La Razón (1ª Edición)

Harald V, el monarca fiel de Noruega no abdica

Cada vez más las alarmas, el rey celebra su 87 aniversari­o en el trono y amando a su «costurera», la reina Sonia

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«La libertad es más fuerte que el miedo». Si hubiese que quedarse con una frase que defina a Harald V de Noruega, sería esta que pronunció en uno de los discursos más hermosos que se han escuchado en boca de un rey, según Kjell Lars Berge, profesorde­launiversi­daddeoslo.hoy el monarca cumple 87 años y la fecha es especialme­nte emotiva después de los problemas de salud que ha sufrido en los últimos meses.

Entre todas las anécdotas que se recordarán en las crónicas del día, cabedestac­aresediscu­rsoquetuvo lugar una mañana de domingo en agosto de 2011. Unos días antes se había cometido el atentado en Oslo y el ataque en la isla de Utoya, perpetrado­s por el ultraderec­hista Anders Behring Breivik, cobrándose 77 víctimas mortales. Visiblemen­te emocionado, pero sin perder su compostura como monarca, se dirigió al pueblo desde la tribuna del Spektrum, sede de los conciertos de los Premios Nobel, con un alegato a favor de la paz y empatizand­o con el dolor como padre, abuelo y esposo.

Esa lección, «la libertad es más fuerte que el miedo», la aprendió en su adolescenc­ia y la aplicó a su vida personal cuando decidió que, por encima de todas las cosas, incluida su corona, amaría a su esposa, Sonia Haraldsen. Su destino en nada se parece al del desdichado Eduardo VIII del Reino Unido, que abdicó el 11 de diciembre del mismo año de su ascenso al trono por su amor a Wallis Simpson.

El romance de Harald V y Sonia Haraldsen es una historia de amor vitalicio. Se casaron un 29 de agosto hace ya 54 años, después de un noviazgo clandestin­o que duró casi una década. Ella era una jovencísim­aburguesa,aspirantea­diseñadora de moda, cuando vio por primera vez al príncipe Harald, durante un campamento en el fiordo de Hardanger, el tercero más grande del mundo. Era la cuarta hija de Dagny Haraldsen y Karl Augusto, un acomodado comerciant­e de tejidos propietari­o de una tienda en la que Sonia hacía ya sus pinitos como costurera. Él, el heredero al trono noruego.

Se mascaba la tragedia

Sus respectiva­s familias sabían que un matrimonio morganátic­o haría peligrar la monarquía. El rey Olaf se negó en rotundo a aquel romance: «Jamáspermi­tiréqueuna­costurera sea reina de Noruega», le respondió cuando, al cumplir la mayoría, el joven enamorado le confesó su amor por Sonia. Se mascaba la tragedia. Corona o amor. Harald había sido educado como futuro rey y, a pesar del amago, sabía que no renunciarí­aasutrono.actuóconti­ento y, gracias a la complicida­d de su círculo más íntimo, se amaron en secreto e incluso en la distancia.

Sonia fue enviada por sus padres a L’ École Profession­elle des Jeunes Filles de Lausanne. Allí, distraída con su sueño de moda, se olvidaría de Harald. Nada más lejos de la realidad. Su dolor, según se publicó, alimentó algún pensamient­o suicida. Él ingresó en el Balliol College, de la Universida­d de Oxford, donde cursó Económicas, Política e Historia.

Harald estaba llamado a ser el primer soberano nacido en Noruega desde hacía más de 500 años. Era el ansiado varón después de dos niñas, las princesas Ragnhild y Astrid, y, por tanto, la garantía de continuida­d de la dinastía Glücksburg. Rubio, de ojos claros y olímpico en vela, era el príncipe más deseado del Gotha, la selecta biblia de la realeza y la aristocrac­ia europea, y

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AP El rey Harald de Noruega nació un día como hoy, en 1937

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