Tormenta kofrade
DesdeDesde que vimos al pre-sidente pre-sidente andaluz ante el Papa nos temimos lo peor, porque hay pocas cosas que Juanma Moreno no consiga últimamente. Algunos le llaman «baraka» o simplemente contar con la gracia (¡ay!) de una buena mano. Todo al púrpura del Vaticano, para ver si salvamos la sequía y de paso llenamos las la-gunas la-gunas de Doñana, se diría mien-tras mien-tras pisaba suelo romano. No ha dejado de llover en Andalucía y sus territorios (que es el resto de Espa-ña) Espa-ña) para llanto de cofrades, devo-tos, devo-tos, viajeros y hosteleros que ob-servan ob-servan cómo las lágrimas se funden con la lluvia. La excursión vaticanista ya podría haberse ce-rrado, ce-rrado, no sé, el día de San Camilo, que ya han salido las procesiones de la Virgen del Carmen, que tan-ta tan-ta devoción generan en Málaga; porque cerrarla la semana antes de la santa, pues ya vemos lo que sucede. Una tragedia a medias, pero tragedia al fin y al cabo, qué le vamos a hacer.
Lo que las borrascas no han po-dido po-dido eliminar, como se quita la mugre pegada en el asfalto, es la trivialización de una celebra-ción celebra-ción que ha pasado de experiencia religiosa a objeto de consumo ma-sivo. ma-sivo. Al mismo nivel que los festi-vales festi-vales de música o las fiestas mul-titudinarias mul-titudinarias donde la cantidad de personas congregadas para hacer el borrego se convierte en la espina dorsal de la celebración: dígase los Sanfermines de Pamplona o la To-matina To-matina de Buñol, por poner sobre la mesa dos citas protagonizadas por la masa anónima. Siempre me alegré de que Ernest Hemingway no viniera a Sevilla y tampoco es-cribiera es-cribiera un « Fiesta» sureño con saetas, claveles, nazarenos y vírge-nes vírge-nes dolientes que animara a me-dia me-dia humanidad a invadirnos cual hordas vikingas No hizo falta, por-que por-que las redes sociales, sustitutas de la literatura y el periodismo, se encargaron de insuflar el virus que acabó con una fiesta medida, cul-ta cul-ta y religiosa que sabía entender donde se encontraban sus límites. Solo las borrascas, benditas sean, logran alejar de las calles a las piaras humanas que acabaron hace años con la verdadera Sema-na Sema-na Santa.