CONTRA LA DICTADURA DE LO POLÍTICAMENTE CORRECTO
Fernando Savater: «La derecha no se atreve a defender la estructura mental de la sociedad» Darío Villanueva: «La poslengua está formateando nuestras mentes»
FernandoFernando Savater, filósofo, novelista, columnista, encarnó la alegría cuando los de su gremio iban de cenizos. Empuñó la bandera de la libertad cuando dar la cara salía carísimo. Encarcelado por el franquismo y amenazado de muerte por ETA, nunca dejó de trabajar. Antidogmático, antipuritano, amante de la conversación, la buena mesa, los dulces venenos y los libros, ahora, triste y herido por el rayo desde la muerte de su esposa, sigue siendo nuestro intelectual más lúcido. Hablamos con él. Y es tan arrollador y cercano, que más que entrevista es esta la charla con ese amigo al que adoras y al que debes incontables horas de felicidad. Arrancamos por la confusión del lenguaje. La maldita «neolengua»…
Reconoce Savater que «ni siquiera es una cuestión de lenguaje, es que los conceptos políticos elementales no se entienden. Los que defendíamos que en el bachillerato hubiese una ética cívica lo hacíamos fundamentalmente para explicar conceptos, por qué esos valores, su importancia. Ahora en bachillerato no hay ética, hay Valores Cívicos, que son unas instrucciones que no explican el por qué. Esa pérdida de reflexión, de profundidad, es el problema. Es necesario explicar que, por ejemplo, la libertad de expresión no es que se tenga derecho a decir “le voy a pegar a usted un tiro en la frente”. Eso es una amenaza. Mi amigo Javier Pradera, cuando decían aquello de “las palabras no matan”, contestaba “hombre, piense usted en las palabras ‘apunten: fuego’».
– Julio: Es descorazonador que los mismos que piden barra libre para hacer apología del terrorismo amenacen con cárcel si se discute un relato histó
rico determinado o ciertos postulados ideológicos.
–S.:Imagina que Hasel hubiera sido un tipo de extrema derecha, que la niña falangista hubiese rapeado sobre judíos. ¿Habrían salido a defenderla de la misma manera? ¿Habría salido Amnistía Internacional? Esta defensa es exclusivamente porque es un señor de izquierdas. Cuando estaba en Zorroaga uno de los choques que tuve con el alumnado fue por un artículo titulado «los rentistas de la tortura», en el que denunciaba la tortura pero sostenía que si me enterase de que estaban torturando a Milans del Bosch o a Tejero me parecería igual de mal. Lo que estaba mal era la tortura, pero eso no convertía en bueno al torturado. Recortaron ese artículo, lo colgaron con una chincheta en la puerta de mi despacho y con tinta roja escribieron «fascista».
–Rebeca.: Pero es curioso que se arme toda esta zapatiesta en defensa de la libertad de expresión solo unos días después de que el líder de la misma formación que la alienta y apoya reclamase, en el mismísimo Congreso de los Diputados, elementos de control sobre los medios.
– S.: Porque no hay ninguna preocupación por la coherencia en las declaraciones. El otro día, en el Parlamento, Pablo Iglesias afirmaba que el único grupo parlamentario que apoya la violencia es VOX. ¡En un parlamento en el que está sentado Bildu!. Y nadie pide explicaciones.
–R.: Sin embargo, desde ciertos sectores, incluso desde puestos de responsabilidad, se legitima la violencia si proviene de un lado en concreto del espectro ideológico.
–S.: Los hemos visto estos días. Los jóvenes están en el momento de la ebullición activa. Ya aquel texto de Ortega y Gasset, «el origen deportivo del Estado», trataba por qué los estados los crean los jóvenes. Son los creadores de las instituciones, pero también los únicos que pueden destruirlas. Pero esto último no es cosa a celebrar, no vamos a decir «dejen que quemen la ciudad, que los pobres tienen grandes problemas». Lo que hay que hacer es impedírselo.
–J.: «The Economist» publicaba hace poco el índice de democracias y España figura en el número 22, pero cuando explicas que es una de las pocas democracias plenas del mundo, que sólo el 8% vive en un régimen así, te lo arrojan a la cara… – S.:
Yo nunca he apoyado aquello que decía Don Pío Baroja de que «el nacionalismo se cura viajando». He conocido nacionalistas muy viajados que volvían igual de nacionalistas, pero lo que sí se cura viajando es que se conoce la opinión que de España se tiene fuera. Y muchas veces es más parecida a la realidad de lo que quieren dar a entender otros desde dentro.
