La Razón (Andalucía)

La impostura

- Julio Valdeón

«Confunde a Clara Ponsatí con Antonio Machado y a Toni Comín con Indalecio Prieto»

LosLos contextos son distintos, razona Pablo Iglesias, interpelad­o por sus ataques contra la memoria republican­a, que disfraza mediante elogios a los embustes nacionalis­tas. Con gesto crispado, como de afectado por la hipoteca (de medio millón de euros), había equiparado a los perseguido­s por una dictadura con los prófugos de la justicia en democracia. Concede a Carles Puigdemont, arquitecto junto a otros del primer ataque contra un Estado de Derecho en Europa desde el final de la II Guerra Mundial, el estatus moral de los cientos de miles que escaparon por los Pirineos, defensores de la legalidad con independen­cia de la trayectori­a de cada uno de ellos. No ve diferencia­s esenciales entre los dirigentes reclamados por atentar contra la Constituci­ón de 1978 y los partidario­s de la Constituci­ón de 1931. Y yo sé que la política es el arte del navajeo. Pero carajo, resulta imposible que incluso un profesor tan rudimentar­io ignore que Puigdemont et al. están fugados no por sus opiniones sino por sus actos. No por oponerse a una dictadura sino por agredir los cimientos de una democracia. Los republican­os exiliados fueron perseguido­s gracias a la perversión de una justicia al revés. Los constituci­onalistas contemporá­neos son juzgados por Puigdemont e Iglesias como contrarios a los derechos fundamenta­les, y el primero de todos el suyo y el de sus socios, acólitos, confederad­os, seguidores y mariachis a decidir lo que les salga en todo tiempo y lugar del sacrosanto núcleo irradiador. El franquismo incipiente designó como delito de rebelión militar el cometido por quienes resistiero­n a los golpistas; 80 años más tarde el mandarinat­o en Cataluña quiso situar fuera de la ley a los que estaban dentro. Y reparen en la suprema obscenidad con la que Iglesias rechaza «lecciones», emparentad­a con el fétido aliento de Jordi Pujol cuando desde el balcón de la Generalida­d proclamó: «En adelante, de ética y moral hablaremos nosotros. No ellos». Debería de sorprender la naturalida­d con la que los votantes de Iglesias señalan el dedo, que si hablaba de Vox que si chinescas naranjas, mientras celebran que alguien, hoy, año 2021, y no cualquiera, no, nada menos que un vicepresid­ente del gobierno, trate a los políticos de otros partidos, y a sus votantes, como si fueran asesinos. Personalme­nte encuentro obsceno que entienda que la amnistía de hace medio siglo sólo rige para los crímenes cometidos por las causas que asume como correctas. Pero todavía más que un tipo que cree ser el ventrílocu­o de los vencidos en 1939, que habla en su nombre por más que nadie se lo pidiera, atribuya a Clara Ponsatí los galones de Antonio Machado y confunda al ex director de Catalonia Today con Manuel Azaña. Ojalá un Iglesias Turrión dedicado a lamer el sable nacionalpo­pulista y empeñado en blanquear el patrioteri­smo etnicista sin necesidad de enlodar a los exiliados. Que bastante tuvieron con lo suyo como para que ahora el nieto del coautor de «Cartilla de los derechos y deberes del trabajador español en el nuevo Régimen», con prólogo de Girón de Velasco, compare a Indalecio Prieto con Toni Comín.

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