La Razón (1ª Edición)

Cuando Hitler prohibió la Navidad

El Führer mantuvo una posición contraria a la Iglesia, a la que considerab­a «enemiga del pueblo alemán» y trató de prohibir la celebració­n del nacimiento de Jesús

- Jorge Vilches.

HeinzHeinz Linge, ayuda de cámara de Hitler, tenía un sistema infalible para agra-dar agra-dar siempre al amo. No quería acabar como el que le antecedió en el cargo, un tal Hans, o Fritz, que estaba de camino a Rusia. El muy bobo había creído que las preguntas soltadas al aire por el líder del Reich pre-sumían pre-sumían una respuesta sincera. Linge era más listo. Cuando algo le parecía bien decía: « Indudablem­en-te, Indudablem­en-te, mi Führer», y si la propuesta le parecía un com-pleto com-pleto disparate soltaba un enfático «qué duda cabe, mi Führer». Se acercaba la Navidad, y las relaciones con la Iglesia no eran las mejores. Los muy cochinos se resistían a ir a campos de concentrac­ión, no acep-taban acep-taban las expropiaci­ones, criticaban la persecució­n de judíos y pedían libertad educativa.

El Führer entró en su despacho. Era temprano. Hacía frío en la calle. No era para tanto. +or también se helaba en el bosque. Y Loki, claro, y las valkirias cuando iban a Asgard. Los pue-blos pue-blos germánicos estaban acos-tumbrados acos-tumbrados a las bajas temperatu-ras. temperatu-ras. Eso les había hecho superiores al resto. La calefacció­n era un in-vento in-vento burgués que debilitaba a la raza. Menos mal que Himmler había enviado a Ernst Schäfer al Tibet a buscar el origen de los arios. Pero tardaban en volver. Aunque a este paso iban a pasar siete años. Heinz estaba en estas meditacion­es nazis cuando el propio Führer le dirigió la palabra.

(Gran momento. Expectació­n. Emoción contenida).

« He tenido un sueño, querido Linge», dijo el Führer mirando una gigantesca bola terráquea no hinchable que había satirizado en una película el bolcheviqu­e ese de Chaplin en 1940. « La Navidad es una celebració­n patriarcal, cisgé-nero cisgé-nero y normativa que maltrata a los animales», sentenció Hitler. « Qué duda cabe, mi Führer » , apostilló Linge. «¡Es una patraña que perpetúa la sumisión a la oli-garquía oli-garquía eclesiásti­ca!», gritó el líder del NSDAP como si estuviera en la cervecería de Múnich. « Este año de 1941 vamos a poner fin al cristianis­mo. Voy a aplastar a la

Iglesia. Se acabó –hizo una pausa dramática para subir el flequillo y tomar aliento–. Tengo grandes ideas » . « Indudablem­ente, mi Führer », señaló el lacayo. « Ade-más, Ade-más, como dijo Stalin, el Papa no tiene tanques», afirmó Hitler es-bozando es-bozando algo así como una son-risa. son-risa.

Linge sacó un papel, chupó la punta del lápiz y se dispuso a anotar anotar la «blitzkrieg» de ideas de Hitler. « A partir de ahora no se hablará jamás de Navidad. Se llamará «Solsticio de Invierno». ¿Qué es eso de celebrar el nacimiento de Jesús, un niño judío? La Biblia es la enemiga del pueblo alemán… ¿Estás anotando, Heinz?». « Indudablem­ente, mi Führer», contestó el ayudante. « La Biblia es un libro de propaganda judía. judía. Ya dije a Goebbels que me parecían bien los carteles que hizo colocar en todo el Reich». «¿Qué decía el cartel? Ah, sí: ‘‘Este es el enemigo’’, y tenía una bayoneta atravesand­o la Biblia», recordó Hitler. Hitler.

Fuera también Papá Noel

«Ya prohibimos cantar villancico­s en las escuelas en 1938. Y que se representa­ran escenas del nacimiento nacimiento de Jesús, ese judío. Hay que educar a los niños fuera del cristianis­mo», dijo Adolf. «Qué duda cabe, mi Führer», se oyó en la sala, probableme­nte provenient­e provenient­e de la boca de Heinz. « La Navidad será llamada llamada desde ahora ‘‘Julfest’’, como la llamaban nuestros ancestros antes del cristianis­mo. No hay nada que celebrar el 25 de diciembre. Será el 21, coincidien­do con el solsticio de invierno», siguió enumerando el Führer.

Por la ventana se veía que había comenzado a nevar. Era como si Skadi, la diosa del invierno en la mitología nórdica, ratificara las ocurrencia­s del líder del Tercer Reich. « Mantendrem­os el árbol porque eso es germano, es nuestro, nuestro, es ario», soltó Adolf. «¿Y las bolas, mi Führer?». «Son de adorno, adorno, Heinz». « Me refiero a las del árbol, Führer». « Ahí, sí. Se me ha ocurrido que habrá de dos tipos: unas tendrán una esvástica y las otras, mi rostro. ¿Qué te parece?». «Qué duda cabe, mi Führer», contestó contestó Linge. «Y arriba, en el pico del abeto, un sol –dijo sonriente el caudillo ario–, porque el astro rey renace siempre. Así estarán todos cara al sol». «¿Con la camisa nueva, mi Führer?», inquirió el escribient­e. escribient­e. « No. Por cierto, fuera Papá Noel. Eso es un truco comercial. Lo importante importante es recuperar la tradición. Pondremos a Odín, que también tiene barba blanca. Y repartirá regalos regalos a los niños, pero no en un trineo, sino en un caballo blanco. Y cantaremos canciones sobre la naturaleza, el ascenso de la raza aria, la mujer que cuida a la familia,... familia,... ¿Qué te parece, Heinz?», acabó acabó Hitler. «Qué duda cabe, mi Führer», contestó Linge mientras metía el papel escrito en un fichero fichero metálico con una pegatina que decía: «Cosas nazis».

(Los datos proceden de la obra «Historia social del Tercer Reich», de Richard Grunberger

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LA RAZÓN Adolf Hitler delante de un árbol de navidad, que sí considerab­a «germano»

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