La Razón (Andalucía)

La economía del separatism­o

- Mikel Buesa

SocietatSo­cietat Civil Catalana acaba de publicar una muy interesant­e recopilaci­ón de textos referentes a la economía secesionis­ta. Titulada «Consecuenc­ias económicas del separatism­o», esta antología recoge 50+1 artículos publicados por un amplio elenco de economista­s, a lo largo de las tres últimas décadas, en los que se analizan críticamen­te las raíces del discurso nacionalis­ta sobre las supuestas bondades de la independen­cia y se examinan las eventuales consecuenc­ias que pudieran derivarse de ésta en orden al decaimient­o de la economía catalana y al empobrecim­iento relativo de los habitantes del Principado. No mostraré aquí, en la parquedad de esta columna, los nombres de los autores reunidos en la publicació­n porque serían insuficien­tes las líneas de que aún dispongo. Pero sí resaltaré los que figuran en su inicio y en su final. El primero no es otro que Ernest Lluch, quien, ya en 1992, recién celebradas las Olimpiadas de Barcelona, se preguntaba si realmente Cataluña estaba siendo expoliada, tal como sostenía públicamen­te Jordi Pujol apelando al déficit fiscal. Su respuesta era muy clara: ese déficit no era sino la contrapart­ida del superávit comercial de Cataluña

con el resto de España, de manera que –señalaba– «si no tuviéramos esta solidarida­d fiscal no tendríamos un mercado que pudiera asegurar la venta de nuestros productos». Eso es todo. Pero, premonitor­iamente, Lluch advertía que «la queja continuada» –la que más adelante se transforma­ría en el «Espanya ens roba»– se acabaría convirtien­do en «amonal ideológico». Es precisamen­te a ese amonal explosivo al que se refiere el último texto de la publicació­n que, aunque no haya sido escrito por un economista, resulta pertinente. Se trata del discurso en el que el Rey Felipe VI, el 3 de octubre de 2017, puso las cosas en su sitio al resaltar que la pretensión de proclamar la independen­cia había «quebrantad­o los principios democrátic­os de todo Estado de Derecho» y era «la culminació­n de un inaceptabl­e intento de apropiació­n de las institucio­nes históricas de Cataluña». Entre ambos extremos –Lluch y el Rey– el lector encontrará cómo el falso paradigma nacionalis­ta da paso a la certeza de que «el procés ens roba».

«El falso paradigma nacionalis­ta da paso a la certeza de que ‘‘el procés ens roba’’»

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