Un PP en Cataluña
El PP tiene una relación compleja con la política catalana. En la explosión de amistad y necesidad de Aznar, el Pujolismo pedía cabezas y en los últimos tiempos todo ha sido un ir dejándose, salvo aquella explosión de Cayetana. La última vez que el PP fue decisivo en Cataluña fue en 2012, cuando la debilidad de CIU con Artur al frente le obligó a tragar con las exigencias presupuestarias de los populares. Entonces, Sánchez Camacho dijo aquello de «es un compromiso de presente y futuro» y «a quien le moleste que el PP sea determinante que se vaya acostumbrando». Luego todo saltó por los aires.
Mas llegó pidiendo dinero cuando no lo había, se agarró un globo y levitó con un proceso que ha desbaratado la política y la sociedad. Ahora el PP mira los sondeos como quien mira posos del té y entra en ese «canguelo» de la derecha tradicional. A Vox le han llovido piedras y votos. La única que puede arañar en ese banco es Ayuso (recibida como Santa Isabel, patrona de la Hostelería) pero ni estuvo ni se la espera. Casado, que confesó su hartazgo, anda inquieto entre el horizonte electoral y Bárcenas. No ha aclarado cuál era su plan para el 1 de octubre tras decir que no compareció por desacuerdo. En Génova les cabreaba que en la rueda de prensa del Consejo los temas del ex tesorero se liquidaran con un «no voy a comentar la estrategia». Por eso, cuando llegó ese día, la orden fue aquí no sale nadie.