Escrivá duda que Iglesias sea capaz de gestionar «sus» 1.000 millones de los fondos europeos
El enfrentamiento entre ambos sigue en aumento. El ministro de Seguridad Social no descarta abandonar el cargo en la primera remodelación del Gabinete
La historia de la guerra sin cuartel que enfrenta desde el inicio de la actual legislatura a los miembros del equipo económico del Gabinete de Sánchez con los ministros de Podemos, capitaneados por su líder Pablo Iglesias, bien podría convertirse en un auténtico culebrón turco. No carece de ninguno de los ingredientes propios de las famosas series otomanas. Este relato está salpimentado con grandes dosis de intriga, conspiración, juego sucio, chismorreos, habladurías y filtraciones a la Prensa, y dominado por unos sentimientos desbocados de desprecio indisimulado y de deseo de revancha. De hecho, el Consejo de Ministros se ha convertido en un campo de batalla, donde el vicepresidente segundo permanece, en ocasiones, silente, tras poner los puntos sobre las «íes», como en la reunión que mantuvo el Gabinete el pasado 9 de febrero.
El último capítulo de este culebrón bélico lo han protagonizado, una vez más, el vicepresidente y el ministro de Seguridad Social. A José Luis Escrivá no le duelen prendas a la hora de usar los fondos europeos como arma arrojadiza contra los podemitas. «Estos son todos una panda de vagos», critica con ironía a las visitas con las que despacha, incluidos dirigentes políticos de otras formaciones. «A ver si éste es capaz de gestionar los 1.000 millones que le tocan. No lo veo». De esta manera, en plena crisis económica, cuestiona sin pudor la capacidad de Iglesias para gestionar la partida de fondos europeos que corresponderá a su Departamento.
Y es que los duelos de Escrivá e Iglesias ya no sorprenden en el seno del Gobierno. Ni uno ni otro hacen el más mínimo esfuerzo por disimular y ocultar la inquina que se procesan. El ministro no le perdona que le haya dejado públicamente en evidencia, tras descubrir que planeaba un duro ajuste de las pensiones. Mientras, Iglesias no soporta sus aires de «economista esnob, siempre presto a enseñar al que no sabe y sacar a pasear su currículum», aseguran en tono irónico fuentes próximas al titular de Seguridad Social consultadas por LA RAZÓN, en referencia a su paso por diversas entidades financieras y por la presidencia de la AIReF, entre otros cargos.
Un tanto desesperado y descompuesto por los ataques furibundos del vicepresidente, Escrivá hace tiempo ya que ha aparcado la diplomacia y expresa sin tapujos a propios y a extraños el malestar que le produce la presencia de Podemos en el Gabinete de Sánchez. «Ya no los soporta. Le producen urticaria. Siente un rechazo natural, como también le sucede a otros miembros del Ejecutivo», narran estas fuentes. Por eso aprovecha la más mínima oportunidad que le brinda su agenda política para explayarse con las visitas que desfilan por su despacho. En realidad, no tiene despacho como tal, al que renunció hace tiempo con su mudanza a la nueva sede de su Departamento, ubicada en la madrileña calle de José Abascal 39.
Convencido de que el trabajo en equipo es simiente de la productividad y de la creatividad, comparte con su personal más directo, incluido el secretario de Estado, un espacio amplio y abierto en una sala acristalada, que le hurta de cualquier momento de privacidad y discreción. Pese a ello, no suele usar un tono piano ni esconderse a la hora de vituperar a los podemitas. Es más, su equipo conoce a la perfección y comparte su argumentario y sus justificaciones para colocar, como el que no quiere la cosa, en el disparadero al vicepresidente.
Ahora ha encontrado en la llegada a España de los fondos europeos una nueva artillería pesada contra los de la formación morada. Ante el estupor de las visitas que desfilan por su sala de juntas reciclada en despacho, se mofa de la capacidad del dirigente podemita para gestionar los casi 1.000 millones de los fondos europeos que recaerán bajo la órbita de su Ministerio de Asuntos Sociales. Es más, el titular de Seguridad Social no se achanta a la hora de tildar de «vago» a todo el equipo de Iglesias, empezando por la ministra de Igualdad, Irene Montero. «No dan un palo al agua», asegura en tono irónico. Eso sí, en los últimos tiempos ha moderado sus críticas a Yolanda Díaz, a la que salva de la quema. Es más, cree que es «la única que trabaja» de los podemitas. Sin embargo, es al secretario de Estado de Derechos Sociales, Nacho Álvarez, al que más tiene en mente.
En las últimas semanas, se ha recrudecido el enfrentamiento entre ambos miembros del Ejecutivo, enfrascados ahora en su cuarto asalto, que, probablemente, no sea el último, si el presidente no lo remedia en marzo, fecha en la que, según fuentes gubernamentales, no se descarta que Sánchez acometa una remodelación más en profundidad de su Gabinete, tras la salida de Illa y la llegada de Iceta como cuota del PSC en el Gobierno. Ahora, más calmado, Escrivá desmiente a sus visitas con socarronería su paternidad sobre la ampliación del período de
cómputo de 25 a 35 años en el cálculo de la pensión, reforma que filtraron los de Podemos y que Iglesias se vanaglorió públicamente de haber frenado con la amenaza de hacer saltar al Ejecutivo por los aires.
Días después de la filtración de la ficha en la que se recogía estos cambios, Escrivá, un poco más repuesto del ataque, trazó una estrategia para desacreditar al vicepresidente, que a día de hoy se ha quedado ya en aguas de borrajas. «Esta propuesta solo era una más de las elaboradas por los técnicos del Departamento. No iba a ninguna parte, como bien sabe ése», asegura el ministro en alusión a Iglesias, según confirman a LA RAZÓN fuentes próximas al mismo. Es más, apunta directamente al vicepresidente, «sin ningún género de duda», como el filtrador de esta ficha. «La ha utilizado como cortina de humo para ocultar su metedura de pata con la cuestión de los exiliados de la guerra», comenta, sin inmutarse. Pero la realidad es tozuda y se termina imponiendo. Iglesias no solo no ha rectificado sus declaraciones, sino que no se ha arrepentido ni un ápice de lo dicho. El pasado 9 de febrero volvió a la carga. En busca del voto en Cataluña, no le tembló el pulso a la hora de alertar de la ausencia de una plena democracia en España por los políticos presos y exiliados. Con esta declaración incendiaria, Escrivá se ha quedado sin justificación para su sonrojo. «Es cierto que fue Iglesias quien frenó el ajuste que preparaba Escrivá en las pensiones y el resto es una justificación sin sentido del ministro en un intento de eclipsar la existencia de este documento», desvelan fuentes gubernamentales a este diario. Pero no es menos cierto que el ministro comienza a sentir el desgaste que le produce pertenecer a este Ejecutivo de coalición. Por eso sus más allegados no descartan que presente su dimisión antes de que su prestigio como economista quede dañado sin remedio. Incluso van más allá y ven viable que aproveche la siguiente remodelación del Gabinete de Sánchez para salir con «cierta dignidad».