La Razón (1ª Edición)

La maldición de los Putin

► El actual dirigente de Rusia creció ajeno al drama familiar oculto por el mutismo de su abuelo y de sus padres

- José María Zavala.

Adiferenci­aAdiferenc­ia de su ma-dre, ma-dre, que representa-ba representa-ba el hormigón pre-parado pre-parado de las creencias ortodoxas en el seno familiar, el padre del pre-sidente pre-sidente de Rusia, Vladímir Putin –de nombre Vladímir Spiridóno-vich Spiridóno-vich Putin–, encarnaba al «homo sovieticus» que había estado al borde de la muerte durante la Se-gunda Se-gunda Guerra Mundial por su acrisolada lealtad a Stalin.

El padre de Putin simbolizab­a también el sentido patriótico que constituía uno de los tres nudos gordianos del régimen comunis-ta, comunis-ta, junto a su carácter autocrátic­o y el de una Iglesia cómplice. La fe de Putin inculcada por su madre oscilaría así, en el trasfondo de su vida, influencia­da por el compro-miso compro-miso paterno con la ortodoxia laica del comunismo.

El 17 de noviembre de 1941, tras la invasión de la Unión Soviética por parte de las tropas de Hitler, un soldado alemán arrojó una grana-da grana-da contra el padre de Putin en el frente de Leningrado, alcanzán-dole alcanzán-dole en las piernas. Tendido sobre la nieve, el enemigo le dio por muerto y lo abandonó. De no ser porque un grupo de soldados so-viéticos so-viéticos lo encontró horas después junto al río Nevá, Vladímir Spiri-dónovich Spiri-dónovich hubiese perecido con-gelado, con-gelado, como uno más de los tres-cientos tres-cientos mil camaradas que perdieron la vida en la Piatachok.

Un vecino lo halló luego en una litera repleta de chinches de un precario hospital de campaña y pudo trasladarl­o a hombros, so-bre so-bre la nieve, hasta otro puesto médico donde pudieron atender-le atender-le ya en condicione­s.

Vladímir Spiridónov­ich era a su vez uno de los cuatro hijos varo-nes varo-nes de Spiridon Putin, el abuelo de Putin, un cocinero que había trabajado en el afamado hotel Astoria antes de la revolución revolución bolcheviqu­e y que, con motivo de su estallido, estallido, huyó al pueblo de sus ancestros, Pominovo, donde cocinó para la viuda viuda de Lenin, Nadezda Krúpskaia, en su dacha oficial en el distrito de Gorki, donde pasaban sus vacaciones los prebostes prebostes del régimen a todo lujo mientras el pueblo se moría de hambre.

Fallecida la mujer en 1939, cocinó en cierta ocasión para el siniestro Grigori Rasputín en el mismo hotel Astoria, y de vez en cuando para Stalin cuando visitaba a la viuda de Lenin.

Vladímir Spiridónov­ich era así el paradigma del peón sin educación, educación, del proletario alienado que adoraba a Lenin y Stalin, asignado como voluntario al destacamen­to de demolicion­es especiales del Comisariad­o del Pueblo para Asuntos Internos, la tan temida NKVD o policía secreta soviética, convertida convertida más tarde en el KGB donde ingresaría su único hijo supervivie­nte Vladímir Vladímir Putin.

Desposado con María Ivanovna en 1928, cuando cada uno de los cónyuges contaba tan solo diecisiete años, tuvieron un primer hijo llamado Oleg que falleció falleció en su más tierna infancia. infancia. Luego nació Víktor. Mientras Mientras el padre se encontraba en el frente, María y Víktor debieron mudarse a uno de los numerosos refugios que abrieron las autoridade­s autoridade­s soviéticas para acoger a las mareas de refugiados provenient­es provenient­es de las afueras ocupadas por los nazis.

Uno de aquellos días, en pleno bloqueo nazi de Leningrado, María se desplomó al suelo en plena calle tras sufrir un desmayo y a punto estuvo de perecer de inanición. Dándola por muerta, los transeúnte­s transeúnte­s tendieron su cuerpo junto a una montaña de cadáveres congelados, apilada sobre el pavimento. Al volver volver en sí poco después, sus quejidos atrajeron la atención de varias personas, personas, gracias a las cuales pudo salvar la vida.

Una cojera dolorosa

Vladímir y María lograron sobrevivir sobrevivir finalmente a la Segunda Guerra Mundial, si bien las heridas le dejaron dejaron a él una cojera dolorosa para el resto de su vida, agudizada durante durante el gélido invierno.

Su segundo hijo Víktor falleció, en cambio, de difteria en junio de 1942 y fue sepultado en una tumba tumba colectiva en el cementerio de Piskariovs­koye, junto a otros cuatrocien­tos cuatrocien­tos setenta mil civiles y soldados. Ni que decir tiene que sus padres jamás lograron identifica­r identifica­r su cadáver.

Diez años después, nació Vladímir. Vladímir. Creció así ajeno al drama familiar ante el mutismo de su abuelo y de sus padres, como reconocerí­a reconocerí­a él mismo, años después: después: « Mi abuelo callaba bastante acerca de su pasado. Mis padres tampoco hablaban demasiado sobre el pasado. Nadie lo hacía en general entonces». Pocas personas personas cuyas vidas se cruzaron con la de Stalin vivieron para contarlo. « Pero mi abuelo fue una de ellas», advertía Putin. Fue así como el abuelo del hombre que rige hoy los designios de Rusia, el mismo que cocinó para personajes tan siniestros y malvados como Rasputín, Rasputín, Lenin o Stalin, pareció librarse librarse al final de esa especie de maldición que golpeó sin piedad a sus hijos y nietos.

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 ?? ?? Vladímir Putin ha reconocido en alguna ocasión que su familia «callaba acerca de su pasado»
Vladímir y María, padres del presidente ruso
Vladímir Putin ha reconocido en alguna ocasión que su familia «callaba acerca de su pasado» Vladímir y María, padres del presidente ruso

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