nos dice qué apreciar y en qué medida. Una gestión de nuestra atención que supone un planteamiento có-modo, có-modo, pero extraordinariamente peligroso debido a su uniformi-dad. uniformi-dad. A este contexto, debemos sumarle nuestro propio rumbo. Principios que pueden asaltar-nos asaltar-nos por sorpresa, fidelidad a un propósito concreto, educación recibida por un maestro a edad temprana. Ahí va un ejemplo: apenas habiéndome afeitado por primera vez, un amigo de la familia, autonombrado mi pri-mer pri-mer marchante, logró concertar cita con un supuesto coleccionis-ta coleccionis-ta local:
–Me informan que han venido porque quieren vender algunos cuadros –dijo el posible mecenas nada más vernos entrar–. –Siento haber entendido mal –respondió mi representante– creí que usted había menciona-do menciona-do que los quería comprar.
Todavía intento comprender lo que pasó. Salí como entré con mis cuadros bajo el brazo y una duda existencial más. Comparto con usted otras enseñanzas. «El dinero en el mundo del arte, Joa-quín, Joa-quín, se consigue con la venta de la habilidad. Nunca, jamás, ven-das ven-das tu sensibilidad». «El dinero es como el salvavidas que se lan-za lan-za al nadador cuando ya ha ga-nado ga-nado la orilla, sano y salvo». «El dinero conseguirá que no pin-tes». pin-tes». «No aceptes reconocimien-tos. reconocimien-tos. Premiarte por pintar es como darle un premio a un árbol por ser un árbol». «Tú tranquilo, mientras yo esté contigo no lo conseguirán». «Las variables que te distraerán son infinitas…». Nunca se lo dije, pero para mí el infinito comienza a partir de mil euros y cobrar. He cumplido or-gullosamente or-gullosamente cada uno de los consejos garantizando honor y precariedad. Aprovecho la opor-tunidad opor-tunidad para desmentir el rumor de que mi primer matrimonio fuese por dinero. Quien pudo casarse por dinero, precisamen-te precisamen-te porque lo tenía, fue ella. Eso hizo que aceptara sin dudar.