Asalto al corazón del pueblo norteamericano
El asalto al Capitolio de Estados Unidos es uno de los actos más inéditos, perplejos y únicos que ha vivido la primera potencia mundial, así como uno de los peores momentos sin precedentes en 200 años para su democracia. Es preocupante, parece una película de ciencia ficción cuando los seguidores y radicales, alentados por Donald Trump, asaltaron el Capitolio, que alberga el Senado y el Congreso y, representa al pueblo norteamericano –a la soberanía nacional–.
Los atacantes y manifestantes impidieron, por unas horas, la sesión de ratificación de Joe Biden como presidente de Estados Unidos de América tras los resultados electorales del 3 de noviembre. Tomaron pasillos, despachos, con rotura de ventanas, puertas, toma de mobiliario, ataques de manera violenta a la Policía, poniendo en riesgo la seguridad y el Estado de Derecho, el principio de la supremacía de la Constitución.
Durante estos cuatro años, Donald Trump ha utilizado un mensaje y relato populista que ha calado en gran parte de la ciudadanía con «Make America Great Again» aplicando una gestión más nacionalista y aislacionista, distanciándose de sus Aliados en política internacional comercial, con continuos ataques a los medios de comunicación, la utilización de «fake news» a golpe de tuit, y sobre todo una actitud negacionista del nuevo coronavirus sin el uso de mascarilla poniendo en riesgo a los ciudadanos y, durante la campaña electoral y después, declarando ilegal el proceso del voto por correo. Este populismo o querer aferrarse al poder con una estrategia y discurso llevado al extremo, ha alentado a los manifestantes y ha hecho tambalear el aura del imperio, la grandeza y la estabilidad de su democracia. Fueron unas horas de desconcierto para los senadores, policía, reporteros y para el mundo en general.
Trump es un «outsider» de la política, con un hiperliderazgo populista como describo en el capítulo «La deconstrucción de los hiperliderazgos» que se caracteriza en sus mensajes, por una retórica propia de los populistas de estos tiempos convulsos donde se insta a la polarización y finalmente ellos se autodestruyen por sus propios actos.
A las pocas horas y porque Norteamérica no se deja amedrentar y tiene una gran fortaleza de sus instituciones como es el poder legislativo en la capital del país, Washington DC, confirmó finalmente a Joe Biden como presidente, quien calificó de «insurrección que roza la sedición».
Hay un paralelismo con España de aquellos que se saltaron la ley y vulneraron la Constitución española, cuando el Tribunal Supremo condenó a los golpistas e independentistas como Carles Puigdemont y Oriol Junqueras por el 1 de octubre de 2017 por delito de sedición. La realidad es que estos hechos alteran y vemos la fragilidad del sistema de convivencia y democracia como ha pasado en ambas sociedades, Estados Unidos y España.
La nueva Administración de Joe Biden, a nueve días para su toma de posesión, tiene un gran desafío para reconstruir y reparar el alma de Estados Unidos y depurar responsabilidades. En este sentido tanto la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, como otros líderes del Congreso y del propio Partido Republicano estudian y apoyan destituir a Trump con un «impeachment» o la enmienda 25ª de la Constitución. Las responsabilidades políticas deben exigirse a quienes se saltan la ley, incitan y ponen en peligro la democracia y la constitución, y en este caso se ha saldado con cinco muertos y 68 heridos.
No cabe duda de la brecha y polarización actual de la sociedad norteamericana. Incluso días después, los seguidores de Donald Trump apoyan el asalto al Capitolio, lo que sigue siendo preocupante. Por primera vez un presidente saliente no acudirá a la toma de posesión del entrante. Insólito como tardar 48 horas en condenar el asalto.
Jamás hubiéramos pensado que, el día de Reyes, el pasado 6 de enero de 2021, será una fecha que pasará a los anales de la historia de Estados Unidos. Una sociedad que todavía está en estado de «shock» e incredulidad con la imagen de barricadas fuera del Capitolio o senadores acompañados por militares para garantizar su seguridad ante lo acaecido. Norteamérica es símbolo de grandeza institucional que ha sido agredida en su pulmón más fuerte: la democracia.