La globalización como antídoto del extremismo
Fernando Wulff publica «A orillas del tiempo» (Siruela), ensayo que retrata tres miradas que se cruzaron hace 2.000 años y, con ellas, tres culturas que compartieron más a nivel social e histórico de lo que parece
ElEl control de los silen-cios silen-cios es una cuestión de complejidad y calidad en la música. Lo afir-maba afir-maba Paco de Lucía, y lo demostraba entre acordes. Tam-bién Tam-bién la ausencia de sonido resulta vital entre el público de cualquier teatro, y el silencio que escuchaba Fitzgerald en sus noches de insom-nio insom-nio le fue inspirador. No existe me-ditación me-ditación zen sin mutismo, y no hay ruidos en el desierto africano. El silencio es universal, como tam-bién tam-bién lo es aquello que alimenta a nuestra identidad. Fernando Wul-ff, Wul-ff, escritor, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Má-laga Má-laga y amante del flamenco, recuer-da recuer-da las palabras del inmortal guita-rrista guita-rrista para introducir la idea de su libro: «No somos otra cosa que ha-bitantes ha-bitantes de una única bola conte-nida conte-nida en una improbable burbuja que surca el espacio. Nuestra his-toria his-toria no es que refleje unidad, es que es esa unidad», relata. Publica «A orillas del tiempo. Historia entre mundos dos mil años atrás» (Sirue-la), (Sirue-la), un ensayo que «no busca ser un libro de historia», sino reflejar has-ta has-ta qué punto Occidente y Oriente comparten rasgos.
Ptolomeo concedió a la socie-dad socie-dad grecorromana una visión del globo con su mapamundi. En Chi-na Chi-na se referían al Imperio Romano como «la Gran China» y esa sensa-ción sensa-ción de la amplitud, diversidad y complejidad del mundo también se presentía en la India. « La com-pasión com-pasión por los animales se siente en todas partes, y el bienestar de la gente es un componente esencial de cualquier gobierno», ejemplifi-ca ejemplifi-ca Wulff basándose en documen-tos. documen-tos. Para su libro ha acudido a esta-tuas, esta-tuas, monedas, contratos, debates, tesoros, discursos, poemas o ma-nuales ma-nuales de Estado, y en ellos ha per-cibido per-cibido cómo todas las culturas nos hablan a todos. «Cuando leo un cuento de una señora china de aproximadamente el año 100, explicando
explicando que las niñas deben ser educadas como los niños, ¿nos habla habla a nosotros o no?», propone. Son tres personajes los que le acompañan acompañan en esta obra y que sirven como parte de esa abismal travesía de tratar de cambiar la forma en la que aprendemos del pasado y miramos hacia el futuro.
Tres miradas que, en un momento momento de la Historia, se cruzaron, con el Índico como espacio intermedio. Fueron Trajano, Gan Ying y Sahadeva. Sahadeva. El primero «llega al Golfo Pérsico y ve un barco que va a la India. Dice, si yo fuera más joven,
iría más lejos que Alejandro Magno. Magno. No lo hace, pero su mirada sí se dirige hacia Asia. Sabe que el mundo mundo continúa», explica el autor. Por su parte, Gan Ying es enviado por el general Ban Chao a Roma para conectar los dos mundos. No llega a completar el viaje, pero arriba al mismo mar que Trajano y mira en nuestra dirección. Y por último está Sahadeva, personaje de la épica india, que sueña con un imperio universal. Tres historias aparentemente aparentemente lejanas pero conectadas, que van en contra de ese pensamiento pensamiento generalizado de que apenas apenas existen relaciones entre Occidente Occidente y Oriente: no son dos mundos, sino uno. «Tenemos que luchar contra las maneras que hemos hemos tenido de entender nuestras realidades», dice Wulff, y para ello añade que deberíamos acabar «con los modelos cerrados de nuestras identidades estatales, de nacionalismos, y con todas las formas formas etnocéntricas y eurocéntricas, que llevan a que se diga que existe una guerra de culturas en el mundo. mundo. Todo eso es peligroso».
