«NO ES UNA VERGÜENZA. HABÍA OTRA COSA QUE HACER Y NO LA HICIMOS»
LaLa hipérbole es, quizá, el recurso estilístico que más usamos los periodistas y los protagonistas deportivos. Las victorias son colosales, las derrotas son humillantes, todo es a vida o muerte, tan histórico que lo que sucede no había pasado nunca antes (nunca, seguimos con la hipérbole, es como máximo una semana). Luego apagamos el ordenador, los deportistas se van a dormir y al día siguiente la vida sigue a su ritmo, con sus rutinas y sus matices. Así que el Real Madrid perdió ayer contra el Alcoyano, pero puede que mañana gane al Alavés y, tristeza, si te he visto, no creas que me acuerdo. Aunque hasta eso, hasta que llegue mañana, Zidane tuvo que pasar por el trago de explicar lo que, por números, historia, nombres de jugadores, presupuesto y mil cosas era inimaginable. Tuvo que poner razones a lo que parece imposible: que el Alcoyano encontró, un miercóles frío de enero, la playa bajo los adoquines. El entrenador francés fue, después, a la conferencia de Prensa como quien va a un fusilamiento. Es ahí donde los periodistas deportivas sacamos nuestro repertorio: ¿fracaso?, ¿vergüenza?, ¿histórico? Zidane, que es perro viejo en esto de la relación futbolistas y prensa, negó cualquier palabra que pudiera volverse en su contra. Zizou, campeón del mundo y de Europa con Francia, autor del gol de la Novena, que es una de las fotos icónicas de este deporte, se retiró del fútbol con un cabezazo a un rival en el pecho. Lo hizo en la final de un Mundial; cabeceó, le tiró al suelo, le expulsaron y se marchó. ¿Quién va a explicarle a él, por tanto, lo que es la gloria, el fracaso o la desesperación? Así que lo negó todo y resumió la situación como quien va a hacer la compra y en vez de llevarse cervezas normales, las compra sin alcohol. Es grave y puede que esa tarde ya no sea como se pensó, pero bueno. Puede, sin embargo, que en realidad, sea más como ir a la compra a por la comida y la cena y volver sólo con esas cervezas. Y no es la primera vez, amigo. Vergonzoso no es, pero empieza a resultar más que molesto.