La Razón (1ª Edición)

Noticias abrumadora­s

- Marina Castaño

NoNo quisiera hacer de esta columna de hoy una multi-necrológi-ca, multi-necrológi-ca, pero es que los últimos tres días han sido abruma-dores abruma-dores en noticias de fallecimie­n-tos. fallecimie­n-tos. El primero, el del doctor Bar-tolomé Bar-tolomé Beltrán, persona muy querida en esta casa y, en general, por el público que lo seguía –que era mucho–, por sus programas y sus columnas sobre salud que tan-ta tan-ta difusión tuvieron y que tan bien nos orientaban a todos en temas básicos sobre cómo cuidarnos y cómo prevenir enfermedad­es, así como resolver accidentes que pu-dieran pu-dieran atentar contra nuestro bienestar físico o anímico. Bartolo, Tolo o Tomeu, que así lo llamába-mos llamába-mos quienes nos consideráb­amos sus amigos, formaba parte del en-torno en-torno amistoso de múltiples y va-riados va-riados ambientes, también por su carácter, su simpatía, y nunca dejé de visitarle en su despacho de An-tena An-tena 3, sobre todo en tiempos de covid, cuando de cada vez que en-trábamos en-trábamos en la Casa, teníamos que hacernos la prueba antes de em-pezar em-pezar a trabajar.

Fernando Delgado es otra per-sona per-sona que desaparece del entorno cultural. Escritor y periodista muy prolífico, ganó el Planeta en 1995 y siempre fue habitual de la gran noche de la cultura en la que fuimos fuimos compañeros de mesa en múltiples múltiples ocasiones, algo que hizo crecer nuestra amistad y simpatía recíproca. Otra persona que se fue es el diestro Emilio Oliva, pertenecie­nte pertenecie­nte a una de las dinastías más importante­s de toreros y discípulo del gran Rafael de Paula, como Morante de la Puebla. Retirado de su profesión hace ya bastantes años, siempre quedó en un lugar importantí­simo en la historia de la tauromaqui­a española.

Un gran empresario vasco, Alechu Alechu Echevarría, queda borrado también de las páginas de la economía economía nacional, y ya, como colofón, colofón, y en niveles ya internacio­nales y sin tener que ver con las personas mencionada­s más arriba –a quienes quienes esta columnista tuvo el honor de conocer más allá del buenos días, buenas tardes o buenas noches–, noches–, es Alexander Navalni, una muerte prevista pero no por ello menos impresiona­nte por la ausencia ausencia de informació­n sobre las circunstan­cias en que se produjo. Dicen que durante un paseo en la cárcel de la gélida Siberia y sus restos no aparecen. Imposible imaginar el calvario padecido por el opositor de Putin. D.E.P.

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