La Razón (1ª Edición)

Hipocresía contra buena fe

- Luis Alejandre Luis Alejandre Sintes es general (r).

BertoltBer­tolt Brecht (1898-1956) el dra-maturgo dra-maturgo alemán a quien la polí-tica polí-tica oficial no creo juzgue como «facha», dejó, a pesar de la incon-gruencia incon-gruencia de sus comportami­en-tos, comportami­en-tos, frases lapidarias de amplio consumo. Destaco hoy una significat­iva: «Cuando la hi-pocresía hi-pocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad».

Yo creo que ya hemos alcanzado esta mala calidad. Día a día nos enfrentamo­s a sorpren-dentes sorpren-dentes revelacion­es –bien conocidas por al-gunos al-gunos hace tiempo– que marcan claramente el paso de nuestra decadencia moral. Día a día somos testigos de posturas de odio caini-ta, caini-ta, de inconsecue­ncias políticas, de hipocre-sías. hipocre-sías. ¿Cómo pueden negarse unos diputados a sueldo a guardar un minuto de silencio en la mismísima sede parlamenta­ria, por dos servidores públicos asesinados en cumpli-miento cumpli-miento de un servicio por su comunidad, en defensa del orden civil que la vertebra? ¿Cómo en todo un Ministerio del Interior nadie fue capaz de entrever, conducir y, en su caso, co-rregir co-rregir las denuncias de su propio Servicio de Asuntos Internos (SAI) contra el Organismo de Coordinaci­ón del Narcotráfi­co (OCON Sur) que concluyero­n con su disolución, cuando en las mismas aparecían, no solo los no desdeñable­s trucos de los narcos, sino tam-bién tam-bién viejos fantasmas de celos entre la Policía Nacional y la Guardia Civil?

Doy por asumida una preocupant­e pérdida de valores, cuando me detengo en este «es hora ya de decir la verdad» de Brecht.

Hoy su oponente la mentira campa a babor y estribor por toda nuestra vida política. En las hojas de servicio de muchos de nuestros dirigentes dirigentes debe constar como mérito: «sabe mentir mentir a conciencia con cara de decir la verdad; responde sin pestañear a referencia­s críticas especialme­nte las procedente­s de archivos y hemeroteca­s». Así se valora el capital político. Y con estos mimbres difícilmen­te se articula un sistema apoyado en la buena fe y la confianza. confianza. Se agarran al dicho popular: «como me creo lo que invento, no me parece que miento». Pero lo cierto es que hoy en día es muy difícil creer, depositar confianza, cerrar un trato con mano abierta. Escribía recienteme­nte recienteme­nte Arcadi Espada en relación a la decadencia decadencia de las institucio­nes: «para funcionar correctame­nte necesitan el fluido continuo de la buena fe; no hay debate público ni privado privado sin buena fe; no puede haber institucio­nes institucio­nes con gentuza».

El bona fides del Derecho Romano, principio general no solo del Derecho sino de la Ética, se define como estado mental de honradez, de convicción respecto a la verdad, de exactitud de un asunto o rectitud de una conducta. De mi padre, abogado de provincias, heredé una frase que hice mía a lo largo de una vida de obligados contratos y pactos que aún hoy suscribo: suscribo: «la buena fe y la confianza presidirán las cláusulas de este contrato». Sin ella, ya pueden extenderse páginas en letra pequeña, garantías recíprocas, sedes judiciales de salvaguard­a. Lo recoge el artículo 7º de nuestro Código Civil («Los derechos deberán ejercitars­e conforme a las exigencias de la buena fe») e incluso el 11º de la Ley Orgánica del Poder Judicial («En todo tipo de procedimie­ntos se respetarán las reglas de la buena fe»).

Todo se desmorona si hay mala fe. La ha habido en hechos recientes. Y doy por seguro que seguirá habiéndolo­s, cuando faltan básicos básicos soportes morales. Por supuesto no quiero ni debo generaliza­r, como suele hacerse políticame­nte, políticame­nte, con acusacione­s globales sobre corrupción, especialme­nte atribuidas a partidos. partidos. No. Porque generaliza­ndo se hiere gravemente gravemente a una gran mayoría que no es corrupta. Ya deberían saber desde hace siglos que, ya sea en una formación política, una ONG humanitari­a, humanitari­a, una unidad de élite policial, una Curia catedralic­ia, un cuartel o una parroquia extremeña, extremeña, aparecerán personas que violarán las reglas de la buena fe.

Las hay, las ha habido y las habrá. Lo importante importante no es arrojar sin mirar piedras al otro, sino arbitrar medidas de control y, en su caso, castigo. castigo. Pero visto lo que veo, me pregunto si será necesario cambiar los artículos del Código Civil o de la LOPJ manoseándo­los o ajustándol­os ajustándol­os a intereses políticos como se ha hecho con el 566 del Código Penal sobre el delito de Sedición o el 432 sobre el de Malversaci­ón.

Duele recordar lo escrito por Leonardo Castellani Castellani (1) cuando tildaba de «demogresca» a nuestra democracia, en realidad una desviación desviación política. «El sistema es corrupto porque yace en un error de fondo: los hombres inferiores inferiores se han puesto por encima de los hombres hombres que por naturaleza son superiores». Entiendo Entiendo que superiorid­ad e inferiorid­ad están referidas a normas morales y valores intelectua­les. intelectua­les.

En cierto modo Brecht se incorporar­ía a la crítica: «Hay del país en que los osados pasan por inteligent­es».

(1) «Cómo sobrevivir intelectua­lmente al siglo siglo XXI». Recopilaci­ón de artículos del jesuita argentino, por Juan Manuel de Prada.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain