La Razón (Andalucía)

Hackear la lluvia

- EVA M. RULL

HAY UN ESTUDIO ISRAELÍ QUE HABLA DE UN AUMENTO DE PRECIPITAC­IONES DE UN 10% CON ESTAS TÉCNICAS

MEDIOS ASIÁTICOS CALIFICAN ESTE PLAN DE TERRORISMO CLIMÁTICO HECHO CONTRA LOS PAÍSES VECINOS

China acaba de anunciar su intención de ampliar su programa de siembra de nubes a un territorio equivalent­e a una India y media para 2025. Lo que ha sido durante décadas una técnica puntual de inyección de yoduro de plata a las nubes para evitar sequías en los cultivos o la ruina de unas Olimpiadas, pasaría a ser la primera aplicación sistemátic­a de modificaci­ón del clima a gran escala

Es fácil recordar las espectacul­ares ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, aunque quizá al gran público no le resulte tan conocido que en esas Olimpiadas el Gobierno chino recurrió a la siembra de nubes para evitar que las lluvias del monzón perturbara­n el desarrollo de las pruebas.

Durante seis décadas, la nación ha utilizado puntualmen­te estas técnicas de modificaci­ón del clima que consisten básicament­e en descargar yoduro de plata o nitrógeno líquido sobre las nubes de forma que se origine lluvia o se evite una granizada. Sin embargo, hace unas semanas el Gobierno chino anunció su intención de expandir su programa de modificaci­ón del clima a un área equivalent­e a una vez y media el tamaño de la India (5,5 millones de km2) de aquí a 2025. Es decir, hacer un uso sistemátic­o de la siembra de nubes.

Detrás de esta decisión se esconde el intento de la República Popular para revitaliza­r zonas rurales y restaurar ecosistema­s. En la versión oficial, la transforma­ción del clima ha ayudado a reducir el daño por granizo en ciertas regiones hasta un 70%. Pero, ¿el fin justifica los medios? Desde luego los países vecinos no respondido con buen ánimo a este anuncio, sobre todo India, que ya vive tensiones con el país vecino por los recursos hídricos. De hecho, China tiene intención de instalar 50 presas en el Tíbet, en ríos como el Brahmaputr­a o el Mekong y esto levanta suspicacia­s. «Existe un enorme potencial para la discordia y el conflicto, a menos que se tenga mucho cuidado a la hora de pensar -–y discutir– las implicacio­nes de gobernanza global de tales intentos de influir en los climas locales, regionales o globales», opina Gernot Wagner, profesor asociado de Estudios Medioambie­ntales de la Universida­d de Nueva York.

Básicament­e, el procedimie­nto seguido para la génesis de lluvia artificial consiste en «el bombardeo de una nube sobreenfri­ada con nieve carbónica o hielo seco, multiplica­ndo así los núcleos de congelació­n y propiciand­o el engelamien­to de las gotillas. Lo mismo ocurre si se utilizan partículas de yoduro de plata. Estas partículas forman, en presencia de vapor de agua, cristales de hielo. No se descarta que, en condicione­s atmosféric­as idóneas, actuacione­s de esta naturaleza puedan originar lluvia, pero tan sólo hay una prueba efectuada en Israel en invierno en la que se afirma que hubo un incremento torno al 10% del volumen de precipitac­iones», explican el geógrafo Antonio Gil Olcina y Jorge Olcina Cantos (director del Laboratori­o de Climatolog­ía) en el libro «Tratado de Climatolog­ía», que acaban de editar para la Universida­d de Alicante a la que pertenecen. La forma de hacer llegar estas partículas a la capa de nubes puede ser con aviones descargand­o desde el aire o a través de cohetes lanzados desde tierra.

¿SON EFICIENTES?

Estas técnicas se utilizan desde hace décadas (pero de forma puntual) tanto para crear lluvia como para evitar granizo. Por ejemplo, «en Lérida se realizaron campahan ñas antigraniz­o hasta 2005, mediante instalació­n de quemadores de yoduro de plata. Luego, las acciones han consistido en la instalació­n de mallas antigraniz­o sobre los cultivos (frutales), o la contrataci­ón de seguros agrarios. En Alcañiz (Teruel) y Cariñena (Zaragoza), se desarrolla­n acciones antigraniz­o con asesoramie­nto de las asociacion­es agrarias a los agricultor­es. Dichas asociacion­es señalan que este tipo de prácticas llegan a reducir un 20-30% las pérdidas de cosecha», dice el Tratado.

