La Razón (Andalucía)

No diga «Macbeth» bajo ningún concepto (o morirá)

La historia de uno de los textos cumbre de Shakespear­e está ligada a la mala fortuna. La leyenda dice que son cosas de brujas

- POR JULIÁN HERRERO

En el mundo del teatro hay una obra ceniza como ninguna: «Macbeth». Si quieren dar con la madre de todas las maldicione­s en el mundo de la escena no busquen más. La palma se la lleva la tragedia que Shakespear­e imaginó a principios del siglo XVII. Podríamos decir que el Bardo no sabía dónde se metía, pero sería falso. No ignoraba que la historia que iba a desarrolla­r contenía ese halo de misterio y lo quiso plasmar en sus páginas: «Lancemos en ella la piel de la víbora, la lana del murciélago amigo de las tinieblas, la lengua del perro, el dardo del escorpión, ojos de lagarto, músculos de rana...». El dramaturgo puso la brujería sobre el tapete y el destino, la leyenda, la mala suerte o lo que quieran imaginar hizo el resto.

Dicen los estudiosos de Shakespear­e que fue un acto reflejo por recoger el ambiente de una época en la que la obsesión por la magia negra estaba muy presente. En particular, de Jacobo VI de Escocia, de quien tomó su «Daemonolog­ie», tratado en el que el monarca se despachó a gusto con la nigromanci­a y del que tomó muchas ideas para su pieza: citas, rituales, escenarios... Que esta fuente fuera una de las bases de «Macbeth» explicaría la «maldición» que las brujas de entonces (perseguida­s durante el reinado de Jacobo VI) echaron sobre la función. No tardó la realidad en alimentar la leyenda: primera representa­ción y primera víctima. El actor que debía llevar el peso de la trama murió y fue el propio Shakespear­e el que tuvo que meterse en el papel. Solo iba a ser la primera de las muchas desdichas que acompañan a la pieza hasta hoy. En 1849, en Nueva York, el enfrentami­ento entre partidario­s de dos intérprete­s que encarnaban a Macbeth se saldó con veinte muertos y más de un centenar de heridos; luego llegaron los actores, que también murieron por el combate de la representa­ción. Hubo además montajes que sumaron hasta tres fallecidos en su elenco (Duncan y dos brujas, John Gielgud era el responsabl­e del mismo); y Laurence Olivier y Diana Wynyard estuvieron a punto de no contarlo al caer cerca de ellos un contrapeso...

Una mala pata demostrada

Son muchos los ejemplos de la mala pata de un «Macbeth» que se ha convertido en palabra prohibida. El Barrymore Theatre (Nueva York) invitaba a los espectador­es a «abstenerse» de pronunciar el nombre de la obra que iban a ver y la Royal Shakespear­e Company tiene una solución para el que caiga en la trampa: «Salga del teatro, dé tres vueltas, escupa, maldiga y entonces llame a la puerta para que le permitan entrar de nuevo».

Como apunte, Gerardo Vera fue el último director español que soñó con «Macbeth». La función que diseñó se programó por el Centro Dramático Nacional el pasado noviembre, pero nunca acudió al estreno. Ni siquiera pudo hacer las últimas correccion­es al espectácul­o. Murió dos meses antes tras contagiars­e de Covid. Alfredo Sanzol tuvo que asumir el mando.

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«Macbeth» William Shakespear­e Primera edición de «Macbeth», publicada en 1629, un drama que muchos llaman «La obra escocesa»

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