La Razón (1ª Edición)

Será que soy raro

- Juan Ramón Lucas

SeSe desata una tormenta perfecta so-bre so-bre la Casa Real británica a cuenta de la insólita e incomprens­ible ma-nipulación ma-nipulación de una foto de la futura reina, y el eco mediático resuena en nuestra médula como si de la mismísima heredera del trono español se tratase. Ya sé que los británicos son en eso de la majestad real faro y guía, y tiene esa dinastía hasta serie propia de éxito mundial, lo que no puede decir ninguna otra Casa, pero me sorprende (me «raya» diría un adolescent­e de esos que es-tamos es-tamos perdiendo para el público de nuestros medios) que se le dediquen hasta portadas a tal desaguisad­o mientras constato que ape-nas ape-nas ha habido eco de algo tan relevante como el discurso que hace unos días pronunció la Reina Letizia ante un auditorio de pacientes conocedore­s del dolor de las enfermedad­es raras. Habló sin papeles, con el corazón en la mano, dirigiéndo­se a la gente y con un men-saje men-saje de solidarida­d profundo y absolutame­nte creíble. Te fías más de quien te mira a los ojos porque es mas fácil descubrir ahí la verdad. O el escondite.

El eco intenso de una mentira institucio­nal y el estrepitos­o silencio ante un discurso lleno de verdad.

Mirándolo bien, el contraste puede resultar enriqueced­or. O al menos revelador de perfiles perfiles bastante precisos de una realidad que así se hace evidente: hay una Casa Real que manipula para esconder su deterioro, y hay una Casa Real que vuelve a ejercer su papel institucio­nal más allá de lo que el protocolo exige.

En realidad, el valor del discurso de la Reina de España, contrastes aparte, es que vuelve a mostrar que hay alguien al frente, que al menos la institució­n que vertebra el sistema político español no solo no flojea, sino que se eleva como símbolo de responsabi­lidad y consistenc­ia.

En la España de la banalidad, de la intransige­ncia, intransige­ncia, del gobierno débil que viste de reconcilia­ción reconcilia­ción lo que son peajes políticos, que toma a la ciudadanía por boba, hablando de resolver conflictos cuando sus apoyos insisten insisten en que esto les da alas para mantenerlo­s, al menos existe una institució­n nuclear que hace bien su trabajo y permite pensar que hay alguien al frente.

Es verdad que la Corona está sometida al poder político, y ejerce su función vertebrado­ra vertebrado­ra bajo las leyes del Parlamento Democrátic­o, y sus actos son refrendado­s por el Presidente del Gobierno o los Ministros, pero en su actuación actuación no hay ni disfunción ni duda. Los Reyes están siempre donde tienen que estar, ejercen su responsabi­lidad sin fisuras ni vacilacion­es y brindan una imagen de España impecable, lo cual contribuye a ofrecer la sensación de que hay alguien en el poder que sabe lo que hace y piensa en su país.

La cabeza del viejo imperio británico chochea chochea con una burda manipulaci­ón fotográfic­a. La Corona española es capaz de mantenerse firme donde y cuando toca y el símbolo es ese discurso directo y sin papeles que se eleva muy por encima de la dialéctica mentirosa y floja del paisaje político que se supone nos representa.

A mí, que quiere que le diga, me representa más la Corona. Pero será que soy raro.

Los Reyes están siempre donde tienen que estar y brindan una imagen de España impecable

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