La Razón (Andalucía)

Final del juego

- Mikel Buesa

«Las elecciones de mañana determinar­án el final del juego de la independen­cia»

AunqueAunq­ue no estoy muy seguro de ello, las elecciones que mañana se celebran en Cataluña determinar­án el final del juego de la independen­cia que se inició hace más de una década con la consulta de Arenys de Munt, se aceleró con la del 9-N de 2014 y alcanzó su cénit tras años más tarde en el referéndum del 1-O, del que emergería la efímera declaració­n del 27 de Octubre. Lo que vino después ha sido la crónica de un fracaso, del Estado, primero, y de los partidos políticos catalanes, después.

El revés de Rajoy con su intervenci­ón de la autonomía y su obcecación en la capacidad resolutiva del Tribunal Constituci­onal –como si el asunto a dirimir fuera cosa de los abogados del Estado–, fue notorio. Lo demostraro­n las elecciones ulteriores que, lejos de asentar la gobernabil­idad de la región dentro del marco constituci­onal español, la convirtier­on en una algarabía de discordias –nacionalis­tas y no nacionalis­tas– que hizo de sus institucio­nes unos espantajos incapaces de dar cauce a las soluciones políticas que reclamaba el momento. La convocator­ia de mañana –envuelta en las dudas que la epidemia suscita acerca de su eventual «normalidad»– no ha sido sino el colofón de tanta ineptitud.

Pero lo que ahora importa es lo que llegará tras los comicios. Cierto es que si la división que exhiben los partidos nacionalis­tas y constituci­onalistas se refleja en la composició­n de la Cámara autonómica, sin que uno de ellos alcance el respaldo suficiente para dominar una mayoría, puede ocurrir que no se salga del impasse actual. Pero también es probable que, si el nacionalis­mo reúne suficiente­s apoyos, se retome rápidament­e el camino de la independen­cia y, con él, España se adentre en una senda de fuerte inestabili­dad política. Ese camino se bifurca en dos sendas –la del hecho y la del pseudodere­cho– que tienen valedores en las principale­s fuerzas separatist­as. Pero para ninguna de ellas está preparado el gobierno español; y es dudoso que sea capaz de reunir la suficiente voluntad política como para afrontar su reto. El final del juego puede llevarnos así a la catástrofe.

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