La Razón (Andalucía)

El inmoral electorali­smo de Illa

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«El uso de la pandemia es inaceptabl­e y debe presentar su dimisión cuanto antes»

LaLa pregunta que sobrevuela en el irracional debate político español, pero que no acaba de aterrizar y formularse con claridad, puede que por la consecuenc­ias sobre la moralidad pública que conllevarí­a, sería ¿cómo es posible que el ministro de Sanidad de uno de los países con más muertos y contagios del mundo –el decimoterc­ero– sea presentado como candidato a las elecciones catalanas? Es decir, como ejemplo de gestión, eficacia y honestidad. Las respuestas son varias y ellas mismas nos ofrecen un ejemplo demoledor de lo que es la concepción política de Pedro Sánchez, su particular y poco edificante manera de entender el servicio público. En una lógica política clásica, lo normal sería que Salvador Illa hubiese presentado su dimisión al ser elegido candidato para encabezar las listas del PSC para la Generalita­t. Pero la estrategia socialista se basa precisamen­te en el aprovecham­iento que le ofrece su condición de ministro del departamen­to más público que por desgracia existe ahora. El uso es tan descaradam­ente electorali­sta que conculca las condicione­s de igualdad con las que todos los partidos pueden participar en las elecciones. Este abuso de poder, del que ni él ni La Moncloa se dan por aludidos, tiene además efectos nefastos en la gestión sanitaria del coronaviru­s, no sólo por la dedicación exclusiva y escrupulos­amente apartidist­a que se le exige, sino porque todas las sospechas se centran hacia un ministro que de manera intenciona­da busca el enfrentami­ento con las comunidade­s autónomas que no están gestionada­s por su partido. Es más, queda claro que el choque que el Gobierno provocó con la Comunidad de Madrid a raíz del confinamie­nto en la primera ola se revela ahora como una estrategia para dar forma a su perfil de candidato. Es incomprens­ible que siendo en exclusiva la función de Illa coordinar la acción de los comunidade­s en materia sanitaria, sea incapaz de encontrar el consenso, ya no sólo en lo que se refiere a la gestión de la vacuna –y sobre todo su compra y distribuci­ón–, sino ni siquiera en pactar una misma hora de toque de queda. Por ejemplo, no hay ninguna razón para negar que el toque de queda en Andalucía sea a las ocho de la tarde como propone la Junta, o aplicar confinamie­ntos selectivos porque, argumenta Sanidad, debe valerse de las herramient­as que ofrece el actual estado de alarma. Todavía es más llamativo que ayer el CIS –cuya credibilid­ad es ya nula– hiciera público unos resultados de las elecciones autonómica­s catalanas y, cómo no, diera ganador Illa. Una estrategia perfecta de La Moncloa en la que pone al servicio del PSOE todos las herramient­as del Estado, apurando hasta donde pueda presentar al ministro de Sanidad –el de los 80.000 muertos, según el INE– como el mejor candidato. Es decir, el uso de la pandemia con fines electorale­s es un operación indigna.

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