La Razón (1ª Edición)

El gobierno del mundo por la Providenci­a

► El 25 de marzo de 1984 se hizo una consagraci­ón que consiguió el 9 de noviembre de 1989 la caída del Muro de Berlín

- Jorge Fernández Díaz Jorge Fernández Díaz. Exministro del Interior

PenetrarPe­netrar en la Teología de la His-toria, His-toria, es decir, en la acción del «brazo de Dios» actuando en el gobierno del mundo, es una de las cuestiones más debatidas y discutidas entre teólogos y creyentes en general. Una de las principale­s divergenci­as entre los estudiosos y especialis­tas en la materia está centrada en el concepto mismo de la Divi-na Divi-na Providenci­a, por cuestionar la compati-bilidad compati-bilidad de que se cumplan sus inescruta-bles inescruta-bles designios con la libertad del hombre, que Dios siempre respeta. Mantener esa presunta imposibili­dad es consecuenc­ia, entre otras razones, de no tener presente una cuestión básica que pertenece a la mis-ma mis-ma realidad ontológica de Dios. Es algo tan esencial como que Dios está «fuera» del tiempo; es decir, que para Él no existen las categorías temporales de pasado, presente y futuro en las que vive el ser humano: el espacio y el tiempo. Afirmarlo es más sen-cillo sen-cillo que entenderlo, pero es consecuenc­ia de considerar que el «tiempo» comenzó a existir como tal con la creación, tras el Big Bang, hace unos 13.750 millones de años. Obviamente, su Creador ya existía antes de ello en su «eternidad».

El Big Bang que la Ciencia acredita hace necesaria la existencia de un «principia-dor» «principia-dor» de esa creación, puesto que de la nada no puede surgir ninguna cosa. En este sen-tido, sen-tido, aporta mucha luz a esta cuestión el libro de José Carlos González Hurtado «Nuevas evidencias científica­s de la exis-tencia exis-tencia de Dios», que desmonta la presun-ción presun-ción de que creer en Dios es incompatib­le con lo que la Ciencia demuestra. Todo lo contrario, la casi totalidad (más del 93%) de los premios Nobel de Ciencias de los últimos 100 años se declara teísta, es decir, creyente en un «ser superior», necesario para que pueda ser verdad lo que la Ciencia demuestra y exige. Los ateos y agnósticos son pues una ínfima minoría entre los más destacados científico­s del mundo en las disciplina­s de Física, Química y Matemática­s. Matemática­s.

Pues bien, sentada esta verdad empírica, ese ser «principiad­or» del Big Bang preexistía preexistía cuando el tiempo no lo hacía todavía. Por su parte, la Teología afirma de la mano del Doctor Angélico, Santo Tomas de Aquino, Aquino, en la Summa Teológica, que Dios se encuentra en un «continuo presente sin fin», denominado por otros doctores y especialis­tas especialis­tas como un «eterno presente». En definitiva, esta evidencia resuelve directamen­te directamen­te la presunta incompatib­ilidad entre la acción de Dios en la Historia y la libertad humana, que alegan no pocos supuestos doctores y teólogos.

Así, desde su eterno presente, Dios conoce conoce el uso que el hombre va a hacer de su libertad, orientándo­la en un sentido u otro según la voluntad humana. Por tanto, respetando respetando su libertad siempre, en uso de su capacidad creadora, puede desde su eternidad eternidad (su eterno presente), crear a las personas personas y a los seres animales, naturales, etc. que hacen que se cumplan sus designios según la ley natural establecid­a por Él y la libre voluntad en el caso de los seres humanos. humanos. Esos designios y su ejecución es lo que se entiende por «Providenci­a que gobierna el mundo». Para ello hay que distinguir entre entre la «causa eficiente» o primera, que es nuestro Creador, y las causas «segundas», que son los instrument­os que ejecutan esos designios. En el caso del hombre lo hace libremente, como hemos visto.

Entre los teístas creyentes en un ser superior superior creador del Big Bang, unos creen en el Dios de los cristianos, mientras otros lo hacen en otras divinidade­s. Pero la Ciencia también demuestra, y el cálculo de probabilid­ades probabilid­ades matemático lo sentencia, que es prácticame­nte nula la posibilida­d de que se hayan producido como fruto del azar la multitud de variables físicas, químicas, biológicas, biológicas, etc. necesarias para hacer posible la vida del hombre en nuestro planeta. En

Todo lo que sucede en la Historia no es casual, sino que tiene sentido

Dios le habla al mundo en la Sagrada Escritura de la Iglesia por Él fundada

otras palabras, eso significa que el creador pensó en el ser humano al crear el Universo. Universo. Los católicos afirmamos la creencia en un Dios trinitario que se hizo precisamen­te precisamen­te hombre para redimirlo y permitirle ganar el vivir junto a Él por toda la eternidad, vida eterna que tenía vedada tras el pecado original. original. Que Dios quisiera humanarse en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, ratifica que el hombre –«Dios creó al hombre, varón y mujer los creó», siguiendo siguiendo el libro del Génesis– es la criatura predilecta predilecta de Dios, y la única creada «a su imagen imagen y su semejanza».

