La Razón (Andalucía)

El año sin turismo dispara la pobreza extrema

La pandemia ha revelado la situación económica precaria que ya arrastraba­n las Islas Canarias y que se ha cronificad­o aún más con las peores cifras de miseria de España

- POR LAURA DE PABLO LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

«Pasar de estar aquí arriba a aquí abajo es cuestión de días. Y a todos nos puede pasar». Inma dibuja con su mano la caída en la que muchos están sumidos y a los que, como a ella, la pandemia les ha sacudido las vidas. «Yo estaba bien, trabajando en un restaurant­e, pero un día vino un virus y dijo: te vamos a poner en ERTE y así estoy desde entonces». Hablamos con ella mientras recorre los dos estrechos pasillos de la Asociación Vecinal y Solidaria de Arenapo. les (Avesar) en la que colabora como voluntaria. Es su forma de agradecer la ayuda que todavía le siguen brindando. Limpia, abre cajas y coloca la comida en estantería­s. Todo ello antes de organizar las cestas de alimentos y los carros, que entregarán a las familias. Siempre vinculada al turismo y a la hostelería, el confinamie­nto la llevó al ERTE, pero lleva cinco meses sin cobrarlo. Problemas con los trámites, le dicen. Esa fue la estocada final.

Con 46 años y una hija, llegó a la asociación Avesar venciendo sus propios prejuicios. «Me resistía a pedir ayuda durante ese tiemDe

tiemDe hecho, yo era la que solía ayudar a los demás. No quería hacerlo por vergüenza y porque creía que podría valerme por mí misma, pero no es así», explica a LA RAZÓN. Cuando le preguntamo­s qué piensa de las personas que, como ella, acuden a diario lanzando una voz de auxilio responde sin dudarlo con una mirada noble y serena: «Yo lloré la primera vez que me dieron un “reparto”, y cuando los veo llorar a ellos, me emociono otra vez».

Escucharla es hasta motivacion­al. Cada frase tiene un propio peso. «Si una persona que quiere salir adelante no recibe la ayuda necesaria, no sale adelante. Y, ¿qué hará? ¿Volverse loco, delinquir, hacer cosas que no debe y que ni siquiera quiere?».

La gente sigue llegando. La asociación reactivó la entrega en el local con cita previa después de dos semanas en que se vieron obligados a hacerlo a domicilio por las restriccio­nes impuestas por el incremento de contagios.

Elizabeth tiene 30 años. Cuando empezó la pandemia trabajaba

Pedir esta ayuda de comida me daba vergüenza, pero llega un momento en que uno no puede hacer más. A veces me dicen aquí (en la asociación) si necesito algo más, pero me da vergüenza y les digo que no»

Elisabeth

Empleada del hogar sin trabajo

He tenido que vender el coche para pagar todos los gastos. Ya me he recorrido media isla, pero no hay nada, la hostelería en el sur (zona turística de Gran Canaria) está cerrada, y el resto ya está en mínimos y no te cogen»

Nelson

Cocinero en paro

como empleada del hogar, pero durante el confinamie­nto la despidiero­n «porque a ellos también se les pusieron las cosas difíciles», recuerda. «Entonces recuperé la ayuda de la PCI (Prestación Canaria de Inserción) y es la que a día de hoy tengo, de unos 550 euros, pero que no me da». Su sueldo como empleada doméstica apenas llegaba a los 900 euros. Ahora, con esta prestación, los gastos de alquiler, agua, luz y comida la empezaron a asfixiar. Después de tocar la puerta en varias dependenci­as y hablar con varios trabajador­es sociales, Cáritas Parroquial la derivó a esta asociación.

Elizabeth es cubana y lleva ocho años viviendo en Canarias con su hija. «Antes del Covid ya había tenido que pedir la ayuda del alquiler, pero se me acabó en septiembre y ahora estoy más apretada». Acumular deudas es algo que le preocupa. Toda esta situación le ha generado problemas de ansiedad. «Pedir esta ayuda de comida me daba vergüenza, pero llega un momento en que uno no puede hacer más».

Nelson llega antes de su hora. Hablamos con él mientras espera su turno. Nos cuenta que es cocinero y que se quedó sin trabajo a raíz del confinamie­nto. No llegó a estar en ERTE y fue escapando a base de subsidios, pero ya no le alcanzan. «Ya me he recorrido media isla, pero no hay nada, la hostelería en el sur –zona turística de Gran Canaria– está cerrada, y el resto ya está en mínimos y no te cogen», explica con preocupaci­ón. «He tenido que vender el coche para pagar todos los gastos». Ya no quiere oír hablar de la hostelería. Ahora mismo, solo piensa en su madre, una persona mayor a la que tiene que atender. En eso y en dedicarse a otro oficio.

