La Razón (1ª Edición)

Carmen Machi, novia de la muerte

«Tratamos demasiado bien a las mujeres» la enfrenta a Antonio de la Torre, un maqui que busca refugio en su pueblo

- Matías G. Rebolledo.

das para bajar el orgullo de clase al ciudadano de a pie y para todo aquel que quisiera vender la liberación liberación femenina en la época», añade.

Equiparabl­e a Raffaela Carrá en Italia, por esa significac­ión política aguerrida que siempre la llevó a votar comunista y a criticar a un PSOE que considerab­a «traidor», uno se pregunta viendo el documental documental por qué el mito italiano acabó convertido en icono de la «telecrazia» y de la asimilació­n política política más espectacul­ar (y triste) y el español decidió retirarse, hastiado hastiado del acoso y el foco mediático. « Por las declaracio­nes que fue haciendo, haciendo, creo que es una mujer muy consciente de sus orígenes humildes. humildes. Eso la acercó a la política, pero también la acabó apartando por ser un mundo en el que no se puede puede comprar solo una parte del ideario», opina Torres sobre un retiro, espiritual y físico, que comenzó comenzó cuando Pepa Flores estaba en todo lo alto de la palestra y vivía junto al tercer hombre que la transformó, transformó, el impertérri­to bailarín y coreógrafo Antonio Gades junto al que tuvo dos hijas.

Didáctico y certero, adornado con el ingente material de archivo que ceden aquí Televisión Española Española y la Filmoteca Española, « Marisol, Marisol, llámame Pepa» es el documental documental definitivo sobre el mito, una manera excelente de condensar en hora y media de metraje aquello que los sajones encierran en su «bigger-than-life» y que huye del morbo, pese a lo jugoso de la sombra sombra de los Goyanes o la mítica portada portada de « Interviú» en la que España España entera vio desnuda a su niña prodigio. Torres, que se ahorra las florituras formales en favor de los testimonio­s de quienes mejor la conocen, levanta aquí un homenaje homenaje en vida que, ojalá, llegue a ver la propia Flores, libre al fin, tras tener que nacer tres veces.

La pregunta es clara. Tras hacer de matriarca enajenada por Dios en « La mesías» y de falangista psicópata psicópata en «Tratamos demasiado bien a las mujeres», ¿le gusta un poco a Carmen Machi odiar sin vergüenza a sus personajes, abrazar abrazar quizá la maldad? «Sí, me siento siento cómoda siendo la hija de puta. Es muy gozoso y el buenismo no luce lo mismo. Me pasa en cine y me pasa en teatro, porque es mucho mucho más divertido. Dame personajes personajes lo más alejados de mí, dame asesinas y dame mujeres amorales. amorales. Yo quiero que se me encoja el cuerpo, tener que recordarme que estoy actuando», confiesa la ganadora ganadora del Goya, que presentó ayer en el Festival de Málaga el esperado esperado debut de la figurinist­a Clara Bilbao en la dirección.

Y sigue: «Todo lo que sea arriesgado arriesgado me pone muchísimo. A los personajes hay que defenderlo­s a muerte incluso aunque puedan generar odios, pero es que esta señora me hace mucha gracia. Es una metáfora del mal, de la muerte muerte y de la crueldad, de lo absurdo de la guerra», explica, enfrentada aquí a su querido Antonio de la Torre, un maqui huido que busca refugio en su pueblo junto a su disfuncion­al regimiento.

Machi, siempre lo mejor de las produccion­es en la que participa, se viste en el filme de una particular particular novia de la muerte en las postrimerí­as postrimerí­as de la Guerra Civil, en una película que va del esperpento esperpento a lo sesudo, por la vía del humor negro. Con un reparto que completan completan Julián Villagrán, Isak Férriz y un excepciona­l Óscar Ladoire, «Tratamos demasiado bien a las mujeres» es una película de asedio asedio infinito: encerrados en una estafeta de correos, los personajes, personajes, de todos los bandos, se intercambi­arán intercambi­arán odios en estanco, a medio camino entre una obra teatral teatral de Valle-inclán y algo más propio de una ópera bufa.

« Entre muerte y sinsentido, la comedia negra es lo más útil para hablar de todo», opina Machi, que aquí se desata, vestida de blanco, esperando a su futuro marido, un gerifalte franquista que nunca llega. llega. Y añade: «Se puede derrapar, lo que no se puede es tener miedo. Clara (Bilbao) nos pedía constantem­ente constantem­ente más, así que le di más. Si te pasas, tienes que hacerlo con verdad, con sentido común dentro dentro de lo irracional. Mi personaje se ríe a carcajadas de la muerte ajena, ¿cómo no va a ser absurda? Es una elección muy valiente de la directora y, sobre todo, muy consciente», reflexiona la actriz.

La ideología del machismo

« El machismo no entiende de ideologías. Esta es una mujer, de derechas, que está en contra del paternalis­mo, en contra de la reducción reducción al mínimo. Hasta en una guerra hay espacio para el machismo, machismo, y me parece increíble», apunta Machi, que también reflexiona reflexiona sobre lo que tardan en llegar las oportunida­des para directoras directoras en nuestro país. ¿Trata, el cine español, demasiado mal a sus mujeres? «Cada vez es menos novedad, pero lo sigue siendo. Yo he intentado trabajar mucho con directoras, y no me llama la atención, atención, pero es algo que no está generaliza­do. generaliza­do. Por suerte, como en la propia vida, cada vez nos chirría más el machismo. Y, por suerte, esas mujeres directoras ya no hacen hacen películas enfocadas solo a lo femenino, sino que tienes también también a una mujer como Carlota Pereda haciendo género, haciendo haciendo terror. Llamaba la atención, pero hay que ser un poco más espabilado­s, espabilado­s, porque vendrán más», añade la actriz.

Consciente­mente esperpénti­ca, esperpénti­ca, a veces enrevesada de más y a veces propia de un cruce entre José Luis Cuerda y Álex de la Iglesia, Iglesia, lo que es halago y lastre, «Tratamos «Tratamos demasiado bien a las mujeres» mujeres» es, ante todo, una carcajada en la oscuridad y un prodigio de lo técnico, gracias a la fotografía de Imanol Nabea.

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De la Torre (dcha.) y Machi protagoniz­an el debut en la dirección de la figurinist­a Clara Bilbao

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