En la actualidad, son China y los países árabes del Golfo Pérsico (especialme­nte los Emiratos Arabes) los que llevan a cabo proyectos más activos de modificaci­ón artificial de las lluvias. Es decir, países de clima árido. En el caso de Emiratos, en 1990 se comenzaron a desarrolla­r actuacione­s para la incentivac­ión artificial de las precipitac­iones en colaboraci­ón con el Centro Nacional de Investigac­ión Atmosféric­a (Colorado, EE.UU.) y la NASA. Este país ha puesto en marcha a partir de 2016 un nuevo Programa sobre siembra de nubes para producir lluvia.

Además de las consecuenc­ias geopolític­as de «secuestrar» la preciosa carga de las nubes, que algunos medios asáticos empieen zan a calificar como terrorismo climático, las consecuenc­ias medioambie­ntales y la eficacia del proceso también están en cuestión. La propia Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial ha sido bastante escéptica sobre los efectos de estas técnicas.

«En 2016, un grupo de expertos de la OMM en modificaci­ón artificial del tiempo atmosféric­o, publicó un informesob­re la cuestión y señalaba que los intentos para sembrar tormentas de granizo a pesar de haberse llevado a cabo en diferentes regiones del mundo, no han dado resultados demostrabl­es. Las actividade­s contra el granizo que utilizan cañones para producir sonidos fuertes (ondas acústicas) no tienen ni base científica ni hipótesis físicas creíbles. El informe es crítico, asimismo, con los intentos de incentivac­ión de la lluvia y de modificaci­ón de los ciclones tropicales; únicamente, destacan los avances obtenidos en la alteración de las nieblas», explican los investigad­ores.

Por otro lado, el empleo de yoduro de plata como núcleo de condensaci­ón en los procesos de siembra de nubes también ha sido cuestionad­o por su carácter contaminan­te. De hecho, Pekín utilizó diatomita (un tipo de roca sedimentar­ia con gran capacidad de absorción) en micropartí­culas en

los Juegos de 2008. Y, por si todo esto esto fuera poco, el periódico The Guardian sugiere otra posibilida­d en un reportaje sobre la decisión de China: «La modificaci­ón del clima está institucio­nalizada e implementa­da en el país y existen narrativas sobre la legitimida­d para intervenir en el clima local. Esto puede proporcion­ar una justificac­ión para otras intervenci­ones sobre el clima como la gestión de la radiación solar».

Detrás de la modificaci­ón de la lluvia pueden llegar otras propuestas más irreales como la de modificar nuestra exposición al sol. Como dice Wagner, se trataría de intentar reducir el promedio global de temperatur­as «reflejando de vuelta los rayos. El principio que subyace a la geoingenie­ría solar es bastante simple, ya que los colores más brillantes reflejan más luz y enfrían lo que hay debajo. El esquema básico más destacado y ampliament­e discutido implicaría la difusión de diminutas partículas reflectant­es en la atmósfera superior. Sabemos que esto funciona porque las grandes erupciones volcánicas, como la del monte Pinatubo en 1991, catapultan millones de toneladas de aerosoles de sulfato en las estratosfe­ra. En aquella ocasión las temperatur­as medias mundiales fueron casi un grado más bajas. Sin embargo, y a pesar de los cientos de artículos sobre geoingenie­ría solar y sobre la posibilida­d de usar carbonato cálcico por ejemplo, muchas preguntas sobre su viabilidad y efectos siguen sin respuesta. Además, hacer el planeta reflectant­e no puede reemplazar a la reducción de emisiones», opina Wagner.

«Estos proyectos de modificaci­ón artificial del clima me parecen una barbaridad. La ONU debería regularlos más e incluso prohibirlo­s, porque supone una alteración artificial de la atmósfera más, que se suma al proceso de cambio climático actual causado por el ser humano con sus emisiones. Este debe adaptarse a las condicione­s climáticas existentes en cada región y no intentar alterar el funcionami­ento de los fenómenos meteorológ­icos porque eso tiene consecuenc­ias en otras regiones», opina tajante Olcina. Sobre las consecuenc­ias que la geoingenie­ría puede tener respecto a las reglas naturales, un último apunte. En 2018 Nature analizó las consecuenc­ias sobre el clima de las erupciones volcánicas y, si bien reducían la temperatur­a, el oscurecimi­ento de la atmósfera y la menor incidencia de la radiación solar también afectaban negativame­nte al crecimient­o de las plantas.

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China ha utilizado estas técnicas de modificaci­ón del clima durante seis décadas

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