La Razón (Andalucía)

Little Britain: la amenaza de un nuevo referéndum en Escocia

Un alto tribunal podría permitir a Edimburgo convocar un plebiscito unilateral cuando el apoyo a la independen­cia, impulsado por el Brexit y la covid, alcanza el 58%, una cifra récord

- POR CELIA MAZA LONDRES

El que fuera primer ministro británico, David Cameron, ha confesado en sus memorias lo que era un secreto a voces. En el referéndum de 2014 sobre la independen­cia de Escocia, tuvo que pedir auxilio a la mismísima Isabel II, cuando se creyó que los secesionis­tas podían ganar. La soberana se acercó a los parroquian­os el domingo previo a la consulta y recalcó: «Espero que la gente piense con mucho cuidado sobre su futuro». No hizo falta nada más.

Ganó finalmente la unión con el 55,3% de los votos frente al 44,7% en una jornada histórica, donde la participac­ión récord superó el 84%. Los secesionis­tas aceptaron entonces que el plebiscito era «único en una generación». Pero con el Brexit consideran que las reglas de juego han cambiado. En Escocia, el apoyo a la permanenci­a en la UE ganó por el 62% de los votos. ¿Se cerrará el círculo? Si Cameron no hubiera ganado –aunque fuera in extremis– el plebiscito de independen­cia escocés, no se hubiera valentonad­o a convocar la consulta sobre la permanenci­a en la UE de 2016. Y sin Brexit, los soberanist­as no estarían pidiendo ahora nuevo referéndum separatist­a.

El nuevo inquilino de Downing Street, Boris Johnson, asegura que la salida del bloque inicia una era llena de oportunida­des para la «Global Britain». Pero la realidad es que Reino Unido podría encaminars­e en apenas cuatro meses más bien hacia una «Little Britain». El 6 mayo, los escoceses acuden a las urnas para elegir a sus representa­ntes en el Parlamento de Edimburgo y, de cumplirse los sondeos, el Partido Nacionalis­ta Escocés (SNP) –que lleva gobernando desde 2007 en Holyrood– va a conseguir una aplastante mayoría absoluta con su promesa de «poder decir el futuro de la nación».

Hasta la fecha, la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, siempre se había negado a hablar de un plan B si Londres insistía como hasta ahora en su negativa para una nueva consulta. Pero tras las presiones de los radicales de sus propias filas –que guardan estrechos vínculos con los secesionis­tas catalanes– ha presentado una «hoja de ruta» para la celebració­n de un nuevo plebiscito que se convocaría tras la pandemia de forma «legal». En este sentido, Sturgeon considera que, si finalmente gana los comicios de primavera, el Gobierno central tendría tres opciones: aceptar que el Parlamento escocés tiene competenci­a para convocar el referéndum conforme a la Ley de Escocia de 1998, dar su autorizaci­ón activa para la votación o la convocator­ia tras la batalla en los tribunales.

En los próximos días, de hecho, el Tribunal de Sesiones de Edimburgo, la más alta corte civil en Escocia, deberá pronunciar­se sobre si el Parlamento escocés es competente para convocar un referéndum de independen­cia sin autorizaci­ón previa del Gobierno, tras el caso que ya ha planteado el activista pro independen­cia David

Keatings. En Reino Unido no hay Constituci­ón escrita. Pero, si el proceso se quiere realizar por la vía legal (como ocurrió en 2014), Edimburgo tendría que solicitar a Londres la activación de la denominada Sección 30 del Tratado de Escocia de 1998 para la transferen­cia de poderes.

Johnson asegura que tiene el mandato soberano para denegar la petición. Defiende que el manifiesto «tory» con el que consiguió una aplastante mayoría absoluta en las generales de diciembre de 2019 dejaba claro que el plebiscito de 2014 fue único «en una generación». Pero, en la misma línea, Sturgeon defiende que si es elegida con clara mayoría en Holyrood, también tendrá un mandato soberano para convocar la consulta. El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, explica que su partido no apoyará la celebració­n de un nuevo referéndum, si bien se ha mostrado abierto a la cesión de competenci­as adicionale­s en caso de llegar al poder.

Tanto en los círculos académicos como en los corrillos de Westminste­r, cuando se plantea si realmente hay posibilida­des de un nuevo referéndum, la respuesta siempre es la misma: «Todo dependerá de las elecciones al Parlamento de Edimburgo». Desde mayo, según varios sondeos, el apoyo a la secesión predomina en la sociedad escocesa, llegando a un récord histórico del 58%, de acuerdo con IPSO Mori en octubre. «Es la primera vez en la historia de las encuestas escocesas en que el apoyo a la independen­cia ha sido superior al 50 % de forma consistent­e», afirma John Curtice, profesor de Políticas de la Universida­d de Strathclyd­e.

Aparte del Brexit, la pandemia ha impulsado aún más el sentimient­o soberanist­a. Downing Street solo tiene competenci­as sanitarias en Inglaterra. El resto de naciones que componen el país (Escocia, Gales e Irlanda del Norte) han impuesto sus propias reglas. Y la criticada gestión de la crisis por parte de Johnson ha incrementa­do la tensión entre Londres y Edimburgo. El 70% de los escoceses cree que Sturgeon está realizando un buen trabajo.

En el Gobierno hay preocupaci­ón por la amenaza secesionis­ta y prueba de ello fue el viaje de Johnson el jueves a Glasgow. El líder «tory» visitó el laboratori­o Lighthouse del hospital Universita­rio, para hablar con el personal sanitario a cargo de los test del coronaviru­s y recalcar los beneficios de la unión en tiempos de pandemia. Pero a nadie se le escapa que Glasgow es precisamen­te la ciudad donde se muestra más apoyo a la secesión.

La popularida­d de Johnson en el norte es básicament­e nula, incluso entre los pocos votantes conservado­res. En general, los «tories» nunca han sido especialme­nte queridos en Escocia. En su día, Ruth Davidson fue la gran excepción. Pero dimitió como líder de los «tories» escoceses por desavenenc­ias con el «premier» respecto al Brexit.

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AP Escocia celebró un referéndum «único en una generación» en 2014

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