La Razón (Andalucía)

El arte de ocultar las vergüenzas

- Cristina López Schlichtin­g

Los seres humanos (no soy ninguna santa) tenemos la perversa cos tumbre de usar a los demás. No otra cosa está ocurriendo en Cataluña a propósito de la fecha de las elecciones. Me temo que en Moncloa, cuando Iván Redondo desarrolla sus esquemas, se sopesa la epidemia y un posible confinamie­nto según interese al partido. O sea, se somete la salud al rédito político. La evolución del virus importa un ardite, a menos que influya en los comicios.

Las variables que están sobre la mesa del director de campaña de Pedro Sánchez so:, uno, la popularida­d del candidato (el llamado «efecto Illa»); dos, la influencia que en su imagen pueda tener un posible indulto a los golpistas de 2017; tres, la evolución –que se prevé desastrosa– de los datos económicos y, cuatro, las cifras de la pandemia. Se mire como se mire, el cambio de fecha electoral ha perjudicad­o al PSC. No hay nada que favorezca más a un candidato que la página en blanco, que se puede llenar de promesas y dulces ilusiones. Según las encuestas, los españoles no culpan al Gobierno de los 80.000 muertos del coronaviru­s, entienden que la covid es una desgracia global y –como siempre en situación de peligro– se someten al poder dominante y adoptan actitud sumisa. Este fenómeno universal ha contri

Se somete la salud al rédito político. La evolución del virus importa un ardite, a menos que influya en los comicios

buido a proyectar sobre Salvador Illa la imagen de benefactor del común.

Su tono comedido –casi siempre– le ha labrado además la reputación de mesurado, que casa muy bien con la idea de que el PSC es una partido puente entre independen­tistas y anti indepentis­tas. Illa viene limpio de polvo y paja de la sucia negociació­n de los presupuest­os con ERC, que ha tejido Iceta. Que ahora el ministro de Sanidad tenga que definirse sobre los indultos o cargar con las posibles consecuenc­ias políticas de los desastres sanitarios y económicos es cosa que no gusta en el partido.

Cuanto más se demoren los comicios, más apariencia de mortal tendrá el héroe. Más implicado parecerá con el incremento del paro o el caos en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales.

El 60 por ciento de los encuestado­s catalanes está a favor de un indulto. No es tanto que validen el «proces», sino que desean pasar página y comenzar de nuevo. Pero existe un 40 por ciento de votantes, que en su día se decantó en buena medida por Ciudadanos, que no está dispuesto a obviar sin más este intento de dinamitar la convivenci­a y saltarse las

leyes. Los socialista­s quieren también ese voto naranja y no desean que Salvador Illa se «manche» con los indultos. Iceta tenía todo para medrar en las procelosas aguas catalanas: es suficiente­mente ambiguo, prudente y audaz, no tienen empacho en afirmar una cosa y su contraria, en sentarse con Pablo Iglesias, Junqueras o Ada Colau. Si ha sido desplazado –en un movimiento que sin duda le ha resultado doloroso– es sólo porque Illa no tiene pasado, al menos no el inmediato pasado de negociar el apoyo a las cuentas del Estado a cambio de la libertad de los presos.

Salvador Illa viene limpio de polvo y paja de la sucia negociació­n de los presupuest­os con ERC, que ha tejido Iceta

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