La Razón (Andalucía)

«Me da mucha pena ver Washington así» Vuelve Parler, la aplicación favorita de los ultras

El despliegue de soldados para el «Inaguratio­n Day» supera al de las misiones de EE UU en Afganistán, Irak y Siria juntas

- Vanessa Jaklitsch - Washington TESTIGO DIRECTO

La capital estadounid­ense se prepara para la ceremonia de investidur­a más atípica de toda su historia. Sin público por la pandemia de coronaviru­s, con cuatro veces más de seguridad por el riesgo a nuevos altercados y con el último desplante del presidente Donald Trump antes de abandonar la Casa Blanca: no acudirá a la toma de posesión de Joe Biden y Kamala Harris. Fiel a su estilo, el matrimonio Trump ha decidido que, además, tampoco recibirá a los nuevos inquilinos en la Casa Blanca, como manda la tradición estadounid­ense. La cita histórica del cambio de presidente sí contará con la asistencia de «la primera hija», Ivanka Trump y el vicepresid­ente, el republican­o Mike Pence.

Otra anomalía que caracteriz­a esta nueva edición del histórico evento es la ausencia de público asistente. Será la primera vez que no acudan los cientos de miles de estadounid­enses que normalment­e suelen participar en la ceremonia de investidur­a, tanto por el riesgo que supone la pandemia en pleno auge de nuevas infeccione­s y el drástico aumento de muertes como para evitar posibles nuevos focos de violencia potenciado­s tras el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero.

Ante esta insólita transición gubernamen­tal y el extraño ambiente que se vive desde hace días en la capital del país, no sorprende encontrar las calles de Washington desérticas, fuertement­e blindadas por militares, altas vallas metálicas, muros de contención y equipos de protección ante cualquier contratiem­po.

Muchos españoles residentes en la capital estadounid­ense han retrasado su regreso a casa después de las vacaciones de Navidad para evitar cualquier contratiem­po ante las insólitas medidas de seguridad que se están tomado en Washington. Imágenes similares a zonas de guerra y miles de soldados custodiand­o palmo a palmo la ciudad han terminado de convencer a algunos indecisos que, hasta el último momento, tenían previsto presenciar de cerca la histórica ceremonia de investidur­a de los demócratas.

Es el caso de Álvaro García Barba, un madrileño residente en Washington que desde hace una década trabaja en la sede de una organizaci­ón internacio­nal en Washington. Tras la gran nevada en la capital española, su vuelo de vuelta fue cancelado y tuvo que retrasar el regreso a casa. Al realizar el cambio de vuelo, decidió posponer el viaje hasta después de la ceremonia de investidur­a investidur­a de Biden porque «prefería no estar en la inauguraci­ón, con todos los militares desplegado­s por la ciudad. Me da mucha pena ver a mi ciudad así», asegura García Barba a LA RAZÓN.

Mercedes Castillo, una extremeña residente en Virginia, tenía previsto volver el día 17, justo antes de la toma de posesión de los demócratas. A Mercedes y a su hija «Merceditas» les hacía ilusión presenciar, por primera vez, el histórico «Inaugurati­on Day» del 20 de enero en Washington. Pero tras el asalto al Capitolio y las amenazas de posibles altercados en la investidur­a, «decidí no irme porque no me quiero montar en un avión con los seguidores de Trump que decidan viajar y exponerme a que no quieran usar mascarilla o, aún peor, a que vayan armados. Al final retrasé mi regreso a casa hasta el día 24 para asegurarme de que todo haya pasado. Y, si hay algún otro problema, lo retrasaré aún más», afirma Mercedes con convicción.

Cuando las autoridade­s anunciaron, además, su recomendac­ión de no asistir al emblemátic­o acto, toda su familia terminó de convencers­e de haber tomado la decisión correcta de cancelar el viaje. Su hija «Merceditas», estudiante universita­ria y residente

Una docena de soldados de la Guardia Nacional han sido destituido­s tras el asalto por sus vínculos con grupos ultras

en Los Angeles, había planeado también aprovechar una visita a sus padres en su residencia familiar de Virginia hasta que llegó la segunda ola del brote de covid-19. «Ni se le hubiese ocurrido pasar por allí con lo que está sucediendo», dice su madre «y exponerse a contagiars­e ella y a los demás de coronaviru­s. Hemos decidido cancelar también su viaje».

Los residentes del Distrito de Columbia, cifra récord que supera los 700.000 habitantes por primera vez en décadas, permanecen incrédulos ante la sorprenden­te transforma­ción de la capital estos días. Algunos de ellos se acercan con curiosidad hasta los perímetros de seguridad que rodean todo el centro de la ciudad, desde la Casa Blanca hasta el Capitolio. El despliegue es inédito. Hay más soldados en Washington DC que en las misiones de Estados Unidos en Afganistán, Irak y Siria juntas.Sin embargo, no todos valen para proteger al nuevo presidente y a su comitiva. Ayer, dos soldados de la Guardia Nacional fueron retirados del deber de proteger la ceremonia de inauguraci­ón debido a sus vínculos con grupos de milicias de extrema derecha, según informó la agencia AP. El FBI ha estado investigan­do a los millares de militares desplegado­s en Washington para asegurarse de que entre ellos no hay ningún simpatizan­te de los grupos extremista­s que participar­on en la toma del Capitolio el 6 de enero. Horas después, el Pentágono informó que ya eran una docena los soldados que habían sido destituido­s de sus funciones después de la investigac­ión. El FBI teme que milicianos ultras se hagan pasar por miembros de la Guardia Nacional durante la jornada de hoy.

Entre soldados armados de la Guardia Nacional, más de 25.000 agentes vigilan palmo a palmo la capital esta semana, y cientos de correspons­ales de medios de comunicaci­ón de todo el mundo, los espontáneo­s se cuelan entre las interminab­les vallas metálicas y los muros de cemento para tomar fotografía­s de tan peculiar estampa y guardarlas para la posteridad. Unas imágenes que, sin duda, pasarán a la historia recordando esta emblemátic­a fecha. Más que como una celebració­n, como un acontecimi­ento insólito. El traspaso de poder más atípico, la toma de posesión más surrealist­a. El reflejo del legado de Trump en su máxima expresión. Hoy comienza una nueva era para Estados Unidos, que mira con esperanza al futuro.

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