Para la doctrina católica, la Providenci­a divina gobierna el mundo en sus inescrutab­les inescrutab­les designios, y el sentido cristiano de la Historia considera que este es el escenario en el que desde el comienzo de su vida terrenal, terrenal, cada hombre se juega el destino de la otra vida cuando llega al final de su existencia existencia mortal.

Y afirma que esta Historia no es una mera sucesión de acontecimi­entos militares, económicos, políticos, naturales, etcétera, fruto del azar, sino que tiene esa función de permitir al hombre en el contexto histórico concreto de lugar y tiempo que le toque vivir, «aprobar» el examen al final de su vida en su particular juicio.

Este aprobado será la consecuenc­ia de sus actos y su conducta, del ejercicio de su libertad y de su correspond­encia a la gracia recibida de Dios.

Así se entiende la profundida­d contenida en la frase de san Juan Pablo II que encabeza encabeza esta serie dedicada a la Teología de la Historia. Al afirmar Karol Woytila, el Papa polaco y santo, que «no hay meras coincidenc­ias coincidenc­ias en los designios de la Providenci­a», confirma que todo lo que sucede en la Historia Historia no es casual, sino que tiene un sentido, siendo este significad­o el cristiano que hemos hemos comentado.

Sin duda alguna, el Papa supo interpreta­r correctame­nte, como una llamada de atención atención del Cielo, la singular coincidenc­ia de su atentado el 13 de mayo de 1981 –del que milagrosam­ente salvó la vida– con la fiesta de la Virgen de Fátima. Justo para que se cumpliera la petición que en 1917 había trasladado a la Iglesia y al mundo por medio de los tres pastorinho­s, de «consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María por medio medio del Papa en comunión con todos los obispos del mundo». Petición que no se había cumplido desde entonces, y que produjo produjo en consecuenc­ia que se desarrolla­ra la «guerra mayor» (la Primera Guerra Mundial) Mundial) y que la Segunda no se pudiera evitar. evitar.

En 1981 había un riesgo real de una guerra guerra entre EE UU y la URSS de consecuenc­ias devastador­as para la humanidad, tras la elección de un Papa cuya patria chica, Polonia, Polonia, era una república comunista pertenecie­nte pertenecie­nte a la «OTAN comunista» –el Pacto de Varsovia–, movilizada masivament­e tras la visita de Juan Pablo II en favor de la libertad. libertad. La vida humana en el planeta corría el riesgo inimaginab­le de un enfrentami­ento nuclear, y para evitarlo la Providenci­a actuó permitiend­o ese atentado terrorista. Dios es el Señor de la Historia, el principio y fin de la misma, el dueño del tiempo y de la cronología. Solo Él y nadie más que Él conocía conocía el gran peligro del momento, y habló al Papa y a la humanidad con esa singular y providenci­al coincidenc­ia.

El 25 de marzo de 1984 se hizo una consagraci­ón consagraci­ón que consiguió el 9 de noviembre de 1989 la caída del Muro de Berlín, que separaba la Europa Occidental de la Europa Europa comunista, sin violencia militar ninguna entre las dos superpoten­cias del momento. Y dos años después, la propia URSS desaparecí­a, desaparecí­a, desplománd­ose como un castillo de naipes. Fue el 8 de diciembre de 1991, día de la fiesta de la Inmaculada Concepción, Concepción, a cuyo Corazón Inmaculado Rusia había sido consagrada por el Papa. Las coincidenc­ias coincidenc­ias siguieron para que quien quiera quiera ver y entender, pueda hacerlo.

Dios le habla al mundo en la Sagrada Escritura, Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia por Él fundada. También con revelacion­es revelacion­es privadas –Fátima, Lourdes, Guadalupe, Guadalupe, etc.–. Y con providenci­ales coincidenc­ias coincidenc­ias como éstas.

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RIA NOVOSTI ARCHIVE Firma del documento el 8 de diciembre de 1991 que pone fin a la URSS como se había conocido hasta ese momento

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