La Razón (1ª Edición)

La criminalid­ad de los gobernante­s

- Tomás Torres Peral Tomás Torres Peral es abogado y economista

AloAlo largo de la historia, y desde los tiempos más antiguos, los dirigentes políticos de toda clase y condición han sido acusados y condenados por todo tipo de delitos, que van desde los más comunes hasta los específico­s de los gober-nantes, gober-nantes, desde el abuso de poder a los más graves crímenes de lesa humanidad. Se co-noce co-noce que en el Egipto antiguo, en el Imperio Persa, en Grecia e incluso en el Imperio Ro-mano, Ro-mano, existieron gobernante­s criminales. Es importante acotar qué se entiende por criminalid­ad de los gobernante­s. Esta cate-goría cate-goría político-penal abar-ca abar-ca una amplia gama de comportami­entos ilícitos cometidos por personas con autoridad política. Estos pueden incluir ac-tos ac-tos de abusos de poder, prevaricac­ión, corrup-ción corrup-ción como el soborno o el desvío de fondos públicos para beneficio personal, represión de disidentes políticos, desórdenes públicos, torturas, viola-ciones viola-ciones de derechos hu-manos, hu-manos, subversión insti-tucional, insti-tucional, uso indebido de las Fuerzas Armadas o de Seguridad del Estado, traición o, incluso, terro-rismo. terro-rismo.

De entre todos ellos, el más extendido es la co-rrupción, co-rrupción, de la que incluso en la Biblia se hace refe-rencia. refe-rencia. El Deuteronom­io, uno de los grandes libros del Antiguo Testamento, escrito hace 35 si-glos, si-glos, sanciona la corrupción de forma inequí-voca: inequí-voca: «no torcerás el derecho, no harás acep-ción acep-ción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos». (Dt, 16, 19).

En el gobierno romano la corrupción es-tuvo es-tuvo muy extendida y los políticos se enri-quecían enri-quecían frecuentem­ente mediante la extor-sión, extor-sión, el soborno y el desvío de fondos públicos. Un caso famoso fue el de Verres, un gobernador de Sicilia que fue procesado por su desmedida corrupción.

Los casos de Watergate en EEUU, de Pe-trobras Pe-trobras en Brasil, los Papeles de Panamá y otros muchos más, hacen de América un continente asolado por la corrupción. Euro-pa Euro-pa no se queda atrás. La antigua comisaria de Interior, Cecilia Malmstroem, señaló hace años en la presentaci­ón de un informe que «la extensión de la corrupción en Europa es impresiona­nte». Una encuesta de la Comisión Comisión Europea en los 28 estados miembros reveló que el 76% de los europeos opinaban que «la corrupción era una práctica generaliza­da». generaliza­da».

Esta constante histórica llega hasta nuestros nuestros días, tanto en sociedades desarrolla­das como en vías de desarrollo y plantea cuestiones cuestiones sobre la naturaleza del poder y la responsabi­lidad responsabi­lidad de aquellos que lo detentan.

La corrupción no consiste solo en el lucro personal del gobernante gracias al ejercicio de su cargo. Esa es la llamada «corrupción negra» por Heidenheim­er, quien según nos cuenta Javier Pradera en «Corrupción y Política», Política», clasifica a la corrupción «a lo largo de un espectro -blancas, grises y negras-, según su mayor grado de quebranto moral».

La «corrupción blanca» es aquella, quizás la más generaliza­da, que se encuentra muy relacionad­a con la política clientelar de los partidos en el poder, que buscan entre otros objetivos, su reelección y, además, terminan conduciend­o a otras corrupcion­es de tonalidade­s tonalidade­s más oscuras, como son el amaño más o menos explícito en la selección de personal, adjudicaci­ón de concesione­s, contratos contratos de obra o suministro, así como otras prácticas poco honorables.

Son casos de corrupción negra, aparte del lucro o beneficio particular del gobernante, la compra-venta de decisiones y voluntades políticas, cuya relación con el interés general es nula o inexistent­e, Esto es, la «corrupción jurídica» o torcimient­o del derecho en beneficio beneficio propio o de persona, que a su vez, le proporcion­a al gobernante un beneficio real, ya sea político o económico. Algunos piensan que la concesión de una amnistía o impunidad impunidad a un prófugo de la justicia a cambio de los votos de su partido en una investidur­a, forma parte de esa corrupción jurídico-política jurídico-política de la más negra de entre las posibles.

La corrupción, cualquiera que sea la tonalidad, tonalidad, intensidad o naturaleza, mina la confianza confianza en las institucio­nes democrátic­as y socava el estado de derecho, debilitand­o así la legitimida­d del gobierno y erosionand­o el bienestar de la sociedad en su conjunto. A diferencia de un Estado autocrátic­o, en una sociedad democrátic­a la lucha contra la criminalid­ad criminalid­ad de sus gobernante­s debe ser una prioridad.

Sin embargo, cuando se derogan delitos como la sedición, se rebajan las penas de la malversaci­ón, se indultan o amnistían a sediciosos sediciosos y malversado­res y, en general, cuando cuando se retuerce el derecho para facilitar objetivos objetivos políticos particular­es, nombrando entre otros, magistrado­s del Tribunal Constituci­onal, Constituci­onal, Fiscales Generales y letrados de las Cortes por su relación con el partido, se hace un flaco favor a la sociedad y a la democracia. democracia.

Luis María Díez-Picazo en su libro -homónimo -homónimo a estas líneas- « La criminalid­ad de los gobernante­s», señala que «los ciudadanos ciudadanos deben percatarse que, al menos como electores, también son responsabl­es del nivel nivel de moralidad pública imperante en su país». Sin lucha contra la corrupción, jamás se podrá construir sociedades más justas, equitativa­s y democrátic­as para las futuras generacion­es.

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