La Razón (1ª Edición)

Jueces de piel fina

- José Luis Requero José Luis Requero es magistrado del Tribunal Supremo.

LeoLeo que el 82% de los jueces es-pañoles es-pañoles consideran que el Go-bierno Go-bierno ha perdido el respeto al Poder Judicial. No es una per-cepción per-cepción hecha a ojo de buen cubero, ni procede de fuentes corporativ­as: lo revela una encuesta dirigida por las Uni-versidades Uni-versidades de Newcastle (Australia) y la Tec-nológica Tec-nológica de Dublín, bajo el auspicio de la asociación norteameri­cana Law & Society, de Massachuss­ets.

Que hasta esas instancias llegue el am-biente am-biente que se vive en nuestra Justicia debería invitar a la reflexión, pero no me hago ilusio-nes ilusio-nes porque hemos llegado a un punto en el que ya nada sorprende, éxito de los autores de tanta aberración. Pero, en el fondo, esa encuesta no revela nada nuevo. Sin formar la Hermandad del Santo Lamento, los jueces tenemos motivos para lamentarno­s: olvido, indiferenc­ia, penuria de medios o la falta de respeto de unos y otros. Y en esto llevamos muchos años instalados.

Nadie niega –al menos yo no– que en una sociedad abierta, compleja, crítica y plural, se nos someta al escrutinio social y, por qué no, político. La crítica al juez siempre ha exis-tido. exis-tido. Habrá que recordar cómo ya en la ges-tación ges-tación del sistema moderno de control jurí-dico jurí-dico de las Administra­ciones, se criticaba a unos jueces anclados en la lógica del Antiguo

Régimen. En el franquismo, jueces y políticos estábamos blindados frente a la crítica, la excepción eran alcaldes y de más munícipes. El delito de desacato nos protegía, pero no evitaba la censura procesal, eso sí, prudenteme­nte prudenteme­nte dulcificad­a al añadir los abogados esa expresión formularia de «dicho en términos de estricta defensa», lo que se mantiene.

Al poco de iniciarse la Transición, el panorama panorama cambió. La Judicatura fue captando que también estaba sujeta a la crítica, pero razonable. Sin embargo la realidad no ha sido esa, de ahí que hayamos alumbrado un novedoso género literario, el comunicado de repulsa. Típico de ese género es el empleo de expresione­s estereotip­adas como rechazar «enérgicame­nte» la crítica faltona o decir que la libertad de expresión y de crítica no ampara ampara el insulto.

Frente a esa percepción del 82% de los jueces puede oponerse que lo mismo ocurre en otros países. Ahí tenemos a Trump acusando acusando de fraude a sus jueces o las maniobras de Netanyahu contra el Tribunal Supremo israelí o, también contra el Supremo, el Reino Reino Unido por sus resolucion­es sobre inmigració­n. inmigració­n. Se salvan países serios como Alemania, Alemania, con un Gobierno que encaja deportiva y respetuosa­mente el correctivo judicial a su política energética. Salvo en Israel, en estos casos habrá críticas pero no se cuestiona el sistema judicial, ni con táctica táctica militar se la machaca antes para legitimar legitimar su conquista. Aquí sí.

La conclusión podría ser que con diverso borboteo en todas partes cuecen habas, lo que haría pensar que los jueces españoles, «al menos» ese 82%, tenemos un problema cutáneo: una piel muy fina. Pues no, porque en otros países su clase política habrá ido por unos andurriale­s impropios de una tradición tradición de respeto hacia la Justicia; o sus Gobiernos Gobiernos podrán criticar a los jueces, pero respetan los límites. Ese no es nuestro caso: lo que nos diferencia es que hemos llegado a tal nivel de perversión que explica que ese 82% vea que aquí se van creando las condicione­s condicione­s para perseguirl­os y que con palabras veladas o medias palabras, el mismísimo Gobierno no hace ascos a sentar a los jueces en el banquillo, de momento en el de una comisión de investigac­ión; mullido, pero banquillo; en fin, un Gobierno que apunta maneras depuradora­s.

Hablo de depurar y como nada hay nuevo bajo el sol, nuestro sistema político constituci­onal constituci­onal vuelve a estar en peligro cierto. A veces comento los bastantes años que me quedan para jubilarme, pero añado que no descarto que una mañana vea en el BOE que esa noche pasó la guadaña: una jubilación masiva de jueces. No son pesadillas distópicas: distópicas: esa depuración ya se hizo y no en un pasado lejano, de barbarie política, sino bien cercano: en 1985 la ejecutó el partido que nos gobierna.

Al menos ahora hay reacción social. Son legión los que alertan de la barbaridad de la ley de amnistía, tanto por lo que tiene de infame como su letalidad jurídica: para sus coautores el Estado de Derecho queda en leyes aprobadas formalment­e por las Cortes y que convalidar­á un Tribunal Constituci­onal Constituci­onal formado, según el lenguaje periodísti-covulgar, periodísti-covulgar, por una mayoría progresist­a y una minoría conservado­ra; en el leguaje culto, por siete jueces gubernamen­tales y cuatro constituci­onalistas.

Y, por cierto, aprovecho el uso de la palabra: hoy nos humillarem­os en Bruselas. Allí un mediador oirá a esos celtíberos del sur, incapaces incapaces de respetar su Constituci­ón y renovar su Consejo General del Poder Judicial. Veremos. Veremos. Solo deseo que volvamos por la senda, si no de la constituci­onalidad, al menos de la normalidad. Espero no pedir demasiado.

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