Adiós, Moncho, hasta siempre

LNoLNo sé si la columna « Pla-neta Pla-neta Tierra» es el lugar más adecuado –a mí sí me lo parece– para escri-bir escri-bir este artículo sobre mi hijo Moncho Tamames Prieto-castro. Murió el 12 de marzo, por la acción de un cáncer de una voracidad extrema (mesotelioma), a los 55 años de edad.

Dicen que despedirse un padre de un hijo que emprende su viaje final, es la mayor tragedia. Y en ese trance estoy, con el recuerdo de tantos otros padres que en estos tiempos sufren el zarpazo de las guerras de aquí y de allá, y que en-tierran en-tierran a sus retoños para siem-pre. siem-pre.

Moncho era un hijo, como lo son todos para sus padres: muy especial. Tenía sus momentos de ilusión intuyendo la grandeza de la vida. Como también tuvo sus tiempos de dificultades; con un esfuerzo personal que le fue de-jando de-jando la huella del paso de los años.

Doctor en Ciencias de la Infor-mación Infor-mación por la UCM, psicólogo por la UNED, y entusiasta de la músi-ca, músi-ca, no voy a hacer aquí su elegía bajo la primera impresión tras su marcha. Cuando esperábamos seguir conviviendo con él mi cuar-ta cuar-ta edad, cuando todo se ve impreg-nado impreg-nado por el sabor agridulce de la vida.

Recuerdo a mi hijo cuando tenía 14 o 15 años, y volvió a casa de una larga estadía en EE UU. La jornada de su llegada al aeropuerto de Ma-drid, Ma-drid, la soñé durante muchas se-manas se-manas antes, para convertirse fi-nalmente fi-nalmente en el día más feliz de mi vida. Quiero conservar esa imagen de aquel reencuentro, cuando le esperábamos sus hermanas Alicia y Laura, su madre, Carmen, y yo.

Gracias amigos de « Planeta Tie-rra» Tie-rra» de La Razón por acoger esta despedida, con las palabras de adiós de nuestro más hermoso poema:

Y aunque la vida perdió, nos dexo harto consuelo su memoria

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