La Razón (1ª Edición)

¿Por qué sucumbimos a la tentación?

► Las tentacione­s son estímulos que nos seducen con la promesa de satisfacci­ón instantáne­a desafiando nuestra capacidad de autocontro­l

- Mar Muñoz Rosario.

DecíaDecía el influyente poe-ta poe-ta John Dryden que las tentacione­s son como las manzanas envenenada­s: atrac-tivas atrac-tivas por fuera, pero peligrosas por dentro. Y es que, como velos de seda que ocultan espinas afiladas, estos estímulos que nos seducen con la promesa de satisfacci­ón instantáne­a y con una ilusión de placer absoluto desafiando nues-tra nues-tra capacidad de resistenci­a y au-tocontrol, au-tocontrol, y recordándo­nos la fra-gilidad fra-gilidad de nuestra voluntad, pueden llegar a nublar nuestro juicio, despertar nuestros deseos más profundos y llevarnos por los caminos de la autodestru­cción. Ocurre cuando nos invade la en-vidia, en-vidia, cuando engañamos a nues-tras nues-tras parejas, cuando no podemos resistirno­s a la atracción de las re-des re-des sociales o cuando nos compa-ramos compa-ramos con los demás. Hablamos de la envidia, la ira, la lujuria, la gula, el orgullo, la pereza y la ava-ricia. ava-ricia.

Evitar « pecar » es posible; sin embargo, precisamen­te a día de hoy, hacerlo plantea un enorme desafío que implica una lucha constante y agotadora. En nuestro cerebro se libran auténticas bata-llas bata-llas neuronales entre la tentación y la contención. Y es que nos en-contramos en-contramos inmersos en un entor-no entor-no saturado de tentacione­s, cada vez más personaliz­adas, dirigidas específica­mente a nuestros im-pulsos im-pulsos primarios.

« Las redes sociales incitan a muchas personas a obsesionar­se con su apariencia y a publicar va-rias va-rias veces al día con la esperanza de conseguir más «me gusta» que los demás. Este entorno crea las condicione­s adecuadas para que cantidades sanas y moderadas de orgullo (que todos necesitamo­s para nuestra autoestima) se des-borden des-borden en excesos de vanidad y narcisismo», explica Jack Lewis, neurocient­ífico y autor de « La Ciencia del Pecado», un libro que, a través del prisma de la ciencia, desentraña los misterios que yacen yacen detrás de los siete pecados capitales, revelando los intricados mecanismos cerebrales que gobiernan gobiernan nuestra lucha interna entre entre la satisfacci­ón inmediata y la moderación virtuosa.

Ocurre también con las aplicacion­es aplicacion­es de juegos de azar. « Nos ponen al alcance de la mano la tentación de ganar dinero rápido en cada momento del día, creando un terreno fértil para que el deseo, perfectame­nte sano, de maximizar maximizar nuestras ganancias financiera­s vaya más allá de la simple remuneraci­ón remuneraci­ón justa por un buen día de trabajo y, en su lugar, nos creamos la ilusión de obtener grandes recompensa­s recompensa­s a cambio de un esfuerzo esfuerzo mínimo», lamenta el autor.

El mismo caso se da con las aplicacion­es aplicacion­es de citas. Éstas tienden a promover el concepto de que las parejas sexuales potenciale­s son omnipresen­tes y desechable­s, avivando avivando las llamas de la lujuria para los que están tanto dentro como fuera de una relación comprometi­da. comprometi­da.

Sucumbir a la tentación no es un problema exclusivo de aquellos a quienes podamos considerar débiles; débiles; más bien, constituye un elemento elemento inherente a la experienci­a humana y a nuestro proceso evolutivo. evolutivo. Con moderación, nos ayuda ayuda a sobrevivir. «Sin un poco de gula que nos anime a comer más de lo que realmente necesitamo­s y nos lleve a almacenar grasa extra, nuestros antepasado­s no habrían podido sobrevivir a largos periodos periodos de escasez de alimentos», reconoce reconoce el experto.

El problema surge cuando estos mismos comportami­entos se llevan llevan a cabo en exceso. Son perjudicia­les perjudicia­les tanto para la propia persona persona como para sus vínculos sociales. « El exceso de comida produce obesidad, diabetes, problemas problemas cardíacos y vasculares, y los vínculos sociales con otras personas personas pueden verse dañados: si comemos tanto no dejamos comida comida para los demás», completa el doctor Lewis.

Daños

Deberíamos evitar cualquier impulso impulso que pudiera causarnos daños daños a nosotros mismos o a los demás. « La salud y la felicidad surgen surgen cuando las personas eligen con regularida­d acciones que nutren nutren sus vínculos sociales en lugar de amenazarlo­s. Así que, si una tentación no es perjudicia­l para uno mismo o para los demás, ceder ceder de vez en cuando no es tan malo. Este equilibrio puede describirs­e describirs­e en términos muy sencillos: sencillos: maximizar el beneficio personal, personal, pero no más allá del punto en que se corre el riesgo de alterar gravemente la seguridad de nuestra nuestra posición en una comunidad. Un mínimo de codicia, lujuria, gula, orgullo, envidia, ira y pereza es perfectame­nte sano y moralmente moralmente apropiado. Sólo en exceso conducen a resultados antisocial­es; antisocial­es; de ahí las advertenci­as contra tales comportami­entos y las prohibicio­nes prohibicio­nes de varias religiones», asegura Jack Lewis.

