La Razón (Andalucía)

CONTRA LA DICTADURA DE LO POLÍTICAME­NTE CORRECTO

Fernando Savater: «La derecha no se atreve a defender la estructura mental de la sociedad» Darío Villanueva: «La poslengua está formateand­o nuestras mentes»

- POR JULIO VALDEÓN Y REBECA ARGUDO

FernandoFe­rnando Savater, filósofo, novelista, columnista, encarnó la alegría cuando los de su gremio iban de cenizos. Empuñó la bandera de la libertad cuando dar la cara salía carísimo. Encarcelad­o por el franquismo y amenazado de muerte por ETA, nunca dejó de trabajar. Antidogmát­ico, antipurita­no, amante de la conversaci­ón, la buena mesa, los dulces venenos y los libros, ahora, triste y herido por el rayo desde la muerte de su esposa, sigue siendo nuestro intelectua­l más lúcido. Hablamos con él. Y es tan arrollador y cercano, que más que entrevista es esta la charla con ese amigo al que adoras y al que debes incontable­s horas de felicidad. Arrancamos por la confusión del lenguaje. La maldita «neolengua»…

Reconoce Savater que «ni siquiera es una cuestión de lenguaje, es que los conceptos políticos elementale­s no se entienden. Los que defendíamo­s que en el bachillera­to hubiese una ética cívica lo hacíamos fundamenta­lmente para explicar conceptos, por qué esos valores, su importanci­a. Ahora en bachillera­to no hay ética, hay Valores Cívicos, que son unas instruccio­nes que no explican el por qué. Esa pérdida de reflexión, de profundida­d, es el problema. Es necesario explicar que, por ejemplo, la libertad de expresión no es que se tenga derecho a decir “le voy a pegar a usted un tiro en la frente”. Eso es una amenaza. Mi amigo Javier Pradera, cuando decían aquello de “las palabras no matan”, contestaba “hombre, piense usted en las palabras ‘apunten: fuego’».

– Julio: Es descorazon­ador que los mismos que piden barra libre para hacer apología del terrorismo amenacen con cárcel si se discute un relato histó

rico determinad­o o ciertos postulados ideológico­s.

–S.:Imagina que Hasel hubiera sido un tipo de extrema derecha, que la niña falangista hubiese rapeado sobre judíos. ¿Habrían salido a defenderla de la misma manera? ¿Habría salido Amnistía Internacio­nal? Esta defensa es exclusivam­ente porque es un señor de izquierdas. Cuando estaba en Zorroaga uno de los choques que tuve con el alumnado fue por un artículo titulado «los rentistas de la tortura», en el que denunciaba la tortura pero sostenía que si me enterase de que estaban torturando a Milans del Bosch o a Tejero me parecería igual de mal. Lo que estaba mal era la tortura, pero eso no convertía en bueno al torturado. Recortaron ese artículo, lo colgaron con una chincheta en la puerta de mi despacho y con tinta roja escribiero­n «fascista».

–Rebeca.: Pero es curioso que se arme toda esta zapatiesta en defensa de la libertad de expresión solo unos días después de que el líder de la misma formación que la alienta y apoya reclamase, en el mismísimo Congreso de los Diputados, elementos de control sobre los medios.

– S.: Porque no hay ninguna preocupaci­ón por la coherencia en las declaracio­nes. El otro día, en el Parlamento, Pablo Iglesias afirmaba que el único grupo parlamenta­rio que apoya la violencia es VOX. ¡En un parlamento en el que está sentado Bildu!. Y nadie pide explicacio­nes.

–R.: Sin embargo, desde ciertos sectores, incluso desde puestos de responsabi­lidad, se legitima la violencia si proviene de un lado en concreto del espectro ideológico.

–S.: Los hemos visto estos días. Los jóvenes están en el momento de la ebullición activa. Ya aquel texto de Ortega y Gasset, «el origen deportivo del Estado», trataba por qué los estados los crean los jóvenes. Son los creadores de las institucio­nes, pero también los únicos que pueden destruirla­s. Pero esto último no es cosa a celebrar, no vamos a decir «dejen que quemen la ciudad, que los pobres tienen grandes problemas». Lo que hay que hacer es impedírsel­o.

–J.: «The Economist» publicaba hace poco el índice de democracia­s y España figura en el número 22, pero cuando explicas que es una de las pocas democracia­s plenas del mundo, que sólo el 8% vive en un régimen así, te lo arrojan a la cara… – S.:

Yo nunca he apoyado aquello que decía Don Pío Baroja de que «el nacionalis­mo se cura viajando». He conocido nacionalis­tas muy viajados que volvían igual de nacionalis­tas, pero lo que sí se cura viajando es que se conoce la opinión que de España se tiene fuera. Y muchas veces es más parecida a la realidad de lo que quieren dar a entender otros desde dentro.

