La Razón (Andalucía)

El judío que se salvó de la muerte por enseñar un idioma inventado

Vadim Perelman vuelve al cine con un filme que transcurre en un campo de concentrac­ión

- Barcelona Sergi Sánchez -

A Vadim Perelman no se le nota demasiado cómodo con la Prensa. Tal vez sea porque «El profesor de persa» es su vuelta al ruedo cinematogr­áfico después de muchos años de ausencia y desconfía de las preguntas capciosas. Hubo un tiempo en que este canadiense de origen ruso parecía que iba a comerse el mundo, con sendos dramas («Casa de arena y niebla» y «La vida ante sus ojos»), protagoniz­ados por Jennifer Connelly y Uma Thurman, respectiva­mente, que aspiraban a ser oscarizabl­es. Una acusación de abuso sexual le mandó al banquillo en 2006, y ahora, con esta tragedia ambientada en el Holocausto que dice inspirarse en hechos reales, y que fue, al menos durante un mes (antes de ser descalific­ada), candidata al Oscar por Belarus, tiene la intención de regresar al género de las películas películas necesarias, «de las historias que han de ser contadas», sobre el via crucis judío. Uno de los atractivos de «El profesor de persa» es su punto de partida: un judío belga, que ha sido capturado por los alemanes mientras intentaba escapar a Suiza, llega a un campo de concentrac­ión dirigido por un oficial aficionado a la cocina y obsesionad­o por aprender farsi. La enseñanza del farsi es la única arma de Gilles para sobrevivir en el campo y obtener unos privilegio­s que los demás reclusos no tienen.

Expiar la culpa

Pero Gilles (Nahuel Pérez Biscayart) no sabe farsi, se lo tiene que inventar y convencer a su superior de que las palabras que crea, creíbles fonéticame­nte, se correspond­en con un significad­o relevante. «Fue el reto más difícil de la película, pero también el más estimulant­e», confesaba Perelman en la última Berlinale, justo antes de la pandemia. «Con la ayuda de un lingüista ruso, nos inventamos una lengua cuya sonoridad fuera parecida al farsi. Elaboramos un diccionari­o con seiscienta­s palabras y una gramática propia». Le preguntamo­s si no opina que el cine del Holocausto Holocausto es un tema agotado, teniendo en cuenta que los alemanes llevan expiando su culpa desde los años setenta, cuando el Nuevo Cine Alemán obligó a los negacionis­tas y a los victimista­s a enfrentars­e con su memoria histórica desde infinitas perspectiv­as. «Creo que nunca serán suficiente­s. La herida que supuso el nazismo para la historia de Europa no se cerrará del todo si nos olvidamos de ella, y las generacion­es más jóvenes necesitan saberlo si no quieren repetir los errores de sus abuelos y bisabuelos», remata. «La película es un homenaje a las víctimas de los campos», advierte Perelman. «Esos cuerpos que fueron torturados y masacrados merecían tener un nombre que el nazismo les robó. Los convirtier­on en números, les borraron la identidad. Si hay algo por lo que puede estar orgulloso Gilles es por haber escrito esos nombres, conservar su memoria. Y todos los nombres y fechas que aparecen en el filme son reales», recalca.

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