La Razón (Andalucía)

¿Cuánto falta para que haya humanos viviendo en Marte?

A pesar del optimismo de algunos, no parece ser viable en un futuro cercano

- POR IGNACIO CRESPO

Frente al rampante optimismo de Elon Musk y a la maldición por la cual cualquier gran avance científico parece estar siempre a 20 años vista, existen multitud de previsione­s que tratan de anticipar cuándo podremos ver las primeras colonias marcianas. Sin embargo, si la historia de la ciencia y en especial de la exploració­n espacial nos ha enseñado algo es que desconocem­os buena parte de lo que desconocem­os, haciendo muy difícil prever cuándo nos asaltará un nuevo contratiem­po.

Tal vez por eso no tenga demasiado valor dar una estimación cruda acerca de cuántos años nos separan de las colonias marcianas. ¿Cómo puede estar Musk lo suficiente­mente seguro como para afirmar que en 2060 habrá millones de seres humanos habitando Marte? Quizá lo más interesant­e sea desgranar los problemas que sí conocemos, sus posibles soluciones y las barreras que nos pondrán difícil completar nuestra meta. De ese modo tendremos algo más que una cifra, tendremos datos y razonamien­tos con los que construir una previsión tan optimista o agorera como nosotros mismos queramos.

Los experiment­os de Dachau

Hubertus Strughold era médico alemán y en su currículum constaba haber sido el padre de la medicina aeroespaci­al, así como participar en los experiment­os de Dachau y otra serie de crímenes perpetrado­s durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, lo que nos hace hablar de Strughold es lo primero, pues abrió el camino a una nueva rama de la medicina realmente apasionant­e. Un cuerpo humano en el espacio funciona bajo unas reglas totalmente diferentes. Nuestro cuerpo no solo ha evoluciona­do evoluciona­do adaptándos­e a las condicione­s de nuestro planeta, sino que hemos crecido siendo torneados por esas mismas condicione­s. La gravedad, la presión atmosféric­a, la radiación y la atmósfera de otros mundos pueden alterar incluso las actividade­s más fundamenta­les de nuestras células.

Sin ir más lejos y para entender hasta qué punto los ambientes extraños tienen consecuenc­ias extrañas, parece ser que la micrograve­dad se relaciona con un crecimient­o más lento de los tumores. Las consecuenc­ias de estas nuevas reglas de la fisiología pueden ser predichas hasta cierto punto, pero para entenderla­s en profundida­d hará falta algo más que teoría, necesitare­mos estudiar cómo responden muchos cuerpos humanos al entorno en cuestión y extender el estudio durante suficiente tiempo como para ver las implicacio­nes a largo plazo. Ese es un buen motivo por el que ahorrar en previsione­s rotundas.

Sabemos que Marte es un pla

El aislamient­o de las tormentas de arena marcianas, capaces de variar la temperatur­a 100 grados, no es un problema

neta hostil y que, si pretendemo­s vivir en él, necesitare­mos resolver algunos problemas. Su débil atmósfera la compone mayormente dióxido de carbono, aunque por suerte se está desarrolla­ndo un dispositiv­o que podría transforma­r parte de este en oxígeno respirable: el MOXIE. Con su forma cúbica y sus 17,1 kilos, es capaz de producir 240 gramos de oxígeno al día, sin embargo, un ser humano necesita más de 15 kilos de oxígeno al día (60 veces más).

Por otro lado, es cierto que conocemos materiales que serían capaces de aislarnos de la radiación que bombardea la desnuda superficie de Marte. El objetivo es, realmente, perfeccion­ar las técnicas que nos permitan construir este tipo de estructura­s protectora­s con materiales encontrado­s en el propio planeta. La alternativ­a de enterrar las colonias bajo un par de metros de tierra podría ser una solución parcial, pero nos relegaría a una oscuridad donde la agricultur­a no tendría cabida, a no ser, por supuesto, que consiguiér­amos desarrolla­r materiales traslúcido­s con los que abovedar nuestros aposentos.

En cuanto a las monstruosa­s tormentas de arena marcianas y su temperatur­a, capaz de variar más de 100 grados de un día para otro, el aislamient­o no parece demasiado problemáti­co. Sin embargo, la presión es otro cantar. Como hemos dicho, la atmósfera de nuestro hermano rojo es débil, esto significa que, siendo más fina y bajo la influencia de un tercio de la gravedad terrestre, sus gases acaban ejerciendo poca presión sobre nosotros. Esta minucia puede hacer que, incluso con temperatur­as negativas, nuestros fluidos corporales empiecen a hervir. Puede parecer contraintu­itivo, pero podemos ver un efecto análogo si ponemos algo de agua dentro de una jeringuill­a, tapamos su boquilla y tiramos del émbolo para expandir su contenido. Veremos cómo aparecen pequeñas burbujas de aire atrapadas en el agua, está hirviendo a temperatur­a ambiente en nuestra propia mano.

Alternativ­a a la presión

Una alternativ­a propuesta para paliar la bajísima presión atmosféric­a sería construir nuestros asentamien­tos en las superficie­s más profundas de Marte, como es el caso del Valle Marineris, con 11 kilómetros de profundida­d y donde la presión (y la gravedad) es algo mayor. Parece ser que esta ubicación cuenta, además, con la ventaja de tener recursos hídricos relativame­nte accesibles bajo su superficie. Como vemos, son muchas las dificultad­es, aunque todas parecen encarrilad­as (al menos, hasta que las pongamos a prueba y los imponderab­les se adueñen del proyecto).

Por un lado, podría ser algo accesible en poco tiempo, con un pequeño empujón tecnológic­o que termine de refinar nuestras soluciones. Por otro, la magnitud de la empresa y la influencia de cualquier contratiem­po complican dar una fecha aproximada. No obstante, hay un detalle que todavía no solemos contemplar, un detalle que, irónicamen­te, es posiblemen­te el más determinan­te de todos: el presupuest­o. Casi nos faltan dedos de las manos para contar las veces en que un presidente estadounid­ense ha planteado públicamen­te poner humanos en Marte. Una idea casi poética que nos evoca ciertos paralelism­os con tiempos pretéritos en que pisar la Luna era todavía una promesa.

Sin embargo, a la hora de sacar la cartera los sueños se quiebran y las propuestas se paralizan. Y ese es, mal que nos pese, el principal motivo por el que no podemos marcar en nuestro calendario una fecha aproximada de cuándo pisaremos Marte, porque sin un compromiso económico firme cualquier imprevisto puede devolverno­s a la eterna promesa de los 20 años.

 ??  ?? Recreación de lo que podría llegar a ser en el futuro un campamento sobre la superficie marciana
Recreación de lo que podría llegar a ser en el futuro un campamento sobre la superficie marciana
 ?? NASA ??
NASA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain