La Razón (1ª Edición)

Beber para no olvidar

- Antonio Flores Lorenzo es ingeniero agrónomo, historiado­r y antiguo representa­nte de España en la FAO Antonio Flores Lorenzo

UnaUna caracterís­tica cultural im-portante im-portante de los pueblos es su modelo de alimentaci­ón. El vino ha formado parte de la alimentaci­ón de los pueblos mediterrán­eos desde la más lejana antigüe-dad. antigüe-dad. Para España ha constituid­o secular-mente secular-mente un elemento cultural fundamenta­l que ha contribuid­o a dar forma a nuestras costumbres, a nuestra lengua, a nuestro arte y tradicione­s. En resumen a nuestra idio-sincrasia. idio-sincrasia. Resulta un poco triste observar que su consumo está disminuyen­do. Segui-mos Segui-mos siendo uno de los productore­s más importante­s del mun-do, mun-do, sin embargo los da-tos da-tos de consumo nos están llevando inexora-blemente inexora-blemente al vagón de cola de los países desa-rrollados. desa-rrollados.

Las cosas, salvo la Creación, no surgen de la nada, tienen un ori-gen. ori-gen. Y el origen suele ser interesant­e cuando son significat­ivas. La cultura del vino es una cosa sig-nificativa. sig-nificativa. No ha surgido por casualidad, ni por generación espontánea. Es el resultado de un conjunto de experien-cias, experien-cias, descubrimi­entos, tradicione­s y vivencias que constituye­n un va-lioso va-lioso patrimonio, ínti-mamente ínti-mamente relacionad­o con quienes somos, con como somos y con de donde somos.

En las más antiguas culturas del Mediterrán­eo, el vino ha sido desde siempre una presencia permanente. Su descubrimi­ento se relata ya en el primer libro de la Biblia, en el antiquísim­o Génesis, con la historia de Noé. Hay que recordar que el Génesis dice que el Arca del Patriarca en-calló en-calló en el Monte Ararat, tras el diluvio. Pa-rece Pa-rece probado que el origen de la domestica-ción domestica-ción de la vid tuvo lugar en la zona del Cáucaso donde está enclavado el citado monte. Sucedió en torno a seis mil años an-tes an-tes de Cristo, en pleno neolítico.

Fueron los Fenicios, grandes navegantes y también grandes bebedores, los responsa-bles responsa-bles de la difusión del vino por todo el ámbi-to ámbi-to Mediterrán­eo. Gracias a ellos el vino co-menzó co-menzó a convertirs­e en un decisivo vehículo cultural. Fue el elemento central de los «sim-posium» «sim-posium» griegos en los que se generaba nuestra cultura, se cuidaba el espíritu y se vivía la amistad en torno a cráteras llenas del sabroso líquido. Los galos, colosales bebe-dores, bebe-dores, fueron conquistad­os por los vinos italianos mucho antes de que llegaran las legiones de Julio Cesar. Por doquier su consumo consumo se fue convirtien­do en un hábito fundamenta­l fundamenta­l de la vida digamos «civilizada».

También tiene un significad­o trascenden­te trascenden­te para nuestra civilizaci­ón. Quedó grabado de forma indeleble cuando nuestro Señor Jesucristo lo utilizó como instrument­o privilegia­do privilegia­do de la permanenci­a de su Encarnació­n Encarnació­n hasta el fin de los tiempos.

Estamos por ello ante un elemento universal universal de tremenda importanci­a para la cultura y la vigencia de los vínculos humanos, particular­mente particular­mente en el orbe católico. De hecho las fronteras geográfica­s entre las regiones católicas y las de tradición protestant­e coinciden coinciden más que aproximada­mente con las líneas que delimitan el cultivo de la vid, hasta hasta el punto que ninguno de los países en los que se produce, se convirtió al protestant­ismo. protestant­ismo.

Arrancando del canal de la Mancha engloban engloban la Alemania del este y del sur, Bohemia y Eslovaquia, para luego descender a los países países balcánicos. Ningún país situado al sur de dicha línea se rindió a la reforma protestant­e. protestant­e. No sucede lo mismo en la parte septentrio­nal septentrio­nal del viejo continente en el que naciones naciones no productora­s de vino, como Irlanda, Polonia y Lituania han conservado su carácter carácter de católicas hasta nuestros días.

Avanzando hacia lo más próximo, el vino ha tenido una presencia significat­iva en España, España, donde se cultiva, probableme­nte desde desde el siglo X adc y donde rápidament­e se consolidó como un componente más de la alimentaci­ón, la cultura y las ganas de fiesta de nuestros antepasado­s. Lo cuentan Estrabón, Estrabón, Séneca, Plinio y otros eminentes romanos. romanos. Sin desdeñar luego a San Isidoro, o a los poetas de Al Andalus, que cantaron las excelencia excelencia de nuestros caldos, en clara contradicc­ión contradicc­ión con sus prácticas religiosas.

El viñedo constituyó también un factor de primer orden en el proceso histórico que hemos conocido siempre como la Reconquist­a. Reconquist­a. El avance de las fronteras de los reinos cristianos llevó a la ocupación de vastas zonas zonas muy poco pobladas, en las que se reasentaro­n reasentaro­n pobladores de tradición cristiana. Particular importanci­a tuvieron en este proceso proceso las comunidade­s monásticas, que trajeron trajeron variedades de uva, métodos y prácticas enológicas eficientes y modernas. Su influencia influencia contribuyó a crear una agricultur­a más dinámica y orientada al comercio, que fue fundamenta­l para el desarrollo de muchas muchas de nuestras comarcas.

Pero al final lo importante está en nuestro terruño. Porque nuestros vinos tienen una procedenci­a concreta que tampoco es casual. Proceden de un ámbito determinad­o, de pequeños pequeños pueblos, cuyos suelos, cuyo clima y cuya luz han aportado el milagro que permite permite la génesis de este producto. Pero también resultó imprescind­ible el elemento humano, la capacidad de imaginar, de crear y de disfrutar disfrutar de las obras bien hechas. La conjunción de las dos cosas ha conducido a que nuestro país conserve desde hace casi mil años un puesto privilegia­do entre los mejores vinos del mundo. Los productore­s actuales se inscriben inscriben en esa tradición, ya sea por herencia familiar o por haber elegido correctame­nte a los amigos. Una tradición incrustada en la energía telúrica que viene de la tierra y que iluminada por nuestro relumbrant­e sol estimuló estimuló a nuestros antepasado­s a conservar este pequeño pero intenso valor, mejorándol­o y utilizándo­lo como vinculo para permanecer unidos. Beberlo es siempre un experiment­o valioso para disfrutar de la compañía, aprender aprender a ser mejores y gozar de la vida. No podemos podemos consentir que esta tradición se pierda.

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