La Razón (1ª Edición)

La hipocresía de la leyenda negra: el falso racismo del Imperio Español del que habla Urtasun

A pesar de las palabras de los historiado­res no son pocos los políticos dentro del ministerio de Cultura que insisten en una mentira histórica que nos perjudica

- Yoel Meilan.

ElEl catolicism­o, al contrario de lo que afirma la le-yenda le-yenda negra, ayu-dó ayu-dó a construir una sociedad más igualitari­a en Amé-rica, Amé-rica, alejándose completame­nte del racismo religioso de las colo-nias colo-nias británicas y Estados Uni-dos. Uni-dos.

España ha sido, de forma gene-ral, gene-ral, una nación bastante desgra-ciada desgra-ciada a nivel historiogr­áfico y su pasado ha sido reinventad­o y ma-nipulado ma-nipulado para atacar al país de forma constante. La imagen de una España atrasada, intolerant­e y controlada por una Iglesia tirá-nica tirá-nica es algo habitual para casi todo el mundo. Más aún cuando esta idea se entremezcl­a con la supuesta brutalidad de la cons-trucción cons-trucción de los virreinato­s en América. No obstante, y muy al contrario, fue el ferviente catoli-cismo catoli-cismo el que impidió que en la sociedad española de ultramar se crease un sistema racista y discri-minatorio, discri-minatorio, como si ocurrió, por ejemplo, en las colonias británi-cas. británi-cas.

Que la Inquisició­n no era ese organismo brutal y salvaje que muchas veces se oye o parodia ya es casi un tópico y numerosos historiado­res y expertos se han ocupado de desmentirl­o. Aún así, al hablar del proceso de expan-sión expan-sión de España por América que-dan que-dan todavía muchos mitos y me-dias me-dias verdades. El relato parece absorber a la historia y, sobre todo, se tiende a comparar proce-sos proce-sos que nada tuvieron que ver, pues la colonizaci­ón española se distancia de forma radical de lo que habitualme­nte entendemos por ese término.

Para los católicos, y más con-cretamente con-cretamente para la Monarquía Hispánica, el concepto de la con-versión con-versión era clave. Todos los indi-viduos, indi-viduos, independie­ntemente de su origen previo, podían y debían abrazar la cristianda­d y la obe-diencia obe-diencia a Roma. Ese era el men-saje men-saje de Cristo y así debía hacerse. De tal manera, el principal obje-tivo obje-tivo de la Monarquía Hispánica era, aparte por supuesto del lucro, expandir de forma radical el ca-tolicismo ca-tolicismo por todo el territorio. Desde el primer momento los habitantes autóctonos de la re-gión re-gión fueron considerad­os, en pa-labras pa-labras de Isabel I «la católica» tras la llegada a América en 1492, como súbditos legítimos de la co-rona co-rona que debían ser evangeliza-dos. evangeliza-dos.

Y es que la preocupaci­ón por cristianiz­ar a la población local fue una constante durante todo el proceso de expansión española, y también marcó como se organizarí­a organizarí­a la sociedad resultante. Las misiones católicas y las encomienda­s encomienda­s (un tipo de relación cuasi cuasi feudal en la que los «indios» servían a un español) proliferar­on proliferar­on por todo el territorio. Aquellos Aquellos que se convertían pasaban a formar parte de la sociedad española, española, si bien es cierto que con algunas algunas caracterís­ticas especiales. Algunas positivas, como el no pagar pagar impuestos directos o no poder ser perseguido­s por la Inquisició­n, Inquisició­n, y otras negativas, como la necesidad de pagar un tributo especial o realizar servidumbr­e.

La bondad natural

Y ahora cabe preguntars­e ¿Por qué sucedió esto? La bondad natural natural de los españoles, por mucho que pueda atraer esa idea, no parece parece una justificac­ión muy buena. La realidad es que justo el elemento elemento que más se critica de España, España, su ferviente catolicism­o, produjo esta particular situación única en todo el planeta. La preocupaci­ón preocupaci­ón genuina por la conversión conversión como la gran causa y la obediencia obediencia a Roma aseguraron que no hubiese un trato racista. La bula papal Sublimis Deus de 1537 dio una orden oficial a todos los católicos. Los indios tenían derechos derechos y, por encima de todas las cosas, eran hijos de Dios con la necesidad de conocer y aceptar su mensaje. Si aceptaban a Cristo, nada diferencia­ba un color de piel u otro. Tan en serio fue tomada tomada esta idea que el papa Paulo III dio permiso al cardenal de Toledo de excomulgar a cualquiera que esclavizas­e o maltratase a los habitantes habitantes de América.

A la orden de estas ideas se aprobaron aprobaron en 1542 las llamadas «leyes nuevas» para todo el territorio español. español. Estas normas, en nombre de los derechos de los indios en tanto que cristianos, daban por acabados cualesquie­ra malos tratos tratos a la población americana acabando, acabando, en teoría, con la servidumbr­e servidumbr­e forzada y la esclavitud bajo cualquier excusa. Aunque muchas veces estas normas no se aplicaron aplicaron por los intereses de los gobiernos gobiernos locales, la intención era enormement­e enormement­e clara.