Manipulación histórica
Wulff, entre los temas pendientes en tanto especie, destaca que «la única historia verdadera es la de la humanidad como colectivo», y pensar de esta manera es una técnica técnica «imprescindible para remitir extremismos. Tenemos mucha tarea, porque se está tergiversando tergiversando permanentemente la historia». Y, ¿por dónde se empieza? « La manipulación histórica es parte de la condición humana, y hay que ayudar no solamente a dar perspectivas perspectivas distintas, sino a que la gente tenga una posición crítica. Mi libro va en esa dirección, y demuestra demuestra que la Historia conoce cosas que ni la razón ni el corazón conocen», apunta. Algo que afecta al mundo actual en gran medida, pues no habrá fusión de culturas y entendimiento global sin comprender comprender lo que ocurre día a día. « Estamos en un momento único en la historia del mundo», continúa, continúa, « Marco Polo era un niño comparado con los procesos que estamos viviendo, que tienen una intensidad sin precedentes». Y vuelve a la importancia de reformular reformular la visión que tenemos del planeta, pues para aprovechar estos estos avances «es importante evitar que la reinvención de nuestro pasado pasado nos bloquee, y recordar lo que podemos compartir. Hoy nos movemos en el mundo con unos cambios culturales sin precedentes, precedentes, una globalización de enormes dimensiones, y también con una capacidad de destrucción muy alta, por eso hay que reflexionar con cuidado», zanja.
Es la inmediatez de la actual globalización globalización la que se debe combatir para no olvidar que se trata tan solo de una más, y que la primera ocurrió ocurrió hace 2.000 años con aquel cruce cruce de miradas: «Cuando surgen o se consolidan las culturas grecorromana, grecorromana, china e india fue el momento momento con mayores conexiones de la Historia, de mayor extensión del pensamiento y la cultura escrita», resume Wulff. Y ello se refleja en dos aspectos que han acompañado al ser humano en todos esos siglos: la escritura y la religión. Entre los
tantos epígrafes que incluye el índice índice de «A orillas del tiempo» –75 capítulos en total–, Wulff dedica parte de la obra a la comunicación del ser humano. « El resultado de aquella gran globalización es el mayor desarrollo de la escritura de todos los tiempos. Es una memoria aparte, y nos genera unas capacidades capacidades extraordinariamente nuevas en términos de neurociencia y culturas. culturas. Somos una especie parlanchina parlanchina que en un momento se convirtió convirtió en una escritora, y gracias a la lengua controlamos la realidad y nos comunicamos. Es algo genético», genético», plantea el autor.
En cuanto a la religión, anima a dejar a un lado la tendencia de reflexionar reflexionar desde lo laico. El momento momento histórico que aborda en el libro es fundamental, pues se demuestra qué tienen que ver el budismo con el hinduismo o el cristianismo. El año pasado, recuerda Wulff, en Egipto apareció, «en una ciudad llamada Berenice, una estatua de Buda. Estaba en un templo de Isis, una diosa mistérica. Fue una sorpresa sorpresa arqueológica». Y lo compara con «Pompeya, donde en una villa hay una imagen de una mujer egipcia egipcia de marfil». ¿Qué tienen en común común esas diferentes religiones?
Principalmente, que proponen la idea de que hay un más allá al alcance alcance de todos, que ofrecen personajes personajes a los que encomendarse. Como decía el álbum de John Mclaughlin, «que tocó con Paco de Lucía», matiza, «amor, devoción y entrega». Eso pasa, asegura, «en el budismo y con dioses hindúes como Krishna».
Las sociedades son «combinaciones «combinaciones de nuestra condición de humanos», explica Wulff, y resulta impresionante que entre el Mediterráneo Mediterráneo y el Índico, entre esas dos aguas, se compartan historias y posibilidades, o que «el budismo se expanda desde la India hasta China y más allá asumiendo las formas del arte grecorromano». Debemos pensarnos como parte de la humanidad, siendo conscientes conscientes de que «tenemos identidades identidades que son cambiantes. Hay que leer y reflexionar para que nadie las manipule», concluye.
Advierte Wulff que «vivimos cambios sin precedentes y con una alta capacidad de destrucción»