TERREMOTO GRADO 11
ZhangZhang Heng inventó el primer sismógrafo de la historia en el 132 d.C. Consistía en un jarrón de cobre con ocho figuras de dragón que, según la dirección e intensidad de las vibraciones, soltaba una bolita sobre la boca abierta de una de las ocho ranitas que rodeaban el artilugio. Actualmente, los terremotos se miden por la escala Ritcher, que va desde menos de 2, casi imperceptible, a más de 10, movimiento apocalíptico.
España, zarandeada por la COVID, sufrió el pasado año un terremoto económico de grado 11. La pandemia cerró establecimientos y negocios. Las ondas más graves se registraron en el segundo trimestre del pasado año, hubo recuperación en el tercero y en el cuarto nos estabilizamos en una meseta de horizonte incierto. La economía se desplomó un 11% en 2020. Los sismos surgen del choque de las placas tectónicas. Lo sabe bien Granada. La placa de la pandemia golpeó con extrema violencia nuestra debilitada estructura económica. Los hoteles se vaciaron y los hogares, con el confinamiento y el santo temor al desempleo, decidieron ahorrar, su consumo se desplomó un 12,4%.
Pero los daños más devastadores se registran en el empleo. El mercado laboral español es como la falla californiana de San Andrés, siempre a punto del derrumbe. La tasa de paro supera el 16%, se destruyeron 622.000 puestos de trabajo y otros 1,9 millones están en prevengan, bajo diversas figuras de protección, con la incertidumbre de no saber si la bolita del dragón caerá hacia el paro o hacia el empleo.
«La placa de la COVID golpeó con extrema violencia nuestra debilitada estructura económica»