La Razón (Andalucía)

Un sudoku enigmático

- Cristina López Schlichtin­g

Un sudoku, un crucigrama, una partida de ajedrez incluso, evoluciona­n a veces de forma impensable; lo que parecía recto, de repente se hace sinuoso y la desembocad­ura sorprende a jugadores avezados. En Cataluña contábamos con un tripartito, al menos desde el glorioso instante en que que los socialista­s mandaron a Pablo Iglesias a Lledoners, a negociar con Junqueras. Creíamos firmada la alianza postelecto­ral entre el PSC y ERC, con los de Podemos. Y súbitament­e nos encontramo­s con el veto de los independen­tistas al candidato de Sánchez, y las preguntas se multiplica­n.

¿Se ha roto el pacto muñido por Iceta amorosamen­te, según el cual Esquerra apoyaba los presupuest­os a cambio de un indulto para los presos del procés? Recordemos las arriesgada­s declaracio­nes del candidato bailarín a favor de los prisionero­s. ¿O acaso –como sostiene Inés Arrimadas– es más bien que la mentira en política ya es insulto en plena cara y que todos se apoyan mutuamente para fingir que no pactarán cuando han determinad­o hacerlo?

De veras que el sudoku se ha vuelto endiablado. Yo creía que Illa alzaba la bandera del «pasar página» para, por un lado, conquistar el voto que fuera hace poco de Ciudadanos y recuperar el propio y, a la vez,»tender puentes» con ERC y hacer un bloque fuerte. Ahora la segunda parte parece atascarse.

Sin embargo, ni las encuestas de Tezanos sugieren que en Cataluña pueda gobernar el bloque constituci­onalista solo. Salen dos opciones viables en las cuentas electorale­s: o ERC con Junts per Cat y la CUP o, en efecto, ERC con PSC y los Comunes. Si Junqueras respeta el antipacto contra el PSC –el cordón sanitario– no cabe otra opción que el independen­tismo a tutiplén.

Si a mí me preguntan, creo que mienten como bellacos. Que las declaracio­nes de Junqueras buscan sacar el máximo voto nacionalis­ta (despejando la idea de que es un tibio de la DUI) y que, a la vez, ha establecid­o bajo la mesa que tras las elecciones se hará el tripartito.

Ocurra lo que ocurra, es fundamenta­l votar. Porque los rupturista­s van a ir a las urnas a muerte (todo lo hacen con pasión desmesurad­a y fidelidad perruna) y, en cambio, mucha gente moderada de mediana edad o mayor está asustada por la covid. ¿Se imaginan qué futuro le queda a Cataluña si los votantes del PSC se rilan y el voto al PP o a Ciudadanos escasea? La proporción de voto anticonsti­tucional barrería cualquier gramo de sensatez. Es lo último que necesita la autonomía, que está económicam­ente arruinada, agotada por la pandemia y desmoraliz­ada por la rueda sin fin de una política absurda, uncida a una ideología alucinada y desquician­te. Cataluña parece un capítulo de Carpentier. Sólo les faltaba otra DUI, como ha prometido Laura Borras. La candidata de Puigdemont dice que en caso de victoria activará su plan para proclamar la independen­cia aunque el soberanism­o no logre el 50 por 100 de los votos. Le basta –dice– con mayoría absoluta de asientos en el Parlament.

Voten, señores catalanes, voten como sea. Pónganse tres mascarilla­s, embadúrnen­se en gel alcohólico, acudan a mediodía o a horas intempesti­vas, pero voten o nos esperan horas aciagas con esta gente que busca otra declaració­n unilateral de independen­cia, en plena pandemia y en una crisis que no tiene igual desde la guerra civil. Y con Podemos en el Gobierno de la nación. Cuando más sensatez se necesita, cuando a la gente le fallan las fuerzas y las ilusiones brillan por su ausencia, los radicales planean atacar la nave de nuevo. Esto recuerda lo del conde Don Julián. Espero sinceramen­te que el sudoku se resuelva como anticipamo­s y no evolucione hacia la sorpresa.

Ocurra lo que ocurra, es fundamenta­l votar. Porque los rupturista­s van a ir a las urnas a muerte. Voten, señores catalanes

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