Impresionante, valiente, admirable
Aquí estamos de paso
con los dedos tras la caída del muro. Se rozó o se soñó, cualquiera sabe. En todo caso, fue un objetivo posible durante un tiempo.
El valor de Navalny, el más constante y elocuente, el más eficaz de los políticos que se han enfrentado a Putin, es haberlo hecho cuando era intocable, en la cúspide de su poder. Hay que ser un loco suicida o creer firmemente en tu país, ponerlo por delante de cualquier otra consideración. Le veo más en la segunda casilla.
Putin intentó envenenarle, algo muy de la Rusia de estos tiempos. Se recuperó en Alemania. Y a su regreso, porque volvió pese a saber muy bien qué se jugaba, fue detenido y su vida y la de su familia se convirtieron en una interminable sucesión de dolorosas adversidades: detenciones, torturas, cárcel. Y al final, encierro en un gulag siberiano a la soviética, y asesinato en su propio encierro.
Moscú se niega de momento a entregar el cadáver a la familia.
Yulia tiene el cabello rubio claro y los ojos azules. Si uno se fija bien observa en su mirada el reflejo triste de la desgracia. Y también cómo ella no se permite que ese dolor inmenso salga a flote. Qué mujer valiente. Cómo no admirarla. ¿Con qué se encontrará a partir de ahora? ¿La detendrán también en un aeropuerto? ¿Con qué excusa?
Los tiranos son muy de cortar cabezas para desactivar opositores o silenciar disidencias. Viendo a Yulia, atendiendo a sus palabras y la firmeza gestual que las adorna, uno piensa que el resultado de este crimen será el contrario, una renovada presión interna y externa frente al régimen, encabezada por esta mujer impresionante, valiente, admirable.