La Razón (1ª Edición)

Carlos III busca a Dios entre los ortodoxos y visitas al monte Athos

► En este delicado momento de salud, el rey se apoya en su profunda espiritual­idad abrazado a la fe ortodoxa. Esta semana se ha reunido con el guía espiritual con el que conversa en secreto desde que murió la princesa Diana

- Marian Benito.

ElEl rey Carlos ha encon-trado encon-trado en la fe su anti-séptico anti-séptico para el alma. ¿ Qué fe? Esa es la cuestión después de que hace solo unos días llegase a palacio desde el lejano Monte Athos, en el norte del Olimpo grie-go, grie-go, un monje ortodoxo de gran barba y sotana negra. Efraín, que así se llama este líder espiritual, respondió a su llamada y mantu-vieron mantu-vieron una de sus acostumbra­das conversaci­ones divinas, filosófi-cas filosófi-cas y metafísica­s

Si no fuese por su salud, habría ido él en busca de su guía al mo-nasterio mo-nasterio de Vatopedi, que es don-de don-de reside. Es lo que lleva haciendo periódicam­ente desde que murió la princesa Diana de Gales, en agosto de 1997. Situado a más de 2.000 metros de altitud sobre una loma que la naturaleza ha esculpido esculpido en forma de virgen, este recinto recinto ofrece al rey Carlos un singular singular paraje para acercarse a Dios. Entre los pliegues de sus faldas se reparten veinte monasterio­s en los que habitan alrededor de 1.4000 religiosos.

Es un lugar silencioso y tan austero austero que no admite más tentación que el licor que los mismos monjes monjes elaboran. Desde 1060, cuando Constantin­o IX emitió una bula para sacralizar el enclave, no ha pisado este lugar más hembra, ni humana ni animal, que las gallinas ponedoras de sus granjas. Su biblioteca biblioteca conserva más de 10.000 manuscrito­s antiquísim­os que, según quienes han tenido acceso a ellos, encierran toda la belleza que puede contener el mundo.

Lo llamativo es que, por su condición condición de rey de los británicos, Carlos III es en la Iglesia anglicana el máximo representa­nte de Dios en el mundo. Es el corazón espiritual espiritual del país y, cuando habla, la gente le escucha. Como anglicano, es cristiano practicant­e y va a misa con su esposa Camilla cada domingo. domingo. Cumple con su deber y no parece que refunfuñe en silencio anhelando entre dientes otra religión. religión. Sin embargo, no existe en él deslealtad. De acuerdo con lo que ya advirtió en su coronación, defiende defiende la fe en todos sus credos en un país que durante los 70 años del reinado de Isabel II se volvió multicultu­ral multicultu­ral y pluriconfe­sional.

Un festín estético

El rey es un hombre profundame­nte profundame­nte espiritual. También su madre madre habló en sus últimos años de su devoción, un aspecto aspecto que, más allá de su deber como soberana, soberana, respondía a su «responsabi­lidad personal ante Dios». Carlos cumple con fervor la liturgia anglicana anglicana y su coronación coronación estuvo cargada de simbolismo religioso. religioso. En su juramento, juramento, prometió mantener mantener la Iglesia de Inglaterra. Bajo un palio de tela dorada, fue ungido con aceite consagrado por el arzobispo arzobispo de Canterbury.

Pero en lo más hondo y desde una dimensión estrictame­nte personal, personal, abraza la doctrina ortodoxa. Visitó por primera vez el monasterio monasterio de Vatopedi en 1984, aunque fue en 1997, recién fallecida la princesa Diana de Gales, cuando el entonces príncipe se reunió a solas con el abad Efraín y, después de varias horas de conversaci­ón, estrecharo­n un vínculo que ha perdurado casi tres décadas. Son retiros que ha repetido a lo largo de estos años. En 2004, por ejemplo, ejemplo, viajó varias veces. También en 2018. En armonía con la naturaleza naturaleza y siguiendo sus rituales, el rey se permite alejarse del mundo, orar y recuperar la serenidad. En sus primeras visitas, llegaba sin dar a conocer su identidad, sin más séquito que dos guardaespa­ldas guardaespa­ldas y siempre bajo el velo del secreto. secreto.

De vuelta a casa, continúa su conexión con la ortodoxia en su país y asiste a algunos de los servicios servicios religiosos, como los que se celebran en la parroquia rumana de Londres, donde se encuentra una réplica de la Virgen María de Vatopedi. Y en la residencia de Highgrove Estate, en el suroeste del país, ha levantado un pequeño altar con figuras bizantinas que le han ido regalando los monjes en sus visitas al Monte Athos.

Su padre, el príncipe de Edimburgo, Edimburgo, de origen griego, tuvo que renunciar a este credo al casarse con Isabel II, en 1948, aunque hay que recordar que este hombre de carácter algo protestón nunca dejó de hacer la señal de la cruz ortodoxa ortodoxa en público. A su madre, la princesa Alicia, sí se le permitió profesar su inquebrant­able fe ortodoxa, ortodoxa, incluso al final de su vida cuando se instaló en Buckingham. Al enviudar, la suegra de Isabel II se convirtió en monja y fundó su propia orden ortodoxa en el barrio ateniense de Neo Iraklio. Fue enterrada en la Iglesia ortodoxa rusa de Santa María Magdalena, en el Monte de los Olivos, en Jerusalén. Su ejemplo pudo infundir infundir en el rey Carlos su dimensión espiritual, como se desprende de las palabras que pronunció en el homenaje homenaje que le rindió en 2020 ante su tumba, tumba, guiado por el archimandr­ita archimandr­ita (abad superior ortodoxo) Roman Krassovsky, quien ofreció sus oraciones mientras un grupo de monjas cantaban himnos: « Durante mucho tiempo me he inspirado en las acciones desinteres­adas desinteres­adas de mi querida abuela, la princesa Alicia de Grecia».

Según Richard Chartres, exobispo exobispo de Londres y amigo personal del rey, la religión es un aspecto vital en él desde muy joven. Desde que se conocieron en Cambridge, hace más de 50 años, ha ido observando observando la evolución de sus conocimien­tos conocimien­tos y el nivel cada vez más reflexivo. Su interés, como confirma confirma también el profesor Ian Bradley, Bradley, autor de « Dios salve a la reina reina » , va más allá de un credo determinad­o, como prueba el interés interés que ha mostrado por otras religiones no cristianas, como el islam o el judaísmo. El propio archimandr­ita archimandr­ita Efraín ha declarado a raíz de su visita londinense que esta «sofisticac­ión espiritual» que ha alcanzado Carlos III supondrá una fuente de alivio durante su convalecen­cia.

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EFE La coronación del rey Carlos consagró al monarca como gobernador supremo y protector de la Iglesia anglicana de Inglaterra

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