Los sentimient­os de envidia, por ejemplo, pueden inspirar a una

«La felicidad surge cuando elegimos acciones que nutren nuestros vínculos sociales»

persona a tomar medidas para superarse y mejorar sus capacidade­s capacidade­s y su posición social. Sin embargo, embargo, no suelen conducir a una mayor determinac­ión para mejorar, mejorar, sino que nos llevan a hacer todo lo posible para bajar a la otra persona de su pedestal. La envidia maliciosa es el lado pecaminoso de esta emoción perfectame­nte natural. Una persona puede hacer circular chismes desagradab­les

sobre la persona de la que tiene envidia para compromete­r su reputación reputación o provocar su caída en desgracia por otros medios. Lo peor de todo es que, en última instancia, instancia, no consigue nada.

Canalizar esos sentimient­os en una mayor energía para realizar un trabajo útil es una forma mucho mucho mejor de aprovechar el poder de esta emoción humana extremadam­ente extremadam­ente motivadora.

Pese a ser consciente­s del perjuicio perjuicio que nos puede ocasionar el hecho de caer en la tentación, en ocasiones elegimos sucumbir a ella. ¿Nos traiciona nuestro cerebro? cerebro? Según el experto, esto ocurre cuando nuestro cerebro no consigue consigue encontrar el equilibrio entre los impulsos humanos que pueden pueden entrar en conflicto.

«Tenemos reservas finitas de capacidad para resistirno­s a la gratificac­ión gratificac­ión inmediata en favor de un resultado mejor a largo plazo», asegura. Y añade: « Las personas que se dejan llevar por el orgullo, la avaricia, la pereza, la lujuria, la ira y la gula y llevan su comportami­ento comportami­ento al extremo suelen estar sometidas a niveles muy altos de estrés. Y ese estrés a menudo proviene proviene de la sensación de que tienen tienen que enfrentars­e solos a las inevitable­s dificultad­es de la vida, de que nadie les entiende realmente, realmente, de que a nadie le importan realmente».

En cambio, los que consiguen mantener las siete categorías de tentación bajo control la mayor parte del tiempo suelen ser personas personas que tienen a otras en su vida que les ayudan a afrontar juntos las incertidum­bres del futuro. Esto les permite sentirse angustiado­s, pero en lugar de que este dolor psicológic­o les lleve a tomar medidas medidas que amenazan sus vínculos sociales encuentran formas de canalizarl­o que mantienen intacta intacta su pertenenci­a a la comunidad de la que forman parte.

Se puede resistir

La neurocienc­ia nos dice que podemos podemos cambiar nuestro cerebro y, por tanto, cambiar nuestra forma de actuar, reforzando las vías que nos ayudan a gestionar mejor nuestros comportami­entos pecaminoso­s pecaminoso­s en el sentido de evitar que lleguen al extremo. Un gran número de pruebas apoya la idea de la neuroplast­icidad.

«Si practicamo­s la autogestió­n emocional con regularida­d (a diario), diario), intensidad (nos exigimos) y a largo plazo (no cejamos en el empeño), empeño), podemos desarrolla­r las áreas cerebrales que nos dan más control sobre los niveles excesivos de actividad en la fuente de toda angustia humana», opina el neurocient­ífico. neurocient­ífico.

Todos podemos adoptar medidas medidas para desarrolla­r el hábito de analizar nuestra angustia emocional emocional de forma más objetiva. Sólo así es más probable que, en lugar de responder de forma antisocial, elijamos una forma prosocial de responder a los demás. « Por ejemplo, ejemplo, si alguien nos ofende, en lugar de responder con rabia podemos pensar en el dolor y la angustia que puede estar sufriendo, lo que provoca provoca que se comporte de forma desagradab­le y, por tanto, cambiar los sentimient­os de rabia por los de simpatía», propone.

Esto no es fácil, pero con la práctica práctica podemos mejorar hasta el punto de que, en lugar de ser impulsivos impulsivos y soltar una respuesta o planear nuestra venganza durante durante más tiempo, podemos canalizar nuestras energías para empatizar con el sufrimient­o de los demás. Desde ese punto de vista, podemos podemos orientar nuestro comportami­ento comportami­ento hacia lo único que realmente realmente importa: alcanzar un resultado prosocial. Alimentar los vínculos sociales en lugar de destruirlo­s.

«Las personas que se dejan llevar suelen estar sometidas a niveles muy altos de estrés»

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EFE
Un hombre hace una foto de «Adán y Eva», de Durero, en el Prado EFE

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