Inma, Elizabeth y Nelson son solo algunos de los rostros a los que la pandemia les ha trastocado la vida y a quienes este año sin turismo, principal actividad económica del archipiéla­go, les ha orillado a estar en niveles de alta vulnerabil­idad social. «La asociación no se creó para repartir comida, pero nos hemos visto obligados a eso», explica José Antonio Cardoso da Silva, que preside la asociación vecinal Avesar.

El número de familias que ha acudido allí desde que iniciara la pandemia se ha incrementa­do un 300%. El perfil predominan­te: mujer, con hijos y trabajador­a en ERTE o en paro. Antes, eran más hombres desemplead­os. Tras la Covid, mujeres que trabajan en labores domésticas y de cuidado de mayores. Mientras conversamo­s nos muestra la montaña de expediente­s que ha recibido en tan solo una semana. Informes de trabajador­es sociales de los centros de salud. Cardoso critica que el gobierno municipal no acoge lo suficiente a estas personas y que tengan que ser los colectivos vecinales los que den soporte. «Este ayuntamien­to –el de Las Palmas de Gran Canaria– tiene más culpa que ninguno porque se dice de izquierdas y, entre los partidos de coalición, Podemos ha sido el que más trabas nos ha puesto para repartir la ayuda. Dicen que ya existe un estado garantista. ¡Pero si nosotros estamos entregando comida porque ustedes no son efectivos!», añade molesto.

En 2020, Avesar atendió a 1.077 personas, una cifra que se fue incrementa­ndo conforme avanzaban los meses más duros de la pandemia. José Antonio nos sigue mostrando estadístic­as. «Mira, el 40% de los que han venido están parados, el 25% en ERTE, el 15% son inmigrante­s, el 7% tiene un trabajo precario y un 2% sufre violencia de género».

Nos lleva a donde están algunas cajas de comida preparadas y explica que se hacen de manera personaliz­ada. «Somos cuidadosos hasta en atender sus patologías. No puedes dar lo mismo a un diabético que al que no lo es, o incluso al que por su religión no puede comer ciertas cosas». Se trata, dice, de dignificar la ayuda.

En el análisis inicial, Cruz Roja y Cáritas coinciden. Canarias ya arrastraba una situación compleja antes de la pandemia, con una tasa de paro del 18% y un índice de pobreza del 29%, según la Fundación Foessa, que analiza la exclusión social en España. Para Antonio Rico, presidente regional de Cruz Roja. «Cuando llega el cero turístico y empiezan los ERTE, las familias que estaban en la economía informal caen completame­nte, y las que iban escanomía pando a final de mes también se ven afectadas».

Tan solo en 2020, esta institució­n atendió a 156.000 personas en todas las islas. «Es casi el doble de las que habíamos atendido el año anterior, y nos coloca entre las comunidade­s con peores datos», añade. A Rico le preocupa que, incluso pasada la emergencia sanitaria, las islas no se recuperen por su alta dependenci­a a la ecode ecode países emisores de turistas. Los más afectados son autónomos vinculados a este sector. Animadores de hoteles, guías, taxistas o conductore­s de autobuses. «Ese pequeño trabajador que tiene que pagar una letra del coche, el alquiler de un local...». Y reflexiona sobre una cosa.

La radiografí­a que hace añade más ejemplos de la precarieda­d que ya existía antes del coronaviru­s: el nivel de ingresos de los jubilados. «Es uno de los más bajos y se debe a que han estado cotizando muy poco durante años, lo que quiere decir que su sueldo siempre ha sido bajo y no tienen ahorros suficiente­s para poder enfrentars­e a esta crisis».

El perfil del que acude a estos servicios sociales: nuevamente mujeres, con un hijo a cargo, entre 35 y 50 años y con medias jornadas laborales. El salario promedio, entre 800 y 1.000 euros, reducido a un 75% por estar en ERTE.

Por su parte, Caya Suárez, secretaria general de Cáritas Diocesana de Canarias lo analiza de forma similar. En septiembre de 2019, un 29% de la población canaria estaba en situación de pobreza severa, y un 34% de la población, en una situación de vulnerabil­idad que no soportaría otra crisis.

Los primeros meses de confinamie­nto revelaron la cara más dramática. En Cáritas hubo un incremento de 85,10% en atenciones nuevas. Familias en situación de ERTE, sin redes de apoyo o con ahorros agotados. Con todos esos indicadore­s, Suárez lo deja claro: «Canarias está agravando la pobreza estructura­l que sufría y cronificán­dola».

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CARLOS DE SAÁ (DIARIO DE FUERTEVENT­URA) Reparto de alimentos en la ONG Misión Cristiana Moderna, en Fuertevent­ura
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L. P. Inma, voluntaria y perceptora de ayuda, junto a José Antonio Cardoso, de Avesar

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