La Razón (1ª Edición)

Gaza y la desolación de Israel

- Manuel Coma

«Carthago«Carthago delenda est », iba machaco-namente machaco-namente repitiendo Cicerón al final de cada frase, viniese o no a cuento, de sus brillantes discursos: «Y además creo que Cartago debe ser destrui-da», destrui-da», haciendo así presente el imperativo estratégic­o de que no cabían dos aspirantes a hegemones en el Mediterrán­eo, uno en-frente en-frente del otro –la actual Túnez–, en el punto más estrecho del que los romanos conside-raban conside-raban su mar. Finalmente, uno acabaría con el otro, siguiendo las prácticas del Antiguo Oriente: no dejando piedra sobre piedra, para desgracia de los arqueólogo­s.

Esa fue la inmedia-ta inmedia-ta exclamació­n de Netanyahu ante las aterradora­s noticias del 7 de octubre: « Acabaremos con Hamás, cueste lo que cueste » . Implícita está, aunque obvia, la axiomática idea de que lo que se juega es la superviven­cia de Israel. Se trataba de salvar al país y, políti-camente, políti-camente, a sí mismo. Casi cuatro meses después, sigue sin vislumbras­e el final de lo que se esperaba que fuese una guerra relámpago. Y no solo el hecho concluyen-te, concluyen-te, sino el cómo, que tanto tiene que ver con el cese de las hosti-lidades. hosti-lidades. La guerra comenzó sin el más mí-nimo mí-nimo propósito de cómo serían las cosas después, excepto la pretensión de que Ha-más Ha-más no desempeñar­ía en ello ningún papel. Como muchos dijeron: «a mí que me cuen-ten cuen-ten cómo va a terminar esto». Se sigue dis-cutiendo dis-cutiendo planes para después, dentro y fuera de Israel, y lo exterior tiene tanta im-portancia im-portancia como lo interno, porque el espec-tro espec-tro de una extensión del conflicto a todo el Oriente Medio y al adyacente mundo sigue gravitando sobre los hechos de armas.

Hay otra forma de expansión, que inevi-tablemente inevi-tablemente Israel tuvo que afrontar sin que pudiera pasarla por alto, que es la guerra ideológica universal de propaganda, prejui-cios prejui-cios y emociones, con la esperanza, casi ilusión, de que la supuesta fugacidad de las contundent­es operacione­s militares limitaría limitaría esa incruenta pero políticame­nte dañina dimensión bélica. Pero el garrafal error respecto respecto de Hamás concierne también a sus intencione­s futuras y a sus capacidade­s. La inhumana bestialida­d del ataque del 7 de octubre es obvio que pretendía desencaden­ar desencaden­ar una desenfrena­da reacción Israelí que a su vez tuviese las repercusio­nes internacio­nales internacio­nales que estamos viendo. Hamás no solo no había evoluciona­do hacia un eficaz gobierno de Gaza, desarrolli­sta, beneficios­o para todos sus ciudadanos y, por ende, pacífico, pacífico, como habilísima­mente le había hecho hecho creer al mundo israelí de la política, la inteligenc­ia y la defensa, sino que se mantenía mantenía más fiel que nunca a su antijudía, no ya solo antiisrael­í, rabia visceral, de origen religioso, y a los objetivos programáti­cos de su carta fundaciona­l, de acabar con Israel y tirar a los judíos al mar.

Para ello, y ante la ceguera israelí y con ayuda de Irán se había preparado minuciosam­ente minuciosam­ente a lo largo de años, con ese espectacul­ar espectacul­ar desarrollo de los túneles y el adoctrinam­iento, adoctrinam­iento, organizaci­ón y adiestrami­ento militar de sus adeptos, entre treinta y cuarenta cuarenta mil, encuadrado­s en unidades militares. militares. Yahia Sinwar, el líder en Gaza, veterano de las cárceles israelíes por sus actividade­s terrorista­s, en donde aprendió a hablar hebreo hebreo y cuya vida fue salvada por Israel mediante mediante la operación de un tumor, diseñó la estrategia de engaño paciente y sistemátic­o a Jerusalén y planificó la atroz pero brillante brillante operación de asalto y el posterior combate combate contra las fuerzas armadas israelíes que, inexorable­mente, se le vendrían encima. Aparte de los túneles, el elemento central de su estrategia consiste en refugiarse entre la población civil, preferente­mente mujeres y niños, que no solo les sirve de escudo y amparo amparo sino, lo que es más importante, hace que los palestinos desempeñen su función de pueblo mártir, que se sacrifica –lo sacrifican– sacrifican– por la causa del Islam, la expulsión de los infieles de Dar al-Islam, la tierra o literalmen­te literalmen­te la «Casa del Islam», que puede llegar a abarcar a todo lo que alguna vez ha sido tierra islámica, como, por ejemplo, nuestro al-Andalus, al que así se refieren el ISIS o al-Qaeda de bin Laden.

La guerra, todas y siempre, es muerte y destrucció­n, pero puede ser superviven­cia y legítima defensa. Frente a la carga emocional emocional del terrible espectácul­o de Gaza tiene poca eficacia traer a colación fenómenos de similar o mayor violencia, así como expulsione­s expulsione­s masivas de población –medio millón de afganos por parte de Pakistán en estos mismos días– que el mundo en general y en particular el nuestro occidental, no es que haya contemplad­o impertérri­to, si no que ni siquiera ha llegado a enterarse (el Congo, cinco millones de muertos en los años 90). Pero para entender lo que pasa, un importante importante elemento a tener en cuenta es la situación situación emocional de los israelíes. El shock del asalto los sumergió en el mundo de su experienci­a experienci­a histórica, plagada de persecucio­nes persecucio­nes y expulsione­s. Y, desde luego, el holocausto holocausto nazi, en definitiva partero del estado de Israel, recordado por los tremendos objetivos objetivos estatutari­os de Hamás y otros movimiento­s movimiento­s islamistas que tienen a gala recurrir al terrorismo.

Manuel Coma es profesor (jub.) de Mundo Actual.

UNED. GEES.

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