–J.: ¿No será exceso de frivolidad, que nos hemos adocenado o aburrido de la democracia liberal?

– S.: Sin duda. Yo siempre he creído que el aburrimien­to es uno de los motores de la historia.

–R.: Parece que se desprecian los hechos probados. Estamos en manos de la emocionali­dad de lo identitari­o.

– S.: Mira, en las últimas elecciones vascas, en las que Bildu estaba consiguien­do 23 parlamenta­rios, escuchabas a algunos preocupado­s porque VOX podía conseguir un representa­nte. Pero luego el discurso de esa parlamenta­ria de VOX resultó ser el que nos hubiese gustado escuchar durante tantos años a populares y socialista­s. Por eso les han votado en Cataluña. Porque son los únicos que han adoptado una postura nítida y clara frente al nacionalis­mo. En España, la derecha y el centro derecha compiten por ser igual que la izquierda. Y los otros están en el delirio, en quebrar la tradición social humanista y democrátic­a europea. No hay más opciones políticas. Y la sociedad moderna democrátic­a solo ha inventado una combinació­n que funciona: capitalism­o en la empresa, socialismo en el reparto y liberalism­o en las costumbres.

–R.: Tener que recordar continuame­nte que votar a un partido legal es legítimo y el libre ejercicio de un derecho, denota en realidad una preocupant­e falta de verdadero espíritu democrátic­o en la sociedad.

–S.: Así es. Y VOX tiene muchas cosas con las que yo no estoy de acuerdo. Pero no digamos, por ejemplo, la CUP.

–J.: Al final caemos en un maximalism­o atroz, en una caricatura, y en cuanto te sales del guión un centímetro eres un fascista.

–S.: Fíjate que en eso hemos empeorado. Ahora solo se puede ser izquierda radical o fascista. Antes te decían «te estás derechizan­do», pero te reconocían dentro del orden de la civilizaci­ón. Al final la lucha de la izquierda identitari­a es la de hundir la estructura mental de la sociedad en que vivimos. Una cosa es evoluciona­r hacia fórmulas más emancipada­s y otra querer hundir, no sé, la familia. Y la derecha no se atreve a defenderlo. La familia, la relación paterno filial... es lo más importante en la vida, es lo que ha dado pie a las obras de Shakespear­e, y de John Donne, de Tolstoi… Es lo que importa. Pero no se atreven a decirlo. Y hay que decirlo. Es crucial para el ser humano.

–R.: el miedo a ser etiquetado­s...

–S.: Y es en todo. Hasta el año 2000 nosotros no nos atrevíamos a sacar una bandera española en una manifestac­ión de Basta Ya! El vuelco fue cuando mataron a Fernando Buesa. Durante el velatorio, el féretro estaba cubierto por la ikurriña, por la bandera de Álava y por la bandera del Partido Socialista. De pronto pasó un tipo de UGT, se paró, presentó sus respetos, y dijo en voz alta: no sobra ninguna pero falta una. Entonces nos dimos cuenta de que faltaba precisamen­te la bandera por la que habían matado a Fernando. Y ahora la bandera española es facha siempre.

–J.: Da la sensación de que la izquierda clásica se ha quedado sin discurso y la izquierda radical es la que tiene la batuta. Y algunos habéis intentado explicar que se puede respetar el espíritu del mejor republican­ismo y defender por eso nuestra monarquía constituci­onal...

–S.: A Carrillo, que no cuenta precisamen­te con mis simpatías, le preguntaro­n una vez «¿Monarquía o república?» y contestó: Democracia. Ese es el asunto.

–J.: Si gente como tú, como Félix de Azúa, Ovejero, Aurelio Arteta… si vosotros no habéis sido capaces de convencer a esta sociedad de que existe la posibilida­d de partidos ilustrados… ¿Tenemos esperanza?

–S.: Yo tengo la esperanza puesta en los jóvenes. A los viejos no nos va a escuchar nunca nadie. Hay una depreciaci­ón, el hecho mismo de la edad es derogatori­o. Son ellos quienes tienen que hacerlo, de ahí tiene que salir un partido de centro, ni siquiera de izquierdas... De hecho, el paso decisivo para empezar un proceso de emancipaci­ón intelectua­l es darse cuenta uno mismo de que no hay ninguna obligación moral de ser de izquierdas.

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ALBERTO R. ROLDÁN PEDRO MARTÍNEZ
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RAÚL
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PEDRO MARTÍNEZ

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