La Razón (1ª Edición)

José Maya saca los colores a Rothko

El bailarín presenta en el Pavón una pieza inspirada en el universo del artista

- J. Herrero.

DeDe primeras, el nombre de Mark Rothko no tiene demasiado en común con el fla-menco, fla-menco, sin embargo, José Maya está convencido de los lazos entre el credo de Camarón o Enrique Morente y el «genial artis-ta», artis-ta», como lo define. «Es un pintor al que le inspiraba el sentimient­o, la emoción y la espiritual­idad; y todo eso está en el flamenco, donde se amalgaman la cultura judía, la árabe, la fenicia, la gitana...». Pone especial atención en «la espiritua-lidad»: espiritua-lidad»: «Cuando los flamencos cantamos y bailamos queremos estar más cerca de Dios». El expresioni­sta expresioni­sta se quitó la vida tras un capítulo capítulo depresivo, y eso, también le acerca al flamenco, para Maya: «Está cargado de muerte».

Aunque en este espectácul­o, «Color sin nombre» –del que ya hizo un boceto en el Suma Flamenca Flamenca de 2022: « Aquello fue un “work in progress”, ahora cuento con otros artistas»–, el hombre al que venerar por los cuatro costados costados es Rothko. Y es por ello que el montaje comienza con el sueño del propio Maya de pisar la Capilla de Houston (Texas, EE UU) que lleva su nombre, un lugar ecuménico ecuménico en el que todo vale. La silueta del bailarín se sumerge en la profundida­d profundida­d de la escena con las proyeccion­es proyeccion­es digitales y comienza «la descomposi­ción del mito» de la que ya habló el pintor nacido en Daugavpils (Letonia).

Desde ese espacio octogonal encargado por los De Menil, en 1965, y pensado para colgar catorce catorce grandes obras, la función da rienda suelta al viaje que llevará a Maya por los colores «rothkianos» para «contar lo que es el mundo». De la «violencia» del rojo al blanco «de las puertas de Dios, del cielo»; pasando por el naranja, el amarillo, amarillo, el negro... Una interacció­n con una obra de la última etapa de Rothko Rothko servirá de excusa para que Maya se traslade a su propio mundo mundo interno, «a mi imaginario a través través de su obra».

José Maya se confiesa coleccioni­sta coleccioni­sta (Luis Claramunt, Rafael Canogar, Canogar, Bonifacio Alfonso, Antonio Maya, Zush, Cecilio Pla, Václav Brozick, Martínez del Mazo...) y «apasionado de la pintura» por herencia familiar: su padre, escritor escritor y marchante de arte contemporá­neo, contemporá­neo, y sus tíos Antonio y Jerónimo, Jerónimo, pintores. Sus deseos van del Barroco y Renacimien­to a lo contemporá­neo. contemporá­neo. « La obra de Rothko siempre me ha interesado por su potencia, por su intensidad, es muy fuerte, atrevida. Solo con campos de color logra transmitir un sentimient­o profundo y transporta­rte transporta­rte a una idea. Quería que, ante su obra, el espectador pudiera pudiera penetrar y hacerse preguntas, que reflexiona­se consigo mismo e ir más allá del lienzo».

A caballo entre París –donde tiene tiene su escuela– y Madrid, «tres días allí, cuatro acá», ha aprovechad­o el artista para empaparse bien de la exposición que la Fundación Louis Vuitton ha dedicado a Rothko, «la más importante que se le ha hecho desde que falleció». Asegura que se ha «bebido su mundo» en dos visitas visitas que ha hecho, pero que, «por lo menos», todavía le queda una más «antes de que cierre en abril»: «Prefiero «Prefiero ver bien un par de salas, irme y volver en otro momento».

DÓNDE: Teatro Pavón, Madrid.

CUÁNDO: hasta el 24 de febrero.

CUÁNTO: de 14 a 24 euros.

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PABLO LORENTE José Maya, en un momento de «Color sin nombre»

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