–J.: ¿No será exceso de frivolidad, que nos hemos adocenado o aburrido de la democracia liberal?
– S.: Sin duda. Yo siempre he creído que el aburrimiento es uno de los motores de la historia.
–R.: Parece que se desprecian los hechos probados. Estamos en manos de la emocionalidad de lo identitario.
– S.: Mira, en las últimas elecciones vascas, en las que Bildu estaba consiguiendo 23 parlamentarios, escuchabas a algunos preocupados porque VOX podía conseguir un representante. Pero luego el discurso de esa parlamentaria de VOX resultó ser el que nos hubiese gustado escuchar durante tantos años a populares y socialistas. Por eso les han votado en Cataluña. Porque son los únicos que han adoptado una postura nítida y clara frente al nacionalismo. En España, la derecha y el centro derecha compiten por ser igual que la izquierda. Y los otros están en el delirio, en quebrar la tradición social humanista y democrática europea. No hay más opciones políticas. Y la sociedad moderna democrática solo ha inventado una combinación que funciona: capitalismo en la empresa, socialismo en el reparto y liberalismo en las costumbres.
–R.: Tener que recordar continuamente que votar a un partido legal es legítimo y el libre ejercicio de un derecho, denota en realidad una preocupante falta de verdadero espíritu democrático en la sociedad.
–S.: Así es. Y VOX tiene muchas cosas con las que yo no estoy de acuerdo. Pero no digamos, por ejemplo, la CUP.
–J.: Al final caemos en un maximalismo atroz, en una caricatura, y en cuanto te sales del guión un centímetro eres un fascista.
–S.: Fíjate que en eso hemos empeorado. Ahora solo se puede ser izquierda radical o fascista. Antes te decían «te estás derechizando», pero te reconocían dentro del orden de la civilización. Al final la lucha de la izquierda identitaria es la de hundir la estructura mental de la sociedad en que vivimos. Una cosa es evolucionar hacia fórmulas más emancipadas y otra querer hundir, no sé, la familia. Y la derecha no se atreve a defenderlo. La familia, la relación paterno filial... es lo más importante en la vida, es lo que ha dado pie a las obras de Shakespeare, y de John Donne, de Tolstoi… Es lo que importa. Pero no se atreven a decirlo. Y hay que decirlo. Es crucial para el ser humano.
–R.: el miedo a ser etiquetados...
–S.: Y es en todo. Hasta el año 2000 nosotros no nos atrevíamos a sacar una bandera española en una manifestación de Basta Ya! El vuelco fue cuando mataron a Fernando Buesa. Durante el velatorio, el féretro estaba cubierto por la ikurriña, por la bandera de Álava y por la bandera del Partido Socialista. De pronto pasó un tipo de UGT, se paró, presentó sus respetos, y dijo en voz alta: no sobra ninguna pero falta una. Entonces nos dimos cuenta de que faltaba precisamente la bandera por la que habían matado a Fernando. Y ahora la bandera española es facha siempre.
–J.: Da la sensación de que la izquierda clásica se ha quedado sin discurso y la izquierda radical es la que tiene la batuta. Y algunos habéis intentado explicar que se puede respetar el espíritu del mejor republicanismo y defender por eso nuestra monarquía constitucional...
–S.: A Carrillo, que no cuenta precisamente con mis simpatías, le preguntaron una vez «¿Monarquía o república?» y contestó: Democracia. Ese es el asunto.
–J.: Si gente como tú, como Félix de Azúa, Ovejero, Aurelio Arteta… si vosotros no habéis sido capaces de convencer a esta sociedad de que existe la posibilidad de partidos ilustrados… ¿Tenemos esperanza?
–S.: Yo tengo la esperanza puesta en los jóvenes. A los viejos no nos va a escuchar nunca nadie. Hay una depreciación, el hecho mismo de la edad es derogatorio. Son ellos quienes tienen que hacerlo, de ahí tiene que salir un partido de centro, ni siquiera de izquierdas... De hecho, el paso decisivo para empezar un proceso de emancipación intelectual es darse cuenta uno mismo de que no hay ninguna obligación moral de ser de izquierdas.