Si viajamos el dolor del duelo será menos intenso
Después de su premiado «Am Fluss», la escritora y traductora Esther Kinsky vuelve con un sobresaliente relato sobre la pérdida y el duelo
Un hermoso y atinado texto nos introduce en esta más que peculiar «Arboleda». Habla de una tradición de las iglesias rumanas que data de hace siglos: las velas de los vivos y los muertos están situadas en lugares diferentes, como si quisieran mostrar claramente que están separadas por ese espacio contradictorio, vacío y «lleno» de ausencias.
Situados desde el principio ante el dolor de una pérdida, desgarradora, solamente nos queda acompañar a la narradora en su duelo, pues eso es este libro, un profundo duelo, una tristeza que necesita encontrar un cauce por el que transitar acudiendo a los lugares donde la protagonista estuvo con su pareja, el hombre que ha muerto.
Y así, en primera persona, una mujer narra su viaje interior
interior y exterior dividido en tres partes bien diferenciadas. Un viaje por la Italia más alejada de lugares tópicos y turísticos para visitar cementerios, pequeños pueblos, tiendas y la sombría laguna del delta del Po; la segunda, las idas y venidas de las montañas a la llanura hasta que llega la última parte y el tercer viaje, que sumerge a la narradora en su infancia, con el recuerdo paterno dominando la década de los setenta en Italia. El viaje es continuo, de la memoria a la realidad, del presente al pasado. Largas caminatas por terrenos escarpados o suaves colinas que son como fragmentos de vida con formas, matices y colores de un dolor que unas veces hace perder el norte y otras sirve de guía.
Lo mejor
La exquisita sensibilidad de Kinsky y su pericia para llenar de imágenes hermosas un tema tan delicado
Lo peor
Difícil encontrar algo negativo en este libro, y los premios internacionales que ha recibido son una prueba