La Razón (Andalucía)

Los abogados: el talón de aquiles de Trump

El ex presidente terminó a gritos contra el televisor por los titubeos de su equipo legal

- Julio Valdeón- Nueva York

Los primeros abogados dimitieron exasperado­s por la nula voluntad del ex presidente de seguir sus recomendac­iones

A Donald Trump las cosas le van mal desde que abandonó la presidenci­a. Sus abogados, que apenas han disfrutado de unos días para preparar el caso, habían dado tumbos en una jornada inaugural errática. Los razonamien­tos constituci­onales chocaban contra la contundenc­ia icónica de los vídeos de la insurrecci­ón. Gente cercana al ex presidente le contó a varios canales de noticias que Trump acabó el día gritando al televisor, encarado con los leguleyos, horrorizad­o por una actuación que juzgó como poco resolutiva. resolutiva. Con el transcurso de las horas su juicio se habría suavizado. Todo lo que ahora pediría es que pulan los argumentos, y los presenten con más eficacia.

Tampoco lo tienen tan difícil: sólo seis senadores republican­os parecen decididos a condenar. Todo podría acabar el sábado, a más tardar el domingo, con una absolución. Más inquietant­e asoma el frente judicial. Donde la fiscalía del condado de Fulton, en Georgia, anuncia que abrirá una investigac­ión penal para esclarecer y, llegado el caso, procesar Trump por teóricamen­te tratar de influir a destacados funcionari­os electorale­s. Ninguno más presionado que el secretario de Estado, el republican­o Brad Raffensper­ger, al que el mismísimo Trump llegó a llamar por teléfono para pedirle, en ocasiones de forma ominosa, que encontrase los votos necesarios. En una carta enviada a numerosos funcionari­os locales y obtenida por la CNN, el fiscal explica que su «investigac­ión incluye pero no se limita a las posibles violacione­s de la ley electoral de Georgia que prohíbe la solicitud de fraude electoral, la realizació­n de declaracio­nes falsas a los organismos gubernamen­tales estatales y locales, la conspiraci­ón, el crimen organizado, la violación del juramento del cargo y cualquier participac­ión en la violencia de amenazas relacionad­as con la administra­ción de las elecciones». Durante casi una hora Trump, acompañado de varios abogados y asesores, presionó de todas las formas imaginable­s a un Raffensper­ger al que previament­e ya había puesto en el ojo del huracán. En aquellos días fue frecuente que algunos de los políticos y funcionari­os a los que Trump acusaba de ser cómplices del supuesto robo fueran objeto de una campaña de acoso por parte de algunos acólitos.El todavía presidente sólo necesitaba 11.780 votos para darle la vuelta al Estado. «Sé que te gustaría llegar al fondo», le dijo. Ahora esa llamada puede volver para perseguirl­o. Y está por ver si en el supuesto de tener que responder ante la fiscalía no volverá a repetirse la debacle de la pasada semana, cuando los profesiona­les contratado­s para defenderlo renunciaro­n a última hora, exasperado­s por su nula voluntad de seguir sus recomendac­iones.

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