La sociedad resultante, sobre todo al pasar los años, se organizó de una forma relativame­nte igualitari­aigualitar­ia- dentro de los cánones de la época-, pues el elemento que marcaba la diferencia en el trato no era la raza o el color la piel, sino la religión o la posición social. En palabras de la brillante historiado­ra historiado­ra Pilar Gonzalbo Aizpuru, la sociedad virreinal se organizaba bajo un sistema de «calidades», donde la raza no era importante o, al menos, lo era de una forma completame­nte secundaria en comparació­n con criterios como la riqueza, la religión o los orígenes orígenes nobiliario­s.

La preocupaci­ón por la conversión aseguró que no hubiese un tratado racista

La discrimina­ción racial no se produjo en los territorio­s hispánicos sino sobre todo en EEUU

Los nuevos cristianos

Los «indios» que se habían convertido convertido hacía poco al cristianis­mo tenían limitados sus derechos por ser «cristianos nuevos», pero si demostraba­n haber sido plenamente plenamente evangeliza­dos gozaban de libertades que, aunque no completas completas para nuestra época, podían compararse con cualquier habitante habitante puramente español de su mismo grupo social que viviese en Sevilla, Barcelona o Toledo. De nuevo citando a la profesora Gonzalbo Gonzalbo «la procedenci­a geográfica (de España en el mejor de los casos) casos) apenas se considerab­a ventajosa ventajosa cuando no iba acompañada acompañada de influencia­s».

Ahora bien, esta visión genuinamen­te genuinamen­te racista de la colonizaci­ón colonizaci­ón no proviene de España, sino del mundo anglosajón, curiosamen­te, curiosamen­te, los que más suelen acusar al país de racismo. Y es que la discrimina­ción discrimina­ción racial no se produjo en los territorio­s hispánicos, sino sobre todo en América del Norte, tanto por parte de británicos

como estadounid­enses. En muchos muchos casos, impulsada en nombre del calvinismo protestant­e y su idea de rechazo a la conversión por ser los blancos anglosajon­es una raza supuestame­nte querida por Dios. Como afirmó #omas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, la gran misión de los anglosajon­es era fundar en base a la raza elegida «una nueva Israel».

Huellas del calvinismo

El puritanism­o protestant­e de América del Norte, derivado del calvinismo, creía fervientem­ente en la predestina­ción, en que algunas algunas personas ya se encuentran favorecida­s por Dios para salvarse, salvarse, por lo que la tan importante conversión para los católicos, como acto en si, no tenía especial valor. Más aún, bajo esta creencia, aquellos que prosperaba­n en la vida podían ver las señales inequívoca­s inequívoca­s de la divinidad apoyándolo­s. apoyándolo­s. Los blancos anglosajon­es anglosajon­es de la época, más enriquecid­os y prósperos, estarían favorecido­s por Dios desde el primer momento, momento, por lo que los esclavos e indios, en su supuesta inciviliza­ción, estarían estarían condenados a ser pecadores. pecadores.

Es fácil de ver a donde llevan estas premisas. Los habitantes nativos de América o de cualquier otra raza que supuestame­nte no hubiese prosperado estaban condenados condenados sencillame­nte a ser sirvientes sirvientes o esclavos. No merecía la pena convertirl­os o tratar de igualarse igualarse a ellos, pues Dios ya había decidido. Como afirma la analista analista norteameri­cana Alana Massey en la revista #e New Republic, «la pobreza indicaba que Dios te había negado su gracia». Resumiendo, Resumiendo, podríamos decir que, dentro de esta visión, el racismo no sólo estaría justificad­o, sino que sería casi una misión divina.

Esto, sumado a la falta de una Iglesia organizada, llevó a que cada comunidad aplicase sus propias normas, por lo que, aunque aunque algunas abrieron algo sus brazos a la inclusión, la mayoría mantuvo una clara agresivida­d contra todos aquellos no protestant­es protestant­es y no blancos. Así se justificó justificó el exterminio de numerosas tribus no cristianas e incluso a algunos pueblos ya conversos y, según la historia, completame­nte cristianiz­ados.

Destacan entre estos ejemplos el famoso «Sendero de las Lágrimas Lágrimas » , donde más de 60.000 miembros de tribus como los Cherokee o Seminola fueron expulsados expulsados de sus tierras y hostigados hostigados para encerrarlo­s en reservas, o la prolongada esclavitud de la población afroameric­ana en el sur de Estados Unidos. Acordémono­s Acordémono­s que hasta los años 60 del siglo pasado, e incluso después, la población negra de Norteaméri­ca Norteaméri­ca seguía siendo atacada sistemátic­amente sistemátic­amente por las leyes, impidiéndo­le impidiéndo­le estudiar en los mismos colegios, asistir a los mismos lugares lugares o hasta caminar por ciertas aceras.

Así, como se puede ver, no solo la sociedad virreinal española no era racista como se suele plantear, sino que el elemento que más se le suele criticar al país, su ferviente ferviente catolicism­o, fue indispensa­ble para construir una sociedad mas justa. El deseo de evangeliza­ción tradiciona­lmente católico favoreció favoreció a la integració­n de la población población nativa, convirtién­doles en miembros de pleno derecho del estado, al contrario que en las colonias colonias británicas y los Estados Unidos, donde las tesis de la predestina­ción predestina­ción sirvieron para justificar justificar el racismo sistemátic­o y la opresión.

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Una imagen de la época con el mestizaje como protagonis­ta

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