La Razón (1ª Edición)

Yolanda, el bluf

- Jorge Vilches

EsEs fácil pasar de la sim-patía sim-patía al ridículo. Puede llegar el momento para un líder en el que aquello que hacía gracia al públi-co públi-co pase a ser una demostraci­ón de superficia­lidad y atolondra-miento. atolondra-miento. Cuando esto sucede, es imposible resucitar a un dirigen-te dirigen-te político, sobre todo cuando su trayectori­a, como Yolanda Díaz, solo se basa en la imagen, no en el reconocimi­ento a su inteligen-cia, inteligen-cia, buen hacer y sabiduría. Si pierde el idilio con el electorado porque causa vergüenza ajena, lo más probable es que se hunda para siempre.

Hoy, Díaz está en esa tesitura por dos motivos: la saturación del personaje y la pinza que sufre entre Sánchez y Podemos. Si fue-ra fue-ra una política con más fuste no habría problema, pero su ascen-so ascen-so se debió solo al impulso pro-pagandísti­co pro-pagandísti­co del PSOE. Sánchez necesitaba una persona para li-quidar li-quidar a Pablo Iglesias, y eligie-ron eligie-ron a Yolanda. La jugada fue per-fecta per-fecta porque era la designada por Iglesias para la sucesión. Sánchez la convirtió en el Bruto que apu-ñaló apu-ñaló a César. Usaron su ambi-ción. ambi-ción. Le dijeron que podría ser la primera mujer presidenta del Gobierno. La vanidad pudo con ella y para desbrozar su camino purgó a las dirigentes podemitas, como Montero y Belarra.

El «sanchismo» se frotaba las manos. Era mejor para sus inte-reses inte-reses competir a su izquierda con un partido en pañales como Su-mar, Su-mar, sin cuadros ni implantaci­ón territoria­l, que con Podemos. Además, no necesita a Yolanda para pactar con los independen-tistas, independen-tistas, algo que en su día hizo Pablo Iglesias. Ahora lo hacen Santos Cerdán y Félix Bolaños.

Una vez que Díaz ayudó a li-quidar li-quidar a Podemos, su existencia política ya no tiene interés. En las urnas no funciona y en los son-deos son-deos para las elecciones gallegas, la tierra de Yolanda, puede que-dar que-dar extraparla­mentaria a pesar de que presenta a Marta Lois, su portavoz en el Congreso. Ahora piensa sustituir a esta gallega por Íñigo Errejón, lo que favorece el plan expansioni­sta de Sánchez. Este dirigente de Más País es un hombre desacredit­ado, una sombra sombra del pasado, de aquella nueva política que fracasó.

El «sanchismo» no tiene ahora más que dejar caer a Yolanda, que es sustituibl­e por cualquier mujer del PSOE. Sus críticas al anuncio de Sánchez de ampliar el aeropuerto aeropuerto de Barajas son una pataleta pataleta que muestran su debilidad. Pero no se la van a cargar usando estas controvers­ias menores, sino convirtien­do su punto fuerte, la imagen, en su debilidad. Es aquí donde la simpatía que despertaba despertaba puede convertirs­e en alipori general. Dos entrevista­s de esta semana atestiguan la trampa en la que ella sola se ha metido.

La primera fue en « Late Xou», con Marc Giró, en RTVE. Yolanda Yolanda Díaz se presentó como un personaje involuntar­iamente cómico, y, por tanto, indeseable para el voto. No fue solo que confundier­a confundier­a a Juana de Arco con Juana « La loca», es que no hubo diferencia entre ella y cualquier famoso de concurso descerebra­do. descerebra­do. Sin autoridad no hay respeto, y Yolanda Díaz lo perdió. Tampoco Tampoco ayudó decir que vivir en Madrid es un infierno, cuando disfruta de un piso oficial de 443 m2. Resultó de pija desagradec­ida. desagradec­ida. Y el uso de su latiguillo, «te voy a dar un dato», resulta ya cargante. cargante. Es como el humorista que triunfa con una sola frase, que se acaba odiando.

Después vino la entrevista con Ana Terradillo­s, en Telecinco. La comunista no está acostumbra­da acostumbra­da a preguntas incómodas y se desmoronó. No contestó a la cuestión de si ofreció a Irene Montero la embajada en Chile – otro insulto para el cuerpo diplomátic­o–. diplomátic­o–. Y cuando Terradillo­s apretó, no supo qué decir. El episodio episodio demuestra que se ha abierto abierto la veda contra Yolanda. El asunto es grave para ella, porque Sumar no tiene valía, discurso propio ni personalid­ad. La considerac­ión considerac­ión general es que es un apéndice del «sanchismo», sin más, y que no aguantará la legislatur­a, legislatur­a, constituye­ndo el bluf más descarado de la última década.

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