La Razón (1ª Edición)

Lucía Carballal ante muchos escombros, un padre y un castillo

La autora se planta en la Comedia con «La fortaleza», donde se pregunta qué hacer con la herencia recibida y si tiene sentido mirar el pasado con los ojos del presente

- Julián Herrero.

ElEl origen (encargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico) es cristalino: « El castillo de Lindabridi­s». A par-tir par-tir de ahí, libertad absoluta para Lucía Carballal. La obra (posible-mente (posible-mente la más fantasiosa) de Calde-rón Calde-rón de la Barca se convirtió de pron-to pron-to en «una de esas cosas que uno hereda de sus antepasado­s» –escri-be –escri-be al inicio de la pieza–, como si fuera un camafeo o un bodegón pintado al óleo. «Lo miras y piensas qué valioso, qué suerte tenerlo». Pero encontrarl­e acomodo o un uso práctico ya es otro tema...

Mientras en la sala grande del Teatro de la Comedia el equipo de Nao d’amores presenta el original en versión de Ana Zamora, el co-metido co-metido cinco plantas por encima de ese escenario es el de dialogar con ese montaje. Eva Rufo es la en-cargada en-cargada de abrir boca con el prime-ro prime-ro de los tres monólogos de « La fortaleza» (le siguen Mamen Ca-macho Ca-macho y Natalia Huarte, por orden de llegada, en su día, a la CNTC) y, con ello, de poner en situación a los espectador­es: « Había un rey que tenía dos hijos: Lindabridi­s y Meri-dián. Meri-dián. Entonces este rey, en el final de su vida, en el lecho de muerte, les pide que se acerquen, les quiere hablar. Los mira a ambos. Dice: “Mi reino será heredado por...”. Y justo antes de nombrar al heredero, el rey se muere. Así que la herencia se queda sin resolver».

En esa trama se introdujo Carba-llal. Carba-llal. Encontró la conexión en los padres: «Me interesaba lo que pasó antes de que se iniciara la obra». ¿Por qué? «Porque mi padre murió como el de Lindabridi­s (...) Yo tenía 21 años cuando murió. Heredé cajas cajas y cajas de libros. Cientos de planos planos de los edificios que construyó, dibujados a mano. Objetos exóticos exóticos que fue comprando».

Autoficció­n: ser on os er

El sarcasmo invade una pieza que se detiene en el empeño de «acercar» «acercar» los clásicos al hoy. « Hay que “acercar” la Gioconda a la gente, la Celestina a la gente, las vasijas neolíticas neolíticas a la gente». Se pregunta qué significa aquello. «¿Alguien lo sabe?», interpela Rufo con el Museo Museo Van Gogh, de Ámsterdam como ejemplo: «Vas allí y de todos los cuadros principale­s se ha hecho una versión moderna que incluye un dibujito de Pikachu (...) Han insertado insertado a Pikachu en “Los girasoles” girasoles” de Van Gogh, en “La habitación” habitación” de Van Gogh está Pikachu. Y gracias a eso tú, pues, sientes que Van Gogh es más “cercano” y que eres parte de sus cuadros (...) ¿De verdad hay que tenerle tanto miedo al esfuerzo? ¿Tiene que ser la obra la que se esfuerce en llegar a ti?».

Carballal zambulle al público en su propia historia a través de esta suerte de «autoficció­n»... o no. «Quizá sea eso, aunque la verdad es que no lo llamo así porque es un género que rechazo, probableme­nte, probableme­nte, por las críticas que cosecha. Se usa el término de manera peyorativa peyorativa y creo que de manera injusta. Existen proyectos fallidos que se caracteriz­an por trabajar con la propia biografía, pero no tiene sentido sentido llevar eso a una categoría. Al final, escribir de cualquier cosa es un ejercicio de autorrefer­encias. Cuando Picasso retrató a Dora Maar decía más de él que de la propia propia Dora Maar».

Se aparta a Lindabridi­s y para dejar paso a Jesús Carballal, padre de la autora, un hombre que no llegó a ser primerísim­a espada en la arquitectu­ra española de los 8090, 8090, pero que sí se ganó un hueco importante en esa limpieza de las formas franquista­s, principalm­ente, principalm­ente, en «La Provincia», como llaman al lugar donde encontró trabajo de arquitecto municipal.

Allí desarrolla­ría su imperio de «fortalezas», enumera Mamen Camacho Camacho mientras pasan las fotografía­s: fotografía­s: una residencia de verano para sus nuevos suegros, una «torre del homenaje», «la galería de aposentos», aposentos», un «castillo» en Beniel, «saeteras», «saeteras», bares, «palacios», la estación de autobuses de Cartagena...

Con la citada muerte, Carballal se metió sin quererlo en «un castillo que iba a alejarme del mundo durante durante años» hasta que logró pisar suelo. «Y quizá es eso lo que le pasa a Lindabridi­s. Que está en pleno duelo. Su padre acaba de morir. Por eso está ausente. Por eso es tan lánguida, lánguida, tan obediente. Puede que esté preguntánd­ose qué habría dicho dicho su padre, el rey, si hubiese completado completado aquella frase ¿me habría nombrado a mí como heredera o a mi hermano, o a los dos, o a ninguno?», ninguno?», escribe.

A diferencia de la protagonis­ta de Calderón, que apenas nombra a su padre (solo como «hombre sol»), la directora de «La fortaleza» no tiene complejos en hablar de «las dificultad­es dificultad­es sentimenta­les de los hombres hombres de los 80-90 para relacionar­se con sus hijos. ¿Hasta qué punto tiene sentido mirar ese pasado con la perspectiv­a del presente?», se cuestiona con «los clásicos», por extensión, en la cabeza. «Hoy estas cosas se ven de otra manera –interpreta –interpreta Camacho sobre un escenario en el que hay un rectángulo con escombros–. Ahora se diría que es un padre ausente, ¿no? Tóxico, narcisista, narcisista, perjudicia­l para el bienestar de un menor. Alguien comentaría “es horrible hacerle ghosting a tus propios hijos” (...) Pero eran los años 80, los primeros 90, nadie pronunciab­a pronunciab­a esas palabras. Ni siquiera existían estas palabras».

La distancia entre Madrid, donde donde Lucía Carballal vivía con su madre, madre, y Murcia era demasiada para una niña de ocho años. Fue entonces entonces cuando, cuenta en la obra, empezó empezó «a creer en Dios»: «La idea de un Dios Padre que no tiene presencia presencia pero que está».

DÓNDE: Teatro de la Comedia (S. Tirso de Molina), Madrid. CUÁNDO: hasta el 3 de marzo. CUÁNTO: 25 euros.

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SERGIO PARRA Eva Rufo es la encargada de abrir boca con el primero de los tres monólogos
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Mamen Camacho, en la imagen, completa el reparto junto a Natalia